Se estima que en Bogotá hay aproximadamente 18.000 recicladores y aunque no todos están agremiados (la Asociación Nacional de Recicladores de Bogotá es una de las asociaciones más grandes y antiguas), son una colectividad que lucha por que la importancia de su labor sea reconocida. El vigor del colectivo se sentía en el plantón que hicieron a finales de 2014 para oponerse a una resolución emitida por la Superintendencia de Industria y Comercio que los priva de las tarifas que han venido cobrando bimensualmente por su trabajo. Cada uno de los presentes se sabía respaldado por sus líderes, colegas y familiares y esto generaba esa fuerza que empodera a los recicladores de Bogotá para reivindicar sus derechos como ciudadanos que viven de un trabajo difícil pero de una importancia inmensurable para la sostenibilidad de la ciudad.
El día de las protestas conocimos a varias mujeres que nos contaron cómo habían llegado a ser recicladoras y nos hablaron sobre la forma como conciben su trabajo. Cada historia es única y está marcada con tintes personales de lucha y constancia. Pero cada historia que empieza con el uso de la primera persona, tiende pronto a ser contada usando el plural. “Nuestro trabajo siempre ha sido muy mal visto, la sociedad nos ha tratado muy mal, pero si miramos un poquito más allá, nosotros hacemos un bien social”, dice Yenis del Toro, recicladora desde hace 21 años.
Fotografía: Camilo Rozo
A diario vemos personas como Yenis por las calles de Bogotá, merodeando por colegios, supermercados y restaurantes. Los vemos recolectando botellas, cartón, tetra pack y latas metálicas como en una minuciosa caza del tesoro. En esta búsqueda reúnen todo lo que puede ser reutilizado. El objetivo: “darle vida a lo que la mayoría considera basura”, dice Zenaida Mesa, recicladora desde hace 30 años. Así, transforman plástico y cartón, evitan que materiales que pueden ser reutilizados vayan a parar al relleno sanitario, se hacen cargo del desorden que algunos ciudadanos o negocios crean en las calles. Pero además muchos de ellos también sacan tiempo para capacitarse, para compartir sus experiencias con colegas y entes gubernamentales, para impulsar campañas de educación ambiental e intentar crear una cultura del reciclaje entre la ciudadanía.
Esta colectividad impulsada por la fuerza de cerca de 18.000 personas capaces de hacerse cargo de los desechos que la mayoría no queremos tener cerca, busca, con razón, que lo que hacen sea visto como un trabajo digno y que como tal tenga una remuneración justa y constante. Es un “nosotros” que lucha por sus derechos y el reconocimiento de su oficio.
El trabajo del reciclador es un oficio que los bogotanos, aún no entendemos, tal vez no por falta de pedagogía, sino de interés, compromiso y corresponsabilidad. Los recicladores cuidan al medio ambiente, a la ciudad y a sus familias.
