El día 8 de abril de 2015 el senador Álvaro Uribe salió corriendo de la Comisión Séptima hasta llegar a la Comisión Primera del Senado para pedirle a su bancada que no votara la imposición de inhabilidad de cuatro años para el vicepresidente de la República. Esta decisión afectaba directamente a Germán Vargas Lleras en su candidatura para la elección presidencial de 2018.
Este episodio nunca se me va olvidar, no solo por el ‘carrerón’ del expresidente, sino también porque Paloma Valencia, Jose Obdulio Gaviria, Alfredo Rangel y Jaime Amín se disponían a votar a favor de la inhabilidad (incluso argumentaron magistralmente a favor de la iniciativa), pero ante la solicitud de Uribe que no tuvo mayores explicaciones, votaron negativamente sin siquiera reprochar. ¡Que disciplina la del Centro democrático!
Uribe ya lo maquinaba entonces, y es que en un escenario pos-Santos y ante los avances de la Habana no podía cerrar las puertas a una futura alianza con alguien que siempre ha demostrado desdén por la paz. Y no solo por la paz, sino también a la verdad que viene con ella. Cambio Radical y German Vargas destaparon sus cartas al negarse a votar el proyecto de ley estatutaria que reglamenta la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
Cada vez es más claro que el que ponga Uribe tiene siete y medio dedos de frente. Lo paradójico es que la traición de German Vargas viene después de que Santos se la jugó en serio por su exvicepresidente: lo dejó ejecutar, le puso ministros, y fichas claves en la ejecución del presupuesto como en el ICBF.
Además de endosarle la burocracia, era clave que Santos desmantelara el partido de la U, lo cual hizo dándole la espalda a Musa Besaile y al Ñoño Elías. Al destruir a la U, Santos deja el camino despejado para que German Vargas arrase en la Costa, ahora con el departamento de Córdoba incluido.
El escenario más seguro para senadores y representantes de la U es unirse a Vargas Lleras. Así lo demostró Mauricio Lizcano, ese político alimaña que fue uno de los primeros en buscar refugio en la sombra del exvice. Como él, muchos de la U terminarán allí.
La gran alianza de la derecha recibirá más tarde a Marta Lucía Ramírez, Alejandro Ordóñez y a Juan Carlos Pinzón. Este es un panorama oscuro para la paz, la verdad y la reconciliación. También es oscuro si se creía que ante los escándalos de corrupción ya los malos del paseo estaban en la cárcel. Nuevas telarañas de corrupción esperan por ser construidas.
Solo me queda la duda de si en el fondo esto realmente es una traición o un paso premeditado de Santos. En últimas, es más seguro para el futuro expresidente tener en el poder a alguien que mantenga a raya las investigaciones sobre Odebrecht.