Siempre he pensado en la magia que tienen los medios de comunicación, los que con solo un titular y una foto con un ángulo perfecto logran trasmitir su finalidad al receptor. Hoy día pocos "informan" y los que lo hacen tienen que sufrir el costo de la verdad, porque hacerlo cuesta… Para nadie es un secreto que hay personas que no leen el contenido de una noticia, solo les basta un titular para armar una tormenta en un vaso de agua y regar la bola entre sus conocidos, creando la desinformación que día a día nos consume como sociedad. Tampoco que los que sí leen muchas veces se decepcionan al no encontrar en la noticia lo que les han vendido porque finalmente lo que el medio busca es generar clics.
El propósito es mostrar una realidad, ¿pero mostrar la realidad es jugar con la información, los sentimientos, las fotografías morbosas, los titulares llamativos, la injusticia y el abuso de la privacidad? He conocido casos en los que se ha visto afectada la integridad de una persona por una noticia falsa u otros en los que colocan información errada de alguien que ha tenido un accidente. Y ni hablar de las cosas que publican solo por ser tendencia, no todo lo que entra en esta categoria es verdadero. Lo anterior es solo un pequeño ejemplo.
La responsabilidad es de todos, desde el periodista hasta el consumidor, porque al fin y al cabo cada quien decide a qué creerle y tenemos el privilegio de hacer uso de nuestra razón, de leer, de investigar y de no quedarnos con una sola versión. Que quede claro, no todos los medios son malos, malo es usar este recurso para fines no éticos.
Siempre resalto que los comunicadores somos el apoyo para despertar ante este mundo sumergido en la miseria, la misma que se ha normalizado y la que hace que ya nada de lo que pasa en el país nos sorprenda. En consecuencia, el comunicador debe ser ético y tener una pasión inquebrantable por la verdad, como dice Jesús Morales en su libro Ética del comunicador:
La sociedad sería otra si los periodistas no se limitaran a presentar las miserias humanas, sino que promovieran el respeto a la dignidad humana, no sólo de palabra, sino también de obra. Cuánto bien se lograría si todos los comunicadores fuéramos agentes de cambio en la humanización de los hombres, promoviendo la participación crítica y responsable ante la realidad que viven sobre todo algunos sectores sociales de la población en que nos desenvolvemos. Como emisores o como receptores de esos medios, nos corresponde asumir un papel más activo y responsable en elevar la dignidad humana y de hacer realidad los derechos humanos de todos y cada uno de los que habitamos este planeta.
No obstante, como sociedad nos falta mucho, estamos sumergidos en el egoísmo, que hasta la empatía nos evade.