Los tiranos son narcisistas, ante el miedo
reaccionan con ataques y violencia
Ingo Müller
He estado releyendo, por estos días, el libro de Ingo Müller, Los juristas del horror, lectura diría que obligada para cualquier abogado. El libro, publicado en 1987, es un estudio sobre el papel que jugaron los abogados y jueces en la consolidación del régimen nazi en Alemania durante los años 30 y 40.
Müller explora cómo los juristas alemanes proporcionaron el marco legal para las políticas antisemitas, la opresión de la oposición política y la consolidación del poder nazi. El autor argumenta que los juristas, en lugar de ser neutrales y servir a la justicia, utilizaron su conocimiento y autoridad para justificar y perpetuar el régimen.
Este libro es absolutamente interesante pues pone de manifiesto, por un lado, como el poder mal utilizado puede convertirse en tiranía y, por el otro, lo fundamental de la ética y la responsabilidad del poder judicial. Quienes nos dedicamos el ejercicio y estudio del Derecho, tenemos la obligación de servir a la justicia y defender los derechos humanos, en lugar de justificar y perpetuar políticas injustas y opresivas.
La politización de la justicia es un tema recurrente. En Colombia las críticas y cuestionamientos en cuanto a su independencia y eficacia son el pan de todos los días. Hay quienes sostienen que existe una influencia indebida del poder político en las decisiones judiciales, mientras que otros argumentan que es independiente y actúa de manera imparcial.
En la Alemania nazi, “miles de personas inocentes -fueron- privadas de sus derechos más elementales. Centenares de miles de seres humanos condenados por jueces y fiscales que actuaban, aparentemente, bajo el imperio de la Ley”, indica Müller en el libro. ¿Cuántas injusticias se han cometido en nombre de la ley? ¿Se les viene a la cabeza alguna en nuestro país?
No puedo negar que en los últimos años se han dado importantes avances en el fortalecimiento de la independencia judicial y la lucha contra la corrupción en el sistema de justicia en Colombia. Entre ellos se destacan un cúmulo importante de reformas a la justicia orientadas a garantizar la transparencia y objetividad en la toma de decisiones, pero, también es innegable la injerencia indebida por parte de algunos funcionarios en las otras ramas del poder público, porque una cosa es la colaboración armónica para la realización de los fines esenciales del Estado (art 113 C.P.) y otra muy distinta, es el principio de separación de poderes como fundamento para el reconocimiento de la necesaria independencia y autonomía de los diferentes órganos del Estado.
En cuanto a decisiones políticas, las preocupaciones continúan, pues se siguen tomando decisiones en caliente, que impactan de manera directa a la justicia -o su búsqueda-, . Recientemente, y para poner un ejemplo claro, la decisión unilateral del Presidente Petro de, vía Twitter, suspender el cese bilateral al fuego con las Autodefensas Gaitanistas de Colombia. La motivación, netamente política, cerró la puerta (esperamos que de manera temporal) al ingreso de este grupo a la paz total promovida por el gobierno. Zanahoria para unos y garrote para otros.
“El orden es algo que debe ser cultivado; no puede imponerse. Sobre todo en nuestra era de comunicación instantánea y de continuo cambio político. Cualquier sistema de orden mundial, para poder sostenerse, deber ser aceptado como tal: no solo por los dirigentes, sino también por los ciudadanos de a pie. Debe reflejar dos verdades: el orden sin Libertad, aunque se mantenga por efecto de la exaltación momentánea, tarde o temprano crea su propio opuesto; pero la libertad no puede garantizarse ni sostenerse sin un marco de orden que mantenga la paz”, indicó Müller.
Libertad y Orden (las dos palabras que aparecen en el escudo de Colombia), pareciera que pueden describirse como polos opuestos en el espectro de la experiencia y deberían comprenderse como factores independientes. “¿Los líderes de hoy pueden superar las urgencias cotidianas para lograr este equilibrio?” se preguntó Ingo Müller en 1987 y yo hoy, en 2023, les repito a nuestros dirigentes la misma pregunta. ¿Pueden?