El Primero de Mayo es algo así como “el día sagrado de los trabajadores”, que se rememora, según Wikipedia, desde “el 1 de mayo de 1889, cuando la Segunda Internacional Socialista estableció el origen de esta festividad para rendir tributo a la histórica huelga de Chicago de 1886”. Esa huelga termina con una violenta represión del gobierno norteamericano, que condenó a muerte a los dirigentes de los obreros.
El “gran pecado” de los trabajadores fue haberse rebelado contra la esclavitud laboral, con horarios de hasta 18 horas diarias, que no les permitía ver a la luz del día a sus familias. El lema de esta gran batalla obrera, que se convirtió en una lucha universal, fue: “Las tres 8: Repartir el día en 8 horas de trabajo, 8 de estudio y 8 de descanso”. ¡No podía ser más revolucionario para la época!, iba en contra de la médula espinal de la sobreexplotación capitalista. La conquista se fue materializando paso a paso en la inmensa mayoría de las legislaciones de los países. A los obreros no se les regala nada, todo lo que consiguen tiene que ser así: ¡con base en sus luchas!
Universalmente desde entonces, todos los años el Primero de mayo se conmemora el Día Internacional de los Trabajadores y se utiliza para denunciar las tropelías que gobiernos y multinacionales cometen contra la Clase Obrera, que sigue escribiendo con sangre las páginas de las grandes transformaciones; en esta época con mayor asiduidad, cuando desde los años 80 del siglo pasado se impuso en gran parte del mundo el modelo neoliberal, la fase imperialista del capitalismo salvaje, que destruyó los estados sociales de derecho, regresando a la clase obrera a esas épocas de dicha esclavitud. Hoy como antes, un trabajador necesita laborar más de doce horas diarias para medio ganar el sustento de su familia. Jamás en la historia se ha hecho necesaria la presencia de dirigentes sindicales preclaros en lo que está pasando.
Para implementar ese modelo, los grupos de poder, encabezados por EEUU, impusieron presidentes, primeros ministros, reyes y reinas que les garantizaran procesos para convertir el modelo en leyes. Así llegaron desde golpes de Estado, derrocamientos, elecciones, reelecciones, hasta constituyentes, que convirtieron derechos fundamentales en negocios de multinacionales y abarataron la mano de obra, amén de que también pauperizan a la población y saquean a las Naciones. En este siglo avanza la consolidación de este modelo, que para evitar los estallidos sociales por el inmenso daño que causan, usan como táctica la designación de algunos “gobiernos alternativos” e incluso con la desfachatez de llamarlos de izquierda.
Los colombianos sienten en carne propia las consecuencias de la Constitución de 1991, que, a pesar de tener algunos avances en procesos democráticos, todo su contenido económico es la base del desarrollo neoliberal.
¡Aún recitan que lo privado es mejor que lo público!, lo grave es que sigue habiendo corifeos que les ayudan.
Hoy el turno es con Gustavo Petro, un gobierno llamado “alternativo”, dizque de “izquierda”, una entrampada que le hicieron al pueblo colombiano, que impulsa “reformas sociales”, todas negociadas con los mismos detentadores del poder: OCDE, FMI, BM, EEUU, e incluso con el capital transnacional.
Su última “jugada maestra” es apropiarse del Primero de Mayo, cooptando a alguna dirigencia sindical. Como lógica, ¡Petro divide a la clase obrera!
Comunicador Social - Periodista
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