A continuación contaré lo que vi y sobretodo oí en esos años en Bogotá, seguramente hubo Discotecas y clubes como Cinema o Gótica donde ya sonaba música electrónica en la capital, pero esto no es una investigación, es una crónica y un ejercicio de memoria:
Para el año dos mil tenía 25 años y llevaba más de 10 oyendo Rock, creía que me faltaba mucho por oír. El Rock alternativo o Grunge fue absorbido por la industria y cualquier atisbo de honestidad u originalidad había desaparecido, ya hasta se conseguían muñecos miniatura de Eddie Vedder de los Pearl Jam con su respectiva mini camisa de leñador amarrada en la cintura. “Esto se putio” pensé al ver el muñeco, sentía que ya no había más que oír.
Afortunadamente existían amigos que creían igual y empezamos a buscar otras cosas, y afortunadamente también los que nos vendían los CD´s como Oscar de Antígona en la Cra 15 con 84 les empezó a llegar nueva música. Un día llegué al local a ver que había de nuevo, y me dijo: “Siéntese y pille” me pasó los audífonos era el The fat of the land, de The Prodigy, sonó el primer track: Smack my bitch up y ese estalle de los bajos fue amor a la primera escucha, aún tenía cierto prejuicio sobre lo poco que conocía de la electrónica, un poco de idiotas en una discoteca bailando una música desangelada y robótica, pero esto que me mostraba Oscar tenía clarísimas raíces del Rock y sonaba fresco, nuevo e imponente.
Al poco tiempo un amigo me mostró Underworld, un dúo inglés bravísimo con una canción que empezaba con un solo efecto, luego le iban agregando capas sonoras o efectos, una parada en seco y la cresta estallaba con toda la orquesta (por así decirlo), súmele además una letra que casi todo el tiempo decía: Everything, everything, I´m invisible, I´m invisible. Era un puto show sonoro, casi que se podía ver con solo escucharla, era solo cuestión de cerrar los ojos y yo visualizaba luces de colores sobre edificios abandonados.
Era mi primera experiencia Sinestésica -poder ver colores cuando se escuchan notas musicales y/o modulaciones-.
La hora Zanahoría de Mockus llevaba ya dos años y no podría afirmar que esa prohibición creó la escena, eso tenía que reventar por algún lado, pero si le dio un tinte o carácter ilegal, un poco Underground. El promotor u organizador de esas fiestas, Nano Pombo (Q.E.P.D.) las hacía en el norte en restaurantes campestres justo unos metros, casi que centímetros después del límite o frontera de Bogotá, en la séptima como con 230. Ahí la policía no podía decir nada, no era el Distrito Capital donde si aplicaba la hora zanahoria, y en el centro un grupo de Dj´s colombianos y Europeos las hacían en casonas en límites entre la Candelaria y el barrio Egipto, a los tombos les daba pereza pegarse esas trepadas a esas lomas tan bravas a ver que estaba pasando, y si lo hacían, en la entrada les explicaban que era un evento privado. La palabra “Rave” casi no existía, esas rumbas electrónicas se les conocía como “Afters” porque empezaban después de la 1 am, hora de inicio de la prohibición.
Sin Whatsapp ni Facebook la única manera de saber la fecha, Dj´s que se presentarían y el lugar de los afters eran los flyers, ahí entraba a jugar la estética de esa época con el diseño gráfico ( letras tipo futuristas y los alias o a.k.a´s de los Disc Jockeys) por los flyers uno sabía más o menos como iba estar de voltajuda o no la fiesta, ah, y si era gratis o cobraban.
La escena para mí se movía en esas dos latitudes y eran bien diferentes empezando por su concepción, géneros de la electrónica que se oían y asistentes que se veían. Los que iban a las del centro muy rara vez iban a las de Nano y viceversa, yo tuve el chance de ir a las dos por amigos como Daniel Broderick (Dani Boom) -hoy integrante de Systema Solar- que organizaba las fiestas (muchas veces gratis) del centro siendo él parte de un colectivo llamado Mutaxión -hoy conocido como Bogotrax.
y Carlos Saravia en el otro extremo, amigo personal de Pombo con su empresa Morrocco que le regalaba boletas, pero en las dos existía ya la figura del DJ como amo, máster y Chamán de la fiesta, ya no era la cuestión fálica del guitarrista apuntándonos con su instrumento a todos en un concierto, era una persona allá arriba en un especie de trono con dos tornamesas, un mezclador y un potente sound-system el que nos mostraba o nos guiaba la fiesta por diferentes géneros electrónicos, unos eran ensimismados casi autistas y apenas levantaban la vista hacía nosotros, otros tenían un poco más de conexión con la gente y movían los brazos y sonreían alentándonos. Todo esto era relativamente nuevo en Bogotá.
El concepto de un colectivo de DJ´S que no cobrara por asistir (o si cobraba era una suma simbólica) a las fiestas que organizaban si era totalmente nuevo , era obviamente una idea Europea de comunidad, de hermandad, de tomarse espacios físicos, edificios o casas en desuso y apropiarse de ellas para establecer lazos con todo tipo de gente que llegaba precisamente a oir “la música sin letras” pero el baile unía o bueno, mientras yo y mis dos pies izquierdos aprendían a hacerlo; yo solo sabía mover el pelo, hacer guitar air y poguear, empecé entonces muy disimuladamente a pillar como era que bailaban los gringos y a imitarlos como quien no quiere la cosa, que no se dieran cuenta del metalero/montañero del Mateo, esto fue en una fiesta de varios días llamada Tecno al aire en una casa de exalumnos de la Universidad Nacional en las faldas del cerro de Monserrate donde asistían artistas de todas las pelambres, loquitos del centro, oficinistas, gringos, europeos, pelaos del sur y centro (era bien variada la fauna) . Como a las 3am, un Dj francés Jimmy, puso un género casi desconocido: El Drum & Bass, el cual tenía raíces en el Hip-Hop y el Break-Dance y cuando estallaba la cresta lo hacía con una potentísima línea de bajos; esa vaina a buen volumen en unos buenos bafles…pucha, las ondas hacían temblar hasta las paredes y a nosotros con ellas.
Cuando Jimmy iba acabando su Dj set tipo 5 am y la ciudad estaba en su punto más callado, por más alejada que estuviera la fuente de sonido este se esparcía por calles y avenidas como una inundación repentina.
Las rumbas pagas de Nano eran otra cosa, otra fauna, otros sonidos yo creía que no eran tan chéveres porque había negocio de por medio, pero fueron muy importantes sobre todo por la ola de Dj´s superestrellas que se arriesgaron a traer (cuando lo máximo que se presentaba era Metallica) y nos dimos el gusto de presenciar, pero eso apreciado lector, lo contaré en una segunda parte.
*Imágenes de los Flyers, cortesía: Instagram de graficasonora.