Según describe Wikipedia sobre la mitología griega:
«Zeus, deseoso de vengarse de Prometeo por haber robado el fuego y dárselo a los
humanos, presentó al hermano de este, Epimeteo, una mujer llamada Pandora, con quien
este se casó. Como regalo de bodas, Pandora recibió un misterioso pithos —una tinaja
ovalada, aunque actualmente sea citada y aceptada como una caja— con instrucciones
de no abrirla bajo ningún concepto. Los dioses habían otorgado a Pandora una gran
curiosidad, por lo que decidió abrir la tinaja para ver qué había dentro. Al abrirlo,
escaparon de su interior todos los males del mundo. Cuando atinó a cerrarla, solo
quedaba en el fondo Elpis, el espíritu de la esperanza, el único bien que los dioses
habían metido en ella».
Es de esta historia que surgió la expresión «La esperanza es lo último que se pierde».
En el caso de la Caja de Pandora, destapada en varios países del mundo por la alianza de importantes diarios y la ONG Connectas, se ha escapado la corrupción: uno de los males que como el coronavirus se ha regado por todo el mundo capitalista y socialista, pues hasta de la China hay nombres de altos mandos del partido comunista y en otros países de importantes gobernantes, políticos, empresarios, deportistas y artistas, que en los llamados “paraísos fiscales”, como las Islas Vírgenes, Caimán, las Bahamas, Panamá, Luxemburgo, Holanda, Singapur, Dubai, etc., han abierto cuentas para manejar sus fortunas fuera del control de las autoridades monetarias y de impuestos en sus países de origen.
En Colombia, por el diario El Espectador conocimos algunos de los mencionados en la lista de Pandora, como el director de la DIAN, Lisandro Junco, la vicepresidente Marta Lucía Ramírez, y los expresidentes Gaviria y Pastrana, el exalcalde y precandidato presidencial Enrique Peñalosa, entre otros exfuncionarios y empresarios quienes alegan que el abrir esas cuentas no es prohibido por la ley, tal como los defiende el presidente Duque.
Y podría ser verdad… como si de buenas intenciones no estuviera pavimentado el camino al infierno y más en un país como Colombia, donde son ley la evasión de impuestos, el lavado de dineros del narcotráfico, contrabando y el ocultamiento de fortunas producto de sobornos y coimas por contratos públicos teledirigidos como el del MinTIC y los $70 000 millones para conexiones de internet rural, que fueron a parar al lavadero de dineros de Delaware, la patria chica del presidente Biden.
Ya Trump, cuando era el presidente de los Estados Unidos había sido descubierto por el New York Times, pagando sólo 750 dólares anuales de impuestos por sus centenares de millones, gracias a las habilidosas jugadas de sus contadores y abogados para evadir tributos aprovechando los boquetes que deja la ley y el código tributario, que sus amigos congresistas y expertos reclutados terminaron redactando (al igual que en Colombia) y que le permitían pagar menos en impuestos que lo que en un año paga una enfermera que vive de sus sueldo.
En Colombia sucede algo similar y ya fueron publicadas las maniobras de Uribe por pagar lo mínimo por sus haciendas de más de 1000 hectáreas y otros bienes, al igual que la mayoría de grandes empresarios y políticos, que cuando son senadores y representantes, legislan para disminuirles los impuestos a los grandes capitales, a sus ingresos y prefieren llenar el hueco en el presupuesto de la nación clavando con el IVA y otros impuestos directos, a la mayoría de población que sobrevive con sus salarios y del rebusque.
En plena temporada electoral, Pastrana y Gaviria siguen acumulando golpes a su autoridad real y ética para orientar y mandar en sus partidos cada vez más partidos en pequeños feudos electorales, pues muchos dirigentes, como los Galán, Cristo, De La Calle, Velasco, en el caso del Partido Liberal, hace rato se le abrieron al expresidente y ávido empresario que además de incursionar en el negocio de los hidrocarburos, gases, inmobiliario y venta de obras artes, ha querido meter a su delfín Simón como futuro presidente para fundar una dinastía similar a la que también sueña Uribe con Tomás.
A Pastrana le ha ido peor en las últimas semanas, al revelar los Rodríguez Orejuela que, también le financiaron la campaña electoral, y al no aclarar sus relaciones con Epstein al servicio de celebridades que viajaban en sus yates y aviones y asistían a sus orgiásticas fiestas.
Bienvenida la destapada de la caja de Pandora para que muestren sus puntillosas quijadas las pirañas que manejan el país y ojalá, en las próximas elecciones, apuntémonos por los candidatos de Elpis, el concho que quedó en la tinaja o caja de Pandora y que nos permite expresar que “La esperanza es lo último que se pierde”.