Diez días después de la masacre del Salado, donde hombres del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia mataron a batazos a más de 100 personas, Darío Arismendi, entonces director de Caracol, entrevistó a Carlos Castaño. Fue en el programa Cara a Cara emitido el 1° de marzo del año 2000. En ese momento las autodefensas eran un cáncer que se extendía por todo el país. Claudia Gurisatti, entonces periodista de RCN, lo entrevistó el 9 de agosto de ese mismo año. En esos meses los paramilitares perpetraron 581 masacres según datos del Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria. Además en ese momento se llevaban a cabo los diálogos de paz de San Vicente del Caguán. Los colombianos de bien tenían miedo de que el país se fuera a convertir en el Chile de Allende y lo mejor era aferrarse de libertadores de la patria como este redomado cocainómano, alcohólico, que tomaba decisiones con la mente atarugada por los vicios que lo atormentaban.
Según un artículo de Andrés Suárez titulado Los medios de comunicación y los actores armados: ¿condena o reivindicación?, el señor Arizmendi no le hizo muchas preguntas sobre la terrible masacre que acababa de suceder en Bolivar, y en toda la entrevista quedaba flotando la incertidumbre de haber presenciado una especie de lavada la cara, es que las respuestas del paramilitar, justificando la masacre por la ofensiva del comunismo en Colombia, se escucharon más duro que las preguntas de Arismendi.
En esa época un reconocido periodista incluso se prestó para ser el escritor fantasma de Mi Confesión, el libro donde Carlos Castaño justificaba la orgía de sangre que desataban los paras en el país y las señoras de bien llevaban en sus carteras, como lo hubieran hecho en los años setenta con Cien años de Soledad, estas memorias infames. Si Castaño se hubiera lanzado a las elecciones del 2002 sería presidente sin ninguna duda. Castaño al fin y al cabo era otro colombiano de bien. Un tipo decidido, como Andrés Escobar quien hoy fue entrevistado por otro distinguido periodista, Néstor Morales, y quedó otra vez la duda de si el entrevistador no habría sido demasiado complaciente con otro colombiano de bien que tiene la sana y muy criolla costumbre de hacer justicia por mano propia.
El miedo al comunismo nos ha vuelto asesinos y admiradores y justificadores de genocidas. Prometiendo guerras fue que llegó a la presidencia Uribe en el 2002 y rechazando los acuerdos de un tratado de paz avalado internacionalmente hizo campaña Duque. Ese odio, tan bien vendido por los medios de comunicación, es el que hoy tiene al país en sus horas más oscuras. Veinte años de infamia provocaron el estallido social que hoy atemoriza a los grandes empresarios quienes una vez más desaprovecharon su oportunidad para purgar sus culpas, hacer autocrítica, reconocer que son los causantes del resentimiento al abandonarse a los brazos de un sistema que los consintió como hijos de presidente. Y ahí tenemos esta guerra civil, este paro que es una insurrección civil. Y los medios y el presidente hacen otra vez lo que han hecho a través de los últimos veinte años los hombres de poder en este país: empoderar a los civiles que tienen armas. Apagar el incendio con gasolina. No aprendieron absolutamente nada.