En 1883, el matemático Georg Cantor fue el primero en articular la idea de que hay diferentes clases de infinito, algunos más grandes que otros. Por supuesto hablaba de matemáticas, y no de tristeza, ni de solidaridad, ni de la necesidad imperiosa que puede haber de verdad y justicia. El infinito del que quisiera dar una imagen aquí no es un infinito matemático que pueda dilucidarse echando mano de la teoría de conjuntos; es un infinito moral que, así lo siento, algunos de mis compatriotas no alcanzan a imaginar, a sentir en el corazón como deberían.
Se trata del duelo infinito de extrañar a un hijo, a un novio, a un padre o a un hermano durante varios días para luego enterarse de que ha sido dado de baja en un combate en el que no participaba; del escándalo infinito de enterarse de que su muerte se justificó con una mentira evidente y hasta chapucera (de medios cómplices y botas al revés); de la indignidad absoluta de que a un ser humano se le use (como si fuera incluso menos que una mera cosa) para mejorar una estadística o ganarse unas vacaciones en San Andrés.
Se trata de un abismo de infinitud peor que el del año colateral (en el que las víctimas inocentes no están en la mira del agresor), y peor que el de las ejecuciones extrajudiciales (en las que por lo menos el agresor supone que la víctima no es inocente). El infinito, en fin, del fracaso máximo del estado en su razón de ser, proteger la vida de los ciudadanos. Y este infinito toca multiplicarlo por 6402.
¿Cómo hacer visible este infinito multiplicado, estos seis mil cuatrocientos dos infinitos? En verdad es imposible dar una idea de esto: uno solo de estos infinitos apenas cabe en un alma humana a la que le toque sufrirlo. Pero voy a intentar dar una imagen. ¿Cómo se verían 6402 calaveras humanas juntas?
En promedio, una calavera humana adulta masculina (y tomando los números por lo bajo) mide 15.7 cm de largo y 21.2 cm de alto. Por su forma aproximadamente esférica, las calaveras se pueden disponer en forma de pirámide: la de la punta está soportada por cuatro calaveras, que están soportadas por nueve, que están soportadas por dieciséis. Contemos los pisos de arriba hacia abajo: el piso uno tiene una calavera al cuadrado (o sea, una); el dos, dos calaveras al cuadrado (cuatro), y así sucesivamente. Una pirámide de 26 pisos contendría 6201 calaveras. Otra de siete pisos contendría 140; y otra más, de cinco pisos, contendría 55, y faltarían seis más.
La pirámide pequeña mediría 106 centímetros de alto (más o menos a la altura de la cintura de un adulto) y la pirámide mediana mediría 148 centímetros de alto. La grande tendría cinco metros y cuarenta y ocho centímetros de alto (más o menos el tamaño de una casa de dos pisos), y ocuparía treinta metros cuadrados. Si quiere saber cuánto es 6402, imagine esta pirámide de calaveras, quizás en medio de la plaza de Bolívar. Y no olvide que alcanza y sobra para dos más, que, por sí solas, constituirían un crimen de Estado que por ningún motivo se debería dejar de investigar.