Siendo estudiante de primeros semestres de derecho, trabajaba coordinando un área de servicio al cliente en un banco, ubicado en la calle 72. Un día noté a un sujeto de pelo y barba blanca, parado haciendo fila, con la manos atrás, esperando callada y pacientemente a que le tocara su turno. Me pareció conocido y al ver un par de policías en la entrada del área, fui hacia ellos y en voz baja les pregunté señalando al señor: "¿Es el doctor Carlos Gaviria?" Me respondieron: "Sí, es él". De inmediato caminé rápido hacia él, me presenté y le ofrecí mi colaboración. Le invité a que se saliera de la fila y me acompañara a mi oficina; pero él sonriendo, apenas atinaba a decirme: "Muy amable hombre...tranquilo acá estoy bien y ya voy a llegar". En medio de la mirada vigilante de los policías, tuve que insistirle bastante para que viniera conmigo.
Sé que estaba cometiendo una injusticia con los demás usuarios y que tácitamente estaba aplicando el "Yo sí sé quien es usted". Pero es que para mí, era inconcebible que todo un Magistrado de la Corte Constitucional, se hubiera ido caminando por la 72, desde la antigua sede de la corporación, apenas con dos policías detrás y de lejitos (lo sé, porque lo vi de regreso), confundido entre los "mortales", a hacer una diligencia bancaria.
Ya en mi oficina, le ayudé a solucionar su requerimiento. Iba a reclamar la renovación de su tarjeta de crédito y me explicaba que le guardaba mucho cariño, porque debido a un convenio del banco, el plástico tenía la imagen de la Universidad de Antioquia, de la que era egresado hace muchos años. Estando con él, me llamó mi jefa a mi extensión (se enteró de la presencia del Dr. Gaviria, porque yo había puesto a 'revolar' a todo el mundo para buscar ese plástico), para decirme que le ofreciera un buen aumento de cupo de 'cortesía', porque el que tenía (para nosotros) era vergonzoso. Aquel señor, que solo inspiraba respeto e irradiaba sabiduría, me dijo sonriendo: "No doctor, muy gentil, pero con el que tengo está bien". Me tenía desconcertado ese señor por su humildad...y encima de todo, me llamaba "doctor"...un coloso del mundo jurídico, a un X 'pichón' de abogado.
Le ofrecí un café y le conté que estaba en tercer semestre de derecho, le profesé mi gran admiración por sus ponencias y magistrales doctrinas. Yo estaba muy emocionado y él apenas sonriendo con mucha tranquilidad y desconcertante modestia, me agradecía por mis halagos. No tuve pena alguna en sacar mi Constitución Política y pedirle que me la firmara. Él con toda la humildad del mundo, me puso una dedicatoria y me la firmó. Si hubieran existido los celulares en esa época, no hubiera dudado en sacarme una 'selfie' con este grandioso personaje.
No sé ahora, pero en mi época de universidad, para un estudiante de derecho, un Honorable Magistrado (antes sí se les podía llamar así) de una alta corte, era un verdadero HÉROE. Ellos eran los autores de los libros de lectura obligada durante la carrera; los que elaboraban aquella sabia jurisprudencia, que devorábamos y debatíamos con gran interés; ellos representaban lo más alto y sublime de la pirámide jurídica; eran el sello de la excelencia, así como de la ética; tenerlos cerca o recibir clases de ellos, era tal vez como si a un niño hoy día, se le apareciera Iron Man o algún otro ser con super poderes.
Pero ahora, ¿dónde están los bien llamados juristas de antaño? En las actuales altas cortes, ¿quiénes son los dignos sucesores de los maestros Gaviria, Naranjo (qepd), Sáchica y Reyes Echandía?, ¿cuáles de esos magistrados con silla en el Palacio de Justicia son realmente merecedores de llevar el título de 'Honorables'? Lastimosamente muy pocos y tal vez, ninguno. Hoy día quieren ser llamados 'Honorables', no por sus libros, sus excelsas cátedras o por sus profundísimas exposiciones jurídicas; sino porque se creen emperadores, con muchos escoltas, mucha vida social y política; haciendo turbios negocios en prestigiosos clubes de Bogotá, vendiendo su conciencia y la ética —que en algún momento cursaron cuando fueron estudiantes, pero que sacaron de su llavero de principios— por poder y dinero.
Con los hechos que vienen ocurriendo desde hace algunos años en las altas cortes (puertas giratorias, tráficos de influencias, carruseles, pensiones millonarias, corrupción, etc.), es realmente doloroso, ver que ya no quedan más de esos "héroes" que guíen e inspiren a los estudiantes de derecho a defender la ética —que SÍ es inherente a la profesión— y a esforzarse por alcanzar una verdadera justicia en nuestro país.
Pueda ser que nuestro sistema judicial haya tocado fondo, para que no quede más alternativa que la de replantearlo todo, incluyendo el método de elección y permanencia de los magistrados; y sobre todo, la revisión de sus calidades, no solo como profesionales, sino como seres humanos.
Mientras eso pasa, quienes conocimos y admiramos a aquellos Honorables Magistrados de antes, suspirando, seguiremos diciendo: "Hubo una vez, una época de héroes..."