Perder toda una mañana reiterando que los errores cometidos no fueron equivocaciones sino logros parece una insensatez y un acto de soberbia. Eso fue lo que hizo el señor Eduardo Montealegre el miércoles pasado en Caracol Radio.
Escuchar su defensa permitió entender el porqué de su férrea oposición al Tribunal del Aforados que crearía la Ley de Equilibrio de Poderes. Recordemos que el Fiscal hizo lobby en el Congreso, agrupó magistrados para hacer una especie de frente común contra el proyecto y ahora trabaja para que la Corte Constitucional lo declare inexequible. Y no es para menos, si hoy no hay quién juzgue los arbitrarios e inútiles contratos millonarios otorgados a dedo a sus amigotes, cuando se conforme el Tribunal de Aforados Montealegre estará en serios problemas.
Ninguna de las explicaciones que dio en radio fue suficiente para esclarecer sus actuaciones. Pero como seguramente él mismo se daba cuenta de la debilidad de sus argumentos optó por atacar cínicamente a quienes lo cuestionan. Sus blancos preferidos María Jimena Duzán, Alfonso Gómez Méndez, Vicky Dávila y medios de comunicación en general. Se regodeó con el tema de los nombres, como si el cambio de Lizarazo a Springer fuera lo fundamental en la irregularidad de contratar a dedo a una persona para que escriba obviedades.
Ese cambio de apellidos no es lo significativo, señor fiscal; es como a usted le gustaría decir, solo un dato de contexto que demuestra un tipo de personalidad arribista, pero nada más. De manera que no cifre su defensa con la tontería de decir que Vicky se llama Victoria o que Duzán es un seudónimo y no un apellido.
Tampoco justifique sus actos, irregulares desde el punto de vista ético por lo menos, sacándole la piedra a su antecesor Alfonso Gómez Méndez. No interesan sus odios, ni sus mezquindades personales. Aquí de lo que se trata es de explicar lo que ha hecho, porque recuerde que por muy Fiscal General que sea, usted es un funcionario público con el deber de cumplir la Ley, respetar la Constitución y actuar con ética en la utilización de los dineros públicos, que no son suyos sino de toda la gente en Colombia.
De lo que si no habla el parlanchín fiscal es de su actuación en defensa de Saludcoop y del señor Palacino. Cuando se le pregunta sobre este tema dice que está impedido de comentar al respecto y punto. Evasivas que no convencen a nadie.
Tampoco explica el fiscal sus errores monumentales como esas actuaciones que acostumbra anunciar con bombos y platillos ante los medios para luego retractarse en silencio. Así ha pasado con el caso de la sala de interceptaciones ilegales del ejército, con los trece detenidos dizque por participar en un atentado terrorista en Bogotá, o con la orden de detención dictada ante los micrófonos contra Carolina Sabino. Mucho menos explica sus actuaciones frente al caso de Álvaro Gómez Hurtado en el que en privado promete cosas a la familia que luego incumple. La última de esas acciones se dio esta semana con la detención de Feliciano Valencia, dizque por secuestro, mientras ofrece amnistía total a verdaderos secuestradores como los de las Farc.
Recuerde señor fiscal: El papel del periodismo es preguntar, no tragar entero. Ni María Isabel Rueda, ni María Jimena Duzán, ni Darío Arizmendi, tienen que explicar nada. Cuando interrogan están haciendo su trabajo. En cambio usted debe explicar ¿por qué no hace bien el suyo? Sería bueno que cuando se equivoque en lugar de achacar el error a otros, mejor reconózcalo y ofrezca disculpas.
Ah, mi nombre real es María Margarita.
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