Aunque el biólogo alemán Ernst Haeckel creó la palabra ecología en 1886 para referirse al estudio de las interacciones que sostienen los seres vivos entre ellos y con su medio, hubo que esperar a mediados del siglo XX para que a causa de las grandes crisis medioambientales de la época empezara a cobrar la importancia que hoy tiene. El problema con los conceptos que se ponen de moda es que empiezan a aparecer los oportunistas de todos los pelambres que los utilizan inescrupulosamente para hacer dinero o lograr “verdes” objetivos personales. Y más triste todavía que hayan convertido a la ecología en una ciencia y en otro elemento del mundo del espectáculo.
Paso a explicar esa frase tan políticamente incorrecta.
Es verdad que la ecología ha hecho grandes aportes al conocimiento, pero el haberla convertido en otra esfera del ámbito académico para que unos cuantos expertos se encarguen de hacer malabares discursivos con una serie de palabrejas complicadas, lo único que está logrando es que ellos se las den de “scientistas”, mientras la humanidad continua destruyendo la naturaleza. Si queremos de verdad integrar a las personas del común en esa tarea urgente de cuidar el planeta, lo que tenemos que hacer es llegarles al corazón con humildad y razones claras. El respeto que tienen las comunidades indígenas hacia la Pacha Mama nada tiene que ver con fórmulas químicas ni discursos pedantes de unos cuantos eruditos, sino con tradiciones de respeto ancestrales. De manera que más que hacer de la ecología una ciencia, deberíamos convertirla, con conciencia, en una actitud que le permita a los seres humanos tener una mejor relación con los entornos de naturaleza urbana y campestre.
Ahora, utilizar a la ecología como otra herramienta de la economía naranja para organizar espectáculos dizque ecológicos es otro sinsentido que hay que desenmascarar, paradójicamente, desde la ecomentirlogia. Con esto me estoy refiriendo a Solar Decathlon, un show que montaron hace tiempos en Cali y que le significó a la Universidad del Valle la pérdida de una hectárea de zona verde, la conversión de varias casas experimentales en escombros y el pago de dos vigilantes diarios durante más cuatro años, algo que nadie vio como despilfarro.
Lo mejor es que ahí no paró todo, pues ya llegaron de nuevo las carpas del circo a la feria decembrina y se tomaron una nueva hectárea de terreno. Ya están trabajando a toda máquina las aplanadoras, las excavadoras y los tecnoeruditos de marras. Las volquetas enormes están cumpliendo con su cometido, espantando a las garzas, trayendo piedras y ayudando a remover la capa vegetal para poder organizar los parqueaderos que ocupara la romería de noveleros de la nueva moda ecotecnológica. Sí, este diciembre, atraídos por la publicidad, llegarán miles de personas en sus elegantes automóviles a tomarse la foto y el video al lado de los encopetados funcionarios del Estado que sacarán pecho en otro de esos espectáculos que se organizan desde las entidades que buscan ser de “clase internacional mundial”.
Esperar que alguien cuestione esas inconsistencias no pasa de ser más que una ilusión porque para muchos profesores el pensamiento crítico se predica, pero no se practica y cada cual es dueño de su miedo.