En París, donde se desempeñaba como embajadora del gobierno de Andrés Pastrana, Marta Lucia Ramírez conoció al entonces candidato Álvaro Uribe. Lo impactó con su conocimiento del Estado y en particular las cifras que manejaba sobre seguridad. No disimuló su ambición de ser algún día la primera mujer ministra de defensa. Se lo dejó saber.
El nombre de la exministra de comercio exterior volvió a aparecer cuando una vez elegido presidente en 2002, Álvaro Uribe se dispuso conformar su gabinete en el que las recomendaciones del exministro de hacienda Ruldof Hommes y Fabio Echeverry pesaban con fuerza.
Empacó maletas y se puso en plan de regreso al país junto con su esposo el arquitecto Álvaro Rincón, atado a su vida desde los 16 años, y su hija Alejandra. No era cualquier cartera la que le ofrecía el candidato triunfador con el eslogan Mano fuerte corazón grande. Ella sería su mano fuerte desde la cartera de defensa, un territorio eminentemente masculino sin espacio para mujeres en la cúpula. Pero el Presidente empoderado, simplemente la impuso.
Marta Lucia Ramírez se posesionó el 10 de agosto del 2002 como la primera mujer en la cartera de defensa en la historia de Colombia
Marta Lucia Ramírez trajo de París como asesor a un filósofo, Sergio Jaramillo, quien había aterrizado en la embajada una vez se rompió el proceso de paz con las Farc en el Caguán. Jaramillo había sido designado por el canciller Guillermo Fernández de Soto para promover el proceso de paz en el exterior pero ante el fallido intento del Caguán, todos cambiaron los planes. Eran muchas las horas que habían compartido en París: Sergio Jaramillo un políglota que dominaba el francés mientras para Ramírez era un idioma ajeno. Tenían en común la cercanía al gobierno Pastrana.
De la mano de Jaramillo redactaron el primer borrador del documento de la Seguridad Democrática, la política rectora de la guerra contra las Farc, en la que el estímulo a las delaciones y la colaboración de la ciudadanía jugaba un papel central en un ministerio fortalecido en materia bélica por el apoyo de los Estados Unidos a través del Plan Colombia. Marta Lucía Ramírez, abogada de la Universidad Javeriana llegaba con experiencia administrativa después de haber ocupado la cartera de comercio y se propuso poner orden en la casa en materia de procesos internos y contratación de un billonario presupuesto frente al cual tradicionalmente los generales manejan con autonomía y secretismo por un tema de seguridad nacional.
Formó un sólido equipo de mujeres, todas con carácter como ella, para gobernar en un ambiente masculino y de ordenes verticales. Su mano derecha era Ketty Valbuena en la Secretaría general, tradicionalmente ocupada por un militar subordinado a los generales. También abogada de la Javeriana, había sido Secretaria General del Ministerio de Hacienda y era de toda la confianza de Ramírez. Debía actuar con firmeza frente a una cúpula recién nombrada: comandante general de las Fuerzas Militares Jorge Enrique Mora y del Estado Mayor conjunto Euclides Sánchez. Para todos la prioridad en el arranque de gobierno era una eficaz acción militar contra la guerrilla. Había ganado las elecciones con la promesa de derrotar a las Farc, fortalecidas después del fallido diálogo del Caguán con poder en los cinco municipios del despeje, una base guerrillera creciente y muchas armas. Mientras Uribe daba instrucciones a los militares en el terreno, la ministra debía asegurar del funcionamiento de los detalles de la guerra. Empezó a actuar.
Katty Valbuena les puso la lupa a los procesos de contratación. Se trataba de un presupuesto billonario que requería de controles. Internamente los militares empezaron a bloquear las decisiones y a intentar subordinarse a las órdenes de la ministra. Quejas iban y venian del ministerio a la Casa de Nariño. El general Jorge Enrique Mora, calificado como uno de los troperos mayores y áspero en el trato, empezó a hacerse sentir.
La primera disputa se dio alrededor de la contratación de 841.000 raciones para alimentar los soldados en el campo de batalla. Para garantizar la transparencia, la ministra Ramírez había conformado un comité de contratación. Una de sus primeras recomendaciones fue suprimirle al Fondo Rotatorio del ejército su rol en este delicado proceso y abrir la contratación para considerar propuestas de otros proveedores.
La decisión les incomodó a los generales quienes no estaban dispuestos a que nadie, y menos una mujer, se les metiera al rancho. Mora no tardó en quejarse ante el presidente Uribe por escrito. Le envió un oficio que la ministra tampoco tardó en responder: “Mal hubiera podido este despacho efectuar un contrato interadministrativo con el Fondo Rotatorio (...) cuando las mismas Fuerzas Militares determinaban que existían otros contratistas con la capacidad de cumplir con las exigencias”.
Su reacción fue recibida como un polvorín que llevó, para evitar el incendio, a intervenir al contralor Antonio Hernández Gamarra y el procurador Edgardo Maya Villazón. En un desayuno la ministra expuso la situación y procurador y contralor decidieron abordar al presidente. La ira del general Mora se hizo incontenible al punto de amenazar incluso con una posible renuncia. Se dio el primer pulso de poderes, una situación que se repetiría. El presidente intercedió y aplacó las aguas; al menos temporalmente.
Los roces y las tensiones no cesaron. Le llegó el turno al comandante de la Fuerza Aérea Colombiana Hector Fabio Velasco. El gobierno español de José Maria Aznar decidió donar ocho aviones Mirage F1 que la ministra aceptó sin consultarlo con Velasco. El comandante de la FAC se unió a la protesta del general Mora. La correlación de fuerzas empezaba a castigar a la ministra.
Se juntaban problemas en medio de un complicado escenario de guerra. El presidente recibía presiones de todos los lados, enfrentado a hechos dramáticos de la guerra como el asesinato del gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria y el exministro de defensa Gilberto Echeverry en mayo del 2003 en un intento fallido de rescate.
Faltaba el enfrentamiento con el presidente para que la situación de la Ministra se volviera insostenible. Y ocurrió en octubre del 2003. Un rocket estalló en la sede de la Federación Nacional de Ganaderos en la Avenida Caracas con 37, en donde quedaba la oficina de su presidente Jorge Visbal Martelo. Una declaración imprudente de Ramírez en la que señaló a un oficial del ejército ecuatoriano de haber suministrado el artefacto sin consultar la Casa de Nariño provocó la ira presidencial. La canciller Carolina Barco quedó atrapada en dos fuegos y en una situación incómoda frente a su colega ecuatoriano. El presidente terció en favor suyo y desautorizó a la Ministra de Defensa. La situación se había vuelto insostenible. El 12 de noviembre del 2003 Marta Lucía Ramírez presentó su carta de renuncia. Llegó en su reemplazo un empresario paisa íntimo del presidente Uribe: Jorge Alberto Uribe, dándole a Martha Lucía Ramírez uno de los golpes más duros de su carrera como funcionaria pública. La política los reencontró doce años después en la campaña de Iván Duque donde, por cuenta de la coalición con el presidente Pastrana, terminó de fórmula vicepresidencial del candidato del Centro Democrático. La cercanía entre los dos quedó enterrada en el pasado.