Una de las más graves consecuencias de la pandemia es que los ojos de la población se concentran en un solo tema: el crecimiento acelerado de las personas contaminadas por el virus; el número de muertos, y ya cuando se ha perdido el aliento, se mira el número de recuperados. La razón es obvia, todos tenemos miedo por nuestra familia y por nosotros mismos, a lo que se ha agrega la penuria económica que puede llegar fácilmente al hambre y a la indigencia para millones de personas. Gente que ya vivía en la pobreza y ahora es indigente; vulnerables que ya cayeron en la pobreza y clase media que no se atreve a denunciar su situación económica que está llegando a los límites.
Hábilmente el gobierno ha usado esa realidad, no siempre para bien. No solo ignora esa otra cara de la agenda que estremece al país y a la comunidad internacional, como el asesinato sistemático de líderes sociales, sino que avanza sin timidez en su vergonzosa agenda internacional. Sin control político, cuenta de cobro que el país les pasará a los miembros del Congreso de la República, a menos que empiecen rápidamente a actuar y enmienden la plana. Sin unas Cortes que actúen rápidamente y tomen decisiones frente a muchos hechos que les competen y que afectan los derechos de los ciudadanos. Pero el gobierno sigue expidiendo normas que ningún ciudadano puede tener la capacidad de digerir a la misma velocidad en que son promulgadas. Muchos decretos han generado la sensación de un gobierno autoritario que toma decisiones sin ningún control. Se caerán muchos de ellos, mal sustentados y hasta mal redactados, afirman algunos analistas que conocen del tema. Además, empiezan a salir a la luz pública muchas arbitrariedades que tienden a favorecer a los grupos económicos que lo apoyan. Es decir, este es el primer y mayor quiebre a la institucionalidad del país.
Pero a lo anterior se suman dos quiebres institucionales muy graves: la Fiscalía y las Fuerzas Armadas. Que este fiscal general de la Nación ha resultado un fiasco es un tema que ocupa carátulas de medios como Semana. Se sabía, pero nunca se creyó que en tan poco tiempo acumulara tantos errores, que tan rápidamente mostrara su incapacidad para manejar semejante institución. Pero lo grave es que, además de su prepotencia, sus decisiones son claramente políticas, quemar gente que ha pertenecido a otros partidos políticos. Esos son algunos de los argumentos de quienes critican su estrategia, mandar al gobernador de Antioquia a la cárcel, obviamente en su casa.
Nunca se creyó que en tan poco tiempo el fiscal acumulara tantos errores, que tan rápidamente mostrara su incapacidad para manejar semejante institución
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Lo que está sucediendo con el Ejército y con la Policía es grave porque significa una ruptura con esa institucionalidad fundamental en el manejo de un país lleno de problemas de violencia
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Sobre lo que está sucediendo con el Ejército y con la Policía es igualmente grave porque significa una ruptura con esa institucionalidad fundamental en el manejo de un país como Colombia lleno de problemas de violencia, de inseguridad y de conflictos en distintas zonas. El gobierno no logra transmitir tranquilidad a la población en el manejo de los conflictos que se presentan en este sector. Parecería que no mide las consecuencias de no aclarar de una vez por todas cuáles son los núcleos corruptos para limpiar una de las instituciones más importantes del país.
La suma de todas estas realidades y las que faltan por enumerar, demuestra que algo de lo que se ufanaban los colombianos, sus instituciones, muestra fisuras profundas que llevan a que se pierda la confianza necesaria para enfrentar este momento tan complejo que atraviesa el mundo y Colombia en particular. Queda la pregunta de si un país puede resolver las inmensas demandas que afronta con semejantes quiebres en su institucionalidad. Cuando se resquebrajan los pilares de una sociedad se compromete seriamente la gobernabilidad. Sería bueno que los tres poderes del Estado tomaran conciencia sobre este serio problema.
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