Por estos días en los que andan embolatados los diálogos de paz, los retos a duelo resucitan, se rasga el velo del templo uribista por la visita del vecino y la cultura oculta sus vergüenzas con el lujoso ropaje del Colón reestrenado, los wayúu vuelven a ser una noticia incómoda para Juan Manuel Santos.
Desnutrición, titulan los grandes diarios y en la capital enarcan las cejas. Que se mueran los niños a punta de bala como en la Franja de Gaza, es una de las razones de estar sentados en La Habana, pero que sea por física hambre cuando estamos en turno para entrar a la OCDE, tenemos Alianza para el Pacífico y el Banco de la República augura que la economía crecerá este año al 5%, es una noticia que causa escozor.
¡Alguien tiene que encontrar una explicación!, trinan en palacio. El revuelo se toma los pasillos. Si con los animales que se morían en Casanare se armó semejante barullo, con niños de por medio el cuento es peor. ¿Hay fotografías? Todos hurgan con afán, incluyendo al mayor de todos, el que dicen que es el más sabio. Pero si tienen carbón, sal, chivos, playa, brisa y mar, hasta mantas, ¿por qué carajos no comen?
¡El Niño! Los asesores de palacio le exclaman satisfechos al presidente que ya prepara sus mejores galas para el siete de agosto. ¡El Niño tiene la culpa! La algarabía colma los corredores y comienzan los planes de contingencia: carrotanques, mercados, visitas presidenciales antes de que lleguen los uribistas, con selfie incluida, y, por supuesto, el nombramiento de una comisión para averiguar por qué a los niños les da por morirse de hambre.
Ahí es cuando toca ponerse a hacer cuentas. ¿Cuánto cuesta un Wayúu? No tanto como los jueces y los taxistas que por estos días mostraron los dientes por el mismo problema, la falta de plata. Trancar la justicia o las vías puso a correr a todo el mundo. ¿Será que los Wayúu aguantan un tantico mientras apaciguamos a los de Bogotá? Morirse, morirse, lo han hecho toda la vida, en cambio, una ciudad sin taxis y con jueces conspirando nos amarga la posesión.
Lo importante es que a los Wayúu se les va a solucionar el problema… claro que ese peladero en el que viven no es que ayude mucho. Les toca eso si ayudarse. Ni modo que todo tengamos que solucionarlo en Bogotá. ¿Por qué no pescan harto? Así es más fácil. ¿Qué tal si les montamos un frigorífico? Se saca la licitación y listo. Ah carajo, verdad que no está Kiko, pero habrá otro que se encargue de eso, ¿o no?
Y así como a doña Mechas… a propósito, ¿cómo seguirá? ¿Será que se aguanta el viaje a Bogotá? Hay que decirle que ni se le ocurra morirse por estos días que su Juanpa la espera para la posesión… pero bueno, ¿será que se puede traer una delegación de niños de La Guajira? Que no vayan a estar muy barrigones porque da pena con los invitados, pero si unos bien gorditos… bueno, si no hay, se importan de Santa Marta, ¿o no hay acá en Bogotá?
Claro que los pasajes… eso cuesta ¿cierto? Y toca vestirlos y enseñarles a desayunar, almorzar y comer… ¿si habrá tiempo? ¿Cómo así que se sale del presupuesto? Entonces que sea solo desayuno y una camiseta de la selección; imposible que Adidas no colabore. ¿Y qué tal si se les hace un documental, con esas mantas de colorines y en un comedor, con hartas bombas, pero de las de inflar, y Mickey Mouse y payasos? ¿O haciendo fila para entrar a Starbucks? Alguien que llame a Cárdenas para que saque las cuentas. Así sea a punta de rifas, pero que se les soluciona el problema, se les soluciona. (Aunque salen como caritos, ¿no?)
A todas éstas, ¿cuánto cuesta un wayúu?