Era demasiado tarde para volver a casa, el barrio Muvdi (Barranquilla) presentaba al resplandor de la madrugada un aspecto tenebroso y siniestro, realmente amenazador. Beatriz estaba en una disyuntiva, entre devolverse a la casa de Elias (con quien acababa de terminar, tras año y medio de tormentoso noviazgo) hasta que amaneciera, o arriesgarse a caminar sola buscando un taxi.
Caminó hasta la esquina, apretando muy fuerte la cartera contra su pecho para disimular su terror. A su espalda había quedado Elias, lleno de odio, enfermo de celos, insultándola y denigrándola. Sabia que todo era mejor a arriesgarse a pasar la noche con él, por eso salió sola a la inmensidad de la noche a buscar un taxi, pero no pudo llegar muy lejos, una pandilla de drogadictos inhalaba bazuco en la calle principal, era imposible evitarles o rodearles para salir de allí, eran unos doce hombres malencarados, que en el paroxismo de la traba, le miraron hambrientos y libidinosos. Uno de ellos se separó del grupo y caminó hacia ella. Por esto, Beatriz se devolvió corriendo presurosa en sentido contrario hacia la casa de Elias. Él no había dejado de mirarla un segundo desde la ventana, y corrió presto a abrirle la puerta. Esa noche la mató con sus propias manos.
Beatriz acababa de cumplir 26 años, y hacia pocas horas, se había graduado como secretaria ejecutiva en el Inca. Antes había terminado estudios de preescolar y habia trabajado como profesora en una institución educativa del barrio La Chinita. Era la niña de su casa. Su padre, un esforzado contratista de la construcción, sacó a sus cinco hijos (dos hembras y tres varones) adelante llevándolos a todos hasta la universidad.
Beatriz no veía futuro al lado de su novio Elias David, de veintidos años, quién se la pasaba metido en los billares de las Nieves y Simón Bolívar haciendo apuestas y ayudando a una hermana en una tienda de barrio.
Por esto, Nelly, su madre, nunca le tuvo confianza – “Tenga cuidado mi niña, ese hombre es muy raro”, le decía – Pero ella respondía: “Tranquila mamá, que yo sé lo que hago”.
Cuando con el correr de los meses Beatriz se fue dando cuenta más y más del carácter dominante, obsesivo y violento de Elias, los resquemores y angustias de Nelly aumentaron, pero guardó silencio ante su marido y sus hijos por petición de Beatriz.
Pronto y progresivamente las cosas pasarían de castaño a oscuros, vendrían golpes, insultos y las amenazas de muerte. En una oportunidad la golpeó e injurió públicamente en el boulevard del barrio Simón Bolívar; en otra, le mandó flores blancas de cementerio como amenaza de lo que podría ocurrirle si lo dejaba.
En el fondo, Beatriz pensaba que eran solo bravuconadas de enamorado celoso, arrebatos de machismo, pensaba que podría manejar la situación y maniobrar las cosas de tal manera, que Elias poco a poco aceptara que ella no quería estar con él.
Pero Elias pensaba otra cosa: - “Si me dejas te mato”, - “Si no eres mía no serás de nadie”, le decía constantemente. La seguía de día y de noche, la vigilaba con ojos de gavilan, preguntaba todo sobre ella, llevaba el contról de todo lo que hacía, de sus entradas y salidas.
En que momento un tierno amor apasionado se convierte en furia asesina? Que extraños circuitos se entrelazan en el alma, se conectan y bifurcan en el cerebro humano, para convertir a un atractivo joven buenavida, alegre y despreocupado, en un criminal enfermizo, que hace del amor la excusa perfecta para destruir, asfixiar, estrangular?
Un huracán de odio y planes de muerte y sangre pasaban una y otra vez por la mente de Elias David, pero salvo su víctima, que guardaba silencio ante su padre y hermanos, nadie sospechaba nada.
El día de su graduación, Beatriz se hizo una hermosa trenza de colores en el cabello, se vistió de toga y birrete, y le pidió a su padre que la llevase a la flamante ceremonia, luego de la cual se fue a bailar con sus amigas a la discoteca El Tanganazo. Hasta allá la siguió Elias David, y con mil excusas la sacó del sitió, llevándola a casa de su hermana.
Esa noche no había vuelta atrás, con su flamante diploma de secretaria ejecutiva en las manos, Beatriz no veía razón alguna para seguir la farsa, quería hablar las cosas y cortar en paz. Por esto, Elias David la estrangulo hasta matarla con el cordón del abanico.
El asesino guardó sus cosas en una maleta y escapó para Maicao, a casa de una hermana, pero su familia decidió entregarlo a la policía y contratarle un buen abogado. Fue condenado a doce años de prisión y ya está libre por buena conducta.
Nelly Cervantes, la madre de Beatriz, no aguantó el dolor, la pena por la muerte de su hija la consumió en vida, le desgarró hasta matarla.
Elias David es por su parte, en la actualidad un cristiano evángelico que da testimonio de su vida y de su crimen en una iglesia y predica el perdón y la resignación.
Extraña Ironia..