Desde que el modelo político y económico del paramilitarismo se tomó al Norte de Santander y Cúcuta, la idea siempre fue buscar algún distractor para las acciones que se perpetraba contra la ciudadanía consciente y poner una cortina de humo a la “gente buena” para que se tuviera la noción, la idea que todo marchara bien.
La llegada a la Alcaldía de Cúcuta de Ramiro Suárez Corzo representó el máximo logro político de las estructuras armadas de los paramilitares y los grupos de intereses quienes lo apoyaban, bajo una bandera ingenua y bien intencionada, lograron tomar la ciudad de Cúcuta a modo de asedio, donde todo iba a ser manejado por el nuevo alcalde cuasi a modo de monarquía. “El Burro” como lo llamaban peyorativamente los estudiantes de la UFPS y los sectores pensantes de la ciudad, se convirtió además de mecenas del paramilitarismo en ser el padre del Cúcuta Deportivo en todo sentido, y lo tomó como negocio personal incumpliendo en todo sentido, los principios de “democratización” del mismo que había realizado durante su campaña política.
Suárez Corzo, hizo y deshizo con el municipio capital, llevándolo al cénit de la inversión privada, pero al mismo tiempo dejando sus finanzas en rojo, pero mientras esto pasaba, la ciudad vivía con entusiasmo el Ascenso del Cúcuta Deportivo a Primera A, luego su título y sus participaciones en Copa Libertadores de América. Este velo distractor, sirvió además para el asesinato selectivo en la ciudad a defensores de derechos humanos, y la persecución sin piedad de los sectores político divergentes a las ideas del paramilitarismo político que se impuso. La táctica de Ramiro, había funcionado, Cúcuta se movía como él quería y el Cúcuta Deportivo era su aliado.
Financieramente el Cúcuta Deportivo, vivía una era dorada, los grandes negocios producto de la corrupción y el lavado de activos, terminaban en grandes sueldos a jugadores de primer nivel a pesar que los ingresos por taquilla eran el simple sistema para ocultar las finanzas sucias que allí estaban presentes. Todos los amigos de Ramiro Suárez, tenían parte del negocio a nombres particulares, mientras la institución no tenía sino la ficha deportiva de jugadores ya retirados o los pequeños prospectos que despuntaban en las canchas prestadas que servían como sede social del “Doblemente Glorioso”. La realidad deportiva era insuperable, la financiera una colcha de retazos que gracias a los medios locales se ocultó de forma sistemática bajo la premisa, “no pregunten, no digan”.
Luego de la salida del polémico Suárez Corzo de la alcaldía de Cúcuta, tuvo reveses políticos que dejaron claro que el panorama deportivo del Cúcuta no iba a ser el mismo: La llegada de María Eugenia Riascos y luego de su eterno némesis Donamaris Ramírez Lobo a la alcaldía, debilitó el negocio de tal manera que en 2012 el Cúcuta Deportivo, iniciaba su proceso de posible intervención por la Supersociedades e iniciaban las investigaciones por parte de la DIAN por evasión de impuestos. Fueron días oscuros, tanto así que les tocó salir de Cúcuta y jugar en Yopal (Casanare) con el fin de salvar la categoría y así financieramente. Fueron varios los presidentes que se pasearon por la directiva, y en la cual la realidad fue que la bonanza se había acabado y que Ramiro Suárez que tanto había criticado a los Pachón por el manejo del Equipo, terminó en peor situación que su predecesor.
En diciembre de 2013, ya descendido a Primera B, Ramiro Suárez vendió a José Augusto Cadena Mora por 3 apartamentos en Santa Marta, Bogotá y Bucaramanga, al igual que otras propiedades el equipo de sus “amores”, el mismo que le había servido para ocultar los actos trágicos que sucedieron en el oriente colombiano durante la avanzada paramilitar. Ramiro se dio cuenta, que el Cúcuta por sí solo, sin el poder político, no era más que una enorme deuda, pero que esa divisa del Fútbol Profesional Colombiano representaba el retorno al poder, tuviera o no lo tuviera en sus manos. La consigna fue, “Si pude llegar una vez, puedo dos veces” y puesto en marcha puso como Promesa de Campaña de su alfil Omar César Rojas Ayala, volver a darle grandeza al Cúcuta Deportivo, razón por la cual tuvo el afecto y el apoyo electoral de los sectores populares, coadyuvado por los principales medios de comunicación de la región.
Gracias al eco de los medios y periodistas que atacaban al actual propietario José Augusto Cadena Mora, Omar Cesar Rojas Ayala fue alcalde a pesar de los cuestionamientos y William Villamizar Laguado, gobernador bajo similares condiciones. Pasado un año, la frustración de la ciudad, la crisis económica y social que tiene la ciudad no ha sido manejada por sus gobernantes, por tal razón se ha movido a la ciudad hacia su distractor más importante, el Cúcuta Deportivo Fútbol Club, negocio de carácter privado, pero que es irrisoriamente el principal logro político que pueden tener este dúo de político inanes y fracasados, que no han generado sino pobreza, descontrol y desconcierto a una región con muchas potencialidades.
La ciudad, sigue manejada desde la Cárcel por el exalcalde y todo lo que allí se haga, para por su consulta, y nada más importante que volver a tener al Cúcuta Deportivo a como dé lugar (a pesar de haberlo dejado con más de veinte mil millones de pesos de deudas y sin activos fijos, y que el Actual Presidente ha podido salvar de la quiebra total), ya que es su caballo de batalla para poder seguir enriqueciéndose y mantener su voluntad sobre aliados y adversarios de la región. Pero lo más desmotivante es que la gente del común, y un sector de la prensa, oculta la realidad de la ciudad detrás de una camiseta rojinegra.