El 15 de julio de 1981 en la Clínica Marly de Bogotá, la pluma de Lucas Caballero Calderón "Klim" se apagó. En ese entonces era el columnista más importante de Colombia, con millones de personas pendientes de sus textos en El Espectador. No solo porque fueran divertidas, sino porque sus columnas eran espacios de denuncia, en especial, contra los actos de corrupción de Alfonso López Michelsen. La carretera al Llano, los estudios de futuros de Felipe López por la Federación de Cafeteros y los movimientos para sacar del camino a Carlos Lleras fueron tema constante de sus textos.
Klim alcanzó a alertar también sobre los riesgos del narcotráfico que se tomarían a Colombia en los años posteriores a su muerte. Mientras Pablo Escobar, Carlos Lehder y Gonzalo Rodríguez Gacha comenzaban a consolidar sus imperios, las columnas de Caballero empezaban a hablar de la cocaína y la marihuana como un problema nacional. Incluso sacó a la luz escándalos como el del barco Gloria de la Armada, que fue descubierto con coca en su interior.
Tras su muerte, la combinación de humor y denuncia se perdió. También se perdió la potencia que tenían sus denuncias, recogida muchos años después por otros periodistas como Daniel Coronell. El humor lo intentó tomar Daniel Samper Ospina, con un éxito dispar: tiene mucha popularidad, pero no siempre ha sido tan apoyado. Los apodos de Samper Ospina no son tan recordados como los sablazos de Klim: el "Compañero Primo" para Alfonso López, el "Pinina" para el precoz Alberto Santofimio o la coletilla para Carlos Lemos Simmonds, "tan carajo y tan chisgarabís".
Aún así, Lucas Caballero Calderón no tuvo una carrera fácil. Sobrevivió a la censura tras el Bogotazo y a la persecución de la dictadura de Rojas Pinilla a punta de columnas sin mayor peso. En 1977, sus denuncias contra los negocios de la familia presidencial lo motivaron a salir de El Tiempo luego de 35 años, en una persecución de la que Klim siempre acusó a Alberto Lleras.
También fue ampliamente criticado por políticos cercanos a Julio César Turbay, de quien siempre denunció su corrupción y los abusos del Estatuto de Seguridad. Aunque vivía recluido en su apartamento del barrio Chicó, sabía que cuando salía a homenajes o a restaurantes lo vigilaban agentes "que manejaban los cubiertos como una metralleta".
Fue una coincidencia que otro de los grandes periodistas del país, Germán Castro Caycedo, muriera exactamente 40 años después que Lucas Caballero. Así como las crónicas de Castro Caycedo, las columnas de Klim han hecho una fuerte falta. Algunos de sus recursos retóricos, como llamar al procurador Germán Bula Hoyos "Idi Amín" por su raza negra, serían claramente rechazados. Pero la combinación de humor y denuncia que solo logró retomar Jaime Garzón es una de las mayores ausencias en el periodismo colombiano. También lo es poder ver estos escándalos con un toque de humor, que nunca sobra en un país tan convulsionado como Colombia.