Si sigue lloviendo, el dique se va a romper.
Cuando los diques se rompan, no tendré un lugar para quedarme…
Led Zeppelin - When the levee breaks
Cuando los diques se rompan
En 1971, hace cincuanta años, la legendaria agrupación británica de rock Led Zeppelin publicó su álbum IV, que incluye entre otras canciones el tema “When the levee breaks” (Cuando el dique se rompa), en el que el golpe simple, fuerte, rítmico y seductor de la batería va introduciendo y transportando al oyente por una canción (escrita por la blusera Memphis Minnie) que se basa en un acontecimiento histórico (en el blues, se tiende a relatar las desgracias de los afroamericanos de principios del siglo XX).
Este suceso fue el gran diluvio de Mississippi de 1927, cuando los “trabajadores negros” (esclavos) de las plantaciones fueron obligados, a punta de pistola, a cavar y amontonar costales de arena en el dique, buscando proteger así a New Orleans y otras ciudades vecinas de la amenazadora inundación que por ese entonces se presentaba, una de las más grandes jamás vividas en Estados Unidos, superior a la tragedia de 2010.
Esos mismos afroamericanos, que comprendían el 75% de la población en las tierras bajas del delta y que aportaban el 95% de la fuerza de trabajo en el campo, serían los más afectados y los menos auxiliados ante el desastre natural.
Ese tema musical, con ese título y el recuerdo de la historia que la inspira, hacen rememorar esas otras presas que en Colombia están que se rompen, una de manera literal, física y material, como lo es la de Hidroituango, no tanto en lo que a la estructura misma de la represa, la cual ya ha generado estragos medioambientales y sociales, además de la multitud de vidas humanas cegadas, sacrificadas y degradadas en el proceso de apropiación ilegal de terrenos para su construcción, sino en lo que tiene que ver con todo el entramado de corrupción que se derrumba y sale a luz pública, y que compromete a grandes empresarios, gobernadores, alcaldes y políticos de Antioquía, algunos de ellos en campaña electoral, como Sergio Fajardo.
La otra presa que está por romperse haría referencia a aquella representada por el establecimiento, el régimen, una clase dirigente y política que durante siglos ha gobernado el país, y hoy ve como es desbordada y fisurada por el incontenible y poderoso caudal de un pueblo hastiado de tanto vejamen por parte del régimen mixto entre feudal, colonial y neoliberal, por ellos sostenido, en el que unas pocas familias y empresas se apoderan de la tierra y de sus riquezas, delinean la economía de acuerdo a sus intereses, y, en fin, someten al Estado a sus designios.
Todo lo anterior debido a un creciente poder económico y de corrupción, y a la manipulación que a través de sus medios masivos de comunicación hacen de una sociedad empobrecida material y espiritualmente. Tal como sostienen algunos de nuestros más ilustres pensadores, Colombia es un país en el que persisten fuertemente elementos premodernos que se conjugan con algo de la modernidad, y, exóticamente, incorporan otros de eso que muchos denominan como posmodernidad.
El caso Hidroituango, la gran obra fáustica de Antioquia, un descalabro de más de 4,3 billones de pesos, que comienza a proyectar pérdidas por el retraso en su funcionamiento, de más de 300 mil millones de pesos para el primer año, va arrojando sus primeros resultados en materia fiscal, en contra de 26 personas naturales y jurídicas, así como generar las primeras aperturas de procesos penales, muy a pesar de un fiscal general de la Nación arrodillado a los intereses del gran capital.
Destacan entre estos ilustres personajes un Sergio Fajardo, un Aníbal Gaviria y un Luis Alfredo Ramos, el primero obstinado con la presidencia de la república, el último condenado por la llamada parapolítica.
Por su parte, el próximo año se espera, según todos los pronósticos, se dé el gran tsunami que rompa el fuerte dique que en contra del desarrollo y la dignidad humana ha forjado eso que algunos llaman como “el régimen” o “establecimiento”, y en donde convergen medios masivos de comunicación, empresariado, banca, terrateniente y, de manera definitiva, el Estado.
Ya muchos han comenzado a abandonar sus estratégicas posiciones en el dique, buscando ser acogidos en el barco que la corriente empuja; algunos, por lo visto lograrán acomodarse, otros, por lo visto están destinados al despeñadero. Cuando la represa se rompa, ¿a dónde irán a dar sus escombros?