Cuando Jorge 40 era Rodrigo Tovar Pupo, un vallenato aplaudido por todos

Cuando Jorge 40 era Rodrigo Tovar Pupo, un vallenato aplaudido por todos

En Valledupar lo recuerdan más por sus cuentos que por los 600 crímenes que cometió como temible jefe paramilitar y por esto el nombramiento de su hijo Jorge les gusta

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mayo 20, 2020
Cuando Jorge 40 era Rodrigo Tovar Pupo, un vallenato aplaudido por todos

Llegó al mundo con el cordón umbilical enrollado en el cuello. Se asfixiaba. Los médicos lo dieron por muerto. Era el 16 de noviembre de 1960 y Valledupar era un poblado de casas de amplios ventanales y techos de adobe en donde los únicos vallenatos que se escuchaban eran los que los indios cantaban mientras bajaban de la sierra. El doctor le alcanzó a decir a su mamá, Cecilia Puppo de Tovar, que el bebé había nacido muerto pero apenas lo dijo sus palabras lo revivieron y de qué forma. Rodrigo Tovar Puppo siempre fue un niño hiperactivo, de esos que no hacían caso ni con el regaño ni con la chancleta. Al Guatapurí se metía hasta en las noches con lluvia y ningún remolino podía tragárselo

Su mamá, a quien le decían la Chechi, trataba de encarretar a Papa –apodo con el que aún lo recuerdan sus amigos- en los libros y la pintura, dos pasiones que la acompañaron hasta que el Alzheimer nubló su memoria poco antes de morir a los 86 años. Si algo heredó Jorge Tovar de su mamá fue su incansable sentido del humor. Ella fue la primera reina de la juventud en un carnaval de la ciudad en 1945 y fue una de las primeras en crear un centro social en Valledupar. En la vieja casa de la carrera septima con calle 15 se organizaban los bailes más ruidosos y las bebetas más graciosas de la ciudad. El centro siempre era Doña Chechi con sus cuentos llenos doblesentido y de retruécanos.

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Cecilia Puppo de Tovar tuvo que pasar por momentos horribles, de sus cuatro hijos las dos mujeres, Silvia y Maria Cecilia, murieron en accidentes automovilísticos, Sergio, el mayor, fue asesinado por un sicario en una moto el 24 de diciembre del 2009 mientras cambiaba una llanta en una serviteca de Valledupar. Y Jorge está extraditado desde el 2010 en la cárcel de Allenwood Low los Estados Unidos de América por cerca de 600 crímenes que él mismo ha confesado.

Cuando Jorge Tovar empezó a salir en televisión vestido de camuflado y con sus lentes transition, como dice en su libro Líbranos del bien Alfonso Sánchez Baute, sus amigos se preguntaban ¿y en qué momento se nos volvió inteligente Papa? Su carisma era ensordecedor. A todo el mundo le caía bien, incluso a gente que estaba en las orillas opuestas de su pensamiento político. Uno de sus amigos más entrañables fue el hijo de un político liberal vallenato que fue viceministro de agricultura en el gobierno de Mariano Ospina Pérez, Ricardo Palmera.

Ambos estudiaron en el colegio Nacional Loperena y juntos probaron por primera vez el ron en una ardiente tarde de 1965 en el Club Social de Valledupar. Ni siquiera cuando se fue a los 17 años a estudiar economía en la Jorge Tadeo Lozano dejaron de cartearse. Incluso a principios de los 70 volvieron a ser los compinches más incansables cuando Tovar Puppo se fue a estudiar a la capital con la idea de ser militar pero siempre fue muy mal estudiante, por eso lo votaron del Nacional Loperena y terminó en cualquier antro de segunda. De más está decir que no completó ni un año en la Escuela Militar.

A su regreso a Palmera fue nombrado asesor financiero de la Caja Agraria del Cesar. Tovar fue invitado de honor al matrimonio de Palmera con Margarita Russo. La amistad se rompió cuando este decidió irse a las Farc en 1987 y cambiarse el nombre por el de Simón Trinidad. Los dos vallenatos amigos habian tomado caminos radicalmente opuestos pero los lazos ntre las dos familias permanecieron en el tiempo.

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Como muchas familias pudientes vallenatas las exstorsiones de las Farc desde comienzos de los años 90 los acorralaron.  A Don Rodrigo Tovar, el padre, lo intentaron secuestrar en 1991. La idea de empuñar armas fue rondando al mayor de los Tovar Puppo . Empezó en 1992 por facilitarle armas a quienes empezaba a organizarse en la región para defenderse de la guerrilla y defender sus fincas que tiempo después se convertirían en las  Autodefensas Unidas de Colombia. En 1995 dio el paso y entró a la clandestinidad con un nuevo nombre Jorge Cuarenta, con letras y no con números, una referencia bíblica, según el escritor Alonso Sánchez Baute, a los cuarenta días que duró el diluvio y Jesús en el desierto.

El recuerdo del Rodrigo Tovar Puppo de los años 90 y su decisión de empuñar las armas para defenderse de la guerrilla de las Farc que tenía acorralados a finqueros y comerciantes que en su momento fue catalogada como valiente, aún permanece vivo en las familias vallenatas y el circulo social que se reúne en el Club Valledupar pero también en los Festivales de musicales anuales. Un halo de justificación y  tolerancia que cubre a su hijo Jorge Tovar jr, quien para muchos es una víctima más del horror que vivió esta región y en la que creció, con un papá ausente, en la guerra.

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