Desde hace 13 días, 2 de marzo del 2018, Mariana (nombre cambiado para proteger la identidad de la persona) llegó al aeropuerto de Barcelona. Ella, enfermera profesional titulada, venía de los sitios más duros del conflicto armado colombiano, en las selvas del Caquetá. De familia humilde pero trabajadora lograron pagar, con mucho sacrificio, la carrera profesional de su hija.
Hoy día, ante los bajos salarios, la falta de oportunidades y la desidia del Estado Colombiano, tomó la misma decisión que muchos compatriotas: irse a la deriva a buscar una nueva alternativa de mejorar su calidad de vida.
La realidad
Día a día miles de colombianos ante la situación económica del país, los altos impuestos, un salario mínimo que a duras penas logran poner a los trabajadores en modo de “supervivencia extrema”, llegan a la misma conclusión: “me tengo que ir”. Ya vivir al fiado no es una alternativa de vida, cuando en el exterior ya hay más de 7 millones de colombianos en la diáspora, y convidan a sus familiares y amigos a ver nuevas formas de ganarse la vida en el exterior. Porque hasta este simple acto, el de ganarse la vida en Colombia con dignidad está destinado solo a los privilegiados.
Cuando las personas toman esta decisión, ya nada hay más que esperar. Como lo conté en anterior artículo, la gente asume que se viene al exterior y sabe que se enfrenta al todo por el todo.
Hace 13 días al llegar al puesto de migración, Mariana se puso nerviosa. Para un Policía Nacional, encargado de revisar y sellar los pasaportes, le resultó extraño ver a una madre sola, con su hijo menor de 2 años, llegar sola a Barcelona. La llevaron a la zona interna de seguridad y la han dejado en observación, incomunicada. En su desespero e impotencia ha pedido asilo. Ha salido del país en condiciones de vulnerabilidad social al ser madre soltera y vivir en un sitio muy duro, en pleno epicentro del conflicto armado colombiano. Su mayor “error” fue no haber comprometido su sentir con alguna de las facciones confrontadas. Es una ciudadana de a pie, común y corriente, sin abolengos, sin “palancas”, sin influencias que le den un contrato de seis meses para vivir un año.
Tener las pruebas no es requisito suficiente. El 15 de marzo a las 15:00 le denegaron por segunda vez el ingreso a España. Ya cumple 13 días de un encierro con su hijo, en una frontera del “primer mundo”, que no le permite iniciar una nueva etapa en su vida. Le han negado la oportunidad, le han negado su sueño, el de poder tener una alternativa de ganarse la vida en condiciones dignas, algo que han desconocido los políticos colombianos en los últimos 50 años.
Desde el Estado
O le exigimos al Estado Colombiano que mejore la calidad de vida de los colombianos o acabamos con ser el país con mayor expulsión de personas en América, solo después de Venezuela. Y no somos “Venezuela”. No he conocido en Colombia un solo momento de crecimiento en positivo sostenido en los últimos 25 años. Hemos vivido permanentemente en una crisis estructural del Estado. Ni siquiera la Constitución del 91, una de las más “modernas e inclusivas del mundo”, han logrado que seamos una sociedad justa. Es más, ni siquiera nos llegamos a imaginar una sociedad armónica.
Tenemos los índices de corrupción más altos del mundo. Un país que no evoluciona en sus sistema educativo, económico ni en su sistema ambiental, social, es ya de por sí un Estado fallido.
Esta situación que vive Mariana hoy día indica que fracasamos como sociedad. Miren ustedes, he llamado a las 9:30 am a tres (3) personas diferentes para que el Consulado General de Colombia en Barcelona ofrezca un apoyo. Aun a esta hora, 16:05, no he recibido respuesta alguna. El abogado quedó en comunicarse conmigo a las 12:00. De seguro, y como es tradicional, me llamará a las 21:00 para “demostrar” su voluntad de ayuda.
Ese es nuestro Estado fallido. Un Estado donde sus periodistas niegan el hecho migratorio, como lo hizo Julio Sánchez Cristo en su mega emisora el día 10 de marzo del 2018, informando que el representante por los colombianos en el exterior es algo que no sirve, que solo está ahí para crear más burocracia. Y remata diciendo, que no le ha logrado hacer entender a los congresistas que esa “figura” debe desaparecer.
Mientras en Colombia trabajar en condiciones dignas sea solo para los privilegiados, como Julio Sánchez Cristo, habrán personas que como Mariana tendrán que salir del país para buscar mejores condiciones de vida. Ya no se puede vivir más al fiado.
Mientras no se fortalezca la educación, la sanidad y las pensiones; mientras en los salones de los hoteles como Termales de Otoño en Manizales, Hotel Tequendama o en el Restaurante el Virrey se pacten coimas, salidas de la cárcel, cerrar procesos por corrupción o incluso quién llega a la presidencia, habrán millones de Marianas que tengan que pasar 13 días en migración, donde de seguro les negarán la entrada.
Negándoles la entrada, les niegan el sueño: el sueño de ver a su hijo en mejores condiciones de vida, con educación, con calidad, con respeto, en fin, con dignidad
Posdata: el Consulado de Colombia aun no dice nada. ¿Seguimos esperando?