Dos hechos inspiran esta columna. El primero es que he escuchado sobre aplicar la eutanasia en personas con discapacidad severa, sin enfermedad mortal. De hecho, el familiar de una persona en esa condición me pidió realizar la eutanasia, yo me negué, no sólo porque no la hago, sino por principios de rehabilitación, mi profesión de base.
El segundo es el de mi paciente con neuropatía y vasculopatía diabéticas que tiene un dolor calificado por él como intolerable y que hace pocos días llamó porque este motivo le hacía prácticamente imposible el caminar y quería saber todo acerca de la eutanasia. Con buenas medidas la situación ha ido mejorando poco a poco y creo que por tanto alejando una muerte de ese tipo, que ni siquiera es posible en nuestro país para personas con enfermedad crónica pero no terminal. Además, ha encontrado una razón para seguir viviendo. Considero que si el sufrimiento disminuye la idea de eutanasia se aleja.
Todo ello me lleva a plantearme el tema de la -utilidad de la vida- en lo cual quisiera centrarme. Por lo que he visto, vivido y sentido en mi especialidad, pensar en el propósito, en la utilidad de una vida, es absolutamente indispensable al tomar decisiones, más si son de vida o muerte. Soy médico fisiatra de profesión y he trabajado en la rehabilitación de personas con discapacidad motora severa toda mi vida profesional. He visto la superación de estas personas y sus familias o el hundimiento de unos y otros en la desesperación.
Entonces llega la gran pregunta ¿Cuál es la utilidad de una vida? ¿Cuándo el sufrimiento permite una vida con propósito?
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Sí, una persona con discapacidad motora, intelectual y de relación importantes es fuente de amor para su familia
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Por supuesto me acuerdo de la madre de un niño con hidrocefalia impresionante, completamente postrado en cama por años de años, sin interacción ninguna y ella aferrada a ese ser que le daba cariño a su manera, con un propósito de vida. Sí, una persona con discapacidad motora, intelectual y de relación importantes es fuente de amor para su familia. He aquí una de las utilidades más allá de verlo como una carga. O mi paciente de diabetes cuyo rostro se ha iluminado. O quien de la noche a la mañana queda en silla de ruedas, en plena juventud, en plena etapa productiva de su vida, puede ser el factor para que la familia se reúna alrededor. O aquellos “parapléjicos”, como les decíamos, -cuando esta palabra todavía se usaba con cariño- que fundaron el Centro Nacional e Rehabilitción, Vidas útiles, todas ellas.
La utilidad de una vida se mide más allá del materialismo, se mide en emociones, sentimientos, conexión, unidad, compasión, empatía, amor y tantas más. Es ver la vida en todas y cada una de sus manifestaciones.
¿Será que la eutanasia es una respuesta a estas situaciones, las llamadas “negativas”? Me niego aceptar que la eutanasia se aplique en personas con discapacidad severa, ya sea congénita o adquirida, solo porque no somos capaces de encontrarle el significado o la utilidad a su vida.
¿Cómo puede haber eutanasia en una vida que tiene un significado? Y toda vida tiene significado. ¿Seremos capaces de descubrir los propósitos por los cuales están en la vida las personas con situaciones límite, extremas? No siempre será fácil.
Encontrarle significado a una vida, cualquiera que ella sea, mientras respiramos, es tarea de todos.
Médico fisiatra. Medicina del alma