Corría el año 1998 y aún siendo estudiante de la universidad John Moores en Liverpool, Inglaterra, Juan Carlos Osorio pidió en repetidas ocasiones que lo dejaran entrar a ver uno que otro entreno de los Reds, comandando en ese entonces por el francés Gérard Houllier.
-- There is no way you are coming in, mate, le respondieron las directivas del Liverpool una y otra vez, señalando que no había ninguna posibilidad para que pudiera entrar.
A pesar de su insistencia, Osorio no se achantó y buscó una manera de ver las sesiones que preparaba ese profe francés, que se destacaba por su sistema de rotación de jugadores. Decidido, tocó las puertas de una vieja casona que quedaba al lado del campo de entrenamiento y con un inglés norteamericano le explicó a los dueños que quería vivir allí a como diera lugar: justo atrás de esa casa había un hueco en la pared que le permitía ver las sesiones del Liverpool a escondidas.
Los dueños de la casa no entendían por qué tanta insistencia. Pero luego de una reunión en la que el colombiano de 35 años les decía con sutileza que admiraba la manera como Houllier planteaba sus entrenamientos --con juegos colectivos, piques, rotación de jugadores e intensidad en la preparación física, que quería tomar ese modelo y llevar la táctica de Inglaterra a Colombia-- le arrendaron una de sus habitaciones. Y justo allí, Osorio comenzaba a entender la táctica y el universo del fútbol.
Juan Carlos Osorio se levantaba todos los días bien temprano y antes que llegara Michael Owen, Robbie Fowler, Steve McManaman, Jamie Carragher y Steven Gerard, estaba de primeras mirando a través de ese hueco bendito que había descubierto. En ese momento sacaba su libreta, sus dos esferos de color azul y rojo y anotaba todo lo que se le venía a la cabeza. Si llovía, le bastaba con vislumbrar los entrenos desde la ventana de su cuarto. Pero tenía un plan b: había comprado un tablero en el que diseñaba un campo de juego y con marcadores también rojos y azules trazaba varias líneas para analizar la táctica que Houllier usaba en sus entrenamientos.
El pequeño cuarto de Osorio tenía docenas de libros de fútbol en inglés, cintas de VHS con grabaciones de los mejores partidos de la Premier League arrinconados en la esquina de su cama. Y fue así, con esa disciplina y convicción, que Osorio demostraría durante dos años su pasión por la dirección técnica del fútbol.
Comenzaba el milenio y Osorio regresaba a Estados Unidos, país en el que estudió luego de abandonar Colombia ante su fracaso como jugador. El Metrostars de Nueva York – hoy New York Red Bulls—había referenciado a ese estudiante colombiano disciplinado en Inglaterra para que fungiera como asistente técnico del equipo. No obstante, Osorio recibiría una llamada un año después que lo haría cruzar el Atlántico de nuevo: Kevin Keegan, el director técnico del Manchester City, lo convenció para ser su mano derecha en la resurrección de Los Ciudadanos.
Juan Carlos Osorio duraría cinco años como preparador físico y asistente técnico del Manchester City. Allí – viendo los entrenamientos de Louis Van Gaal, Sir Alex Ferguson y hasta evaluando al propio Pep Guardiola cuando era jugador—recibiría su título de entrenador tipo A certificado por la UEFA. Aunque acompañaba al primer equipo del City por todo el Reino Unido, las oportunidades que Osorio tenía para comandarlo eran nulas. Imposibles. Esperó con resignación y ya sin ninguna chance decidió dar un salto en su vida y comenzar de cero. Volvería a a Estados Unidos y luego a Colombia para poner en práctica todo lo que había aprendido en Europa.
En 2006, cuando se atrevió a rotar a la nómina titular de Millonarios en plena copa Mustang, Osorio marcaba una época en el fútbol colombiano. Con convicción, práctica – a pesar de las críticas de la prensa nacional—el profe demostraría en 10 años lo que es hoy: el técnico más preparado en la historia de Colombia.