En Colombia, la práctica indiscriminada de la violencia física ha sido tan recurrente que podríamos decir que ya hace parte de nuestro imaginario colectivo. Esto es cierto al grado que la muerte violenta se nos presenta casi como un destino a los pobladores de estas atroces tierras; principalmente a quienes habitamos en zonas rurales vulnerables o en los barrios más pobres de las áreas urbanas. Todos los días vemos por televisión nacional o leemos en los periódicos y en los portales web noticias que relatan los hechos violentos que terminaron con la vida de fulanito o zutanita. Es tan común, que ya ni nos sorprendemos cuando oímos sobre un nuevo asesinato o una nueva masacre.
Es esta habituación a la violencia la que ha suscitado la indolencia de múltiples ciudadanos frente a los hechos ocurridos el día de ayer en el corregimiento de Tasajera, en el departamento de Magdalena, en los que al menos once personas han perdido la vida mientras intentaban recoger en pimpinas la gasolina que contenía un camión cisterna que se había volcado a la orilla de la carretera.
El camión, como era de esperarse, hizo explosión, abrasando todo lo que se encontraba a su alrededor. Sin duda, un hecho bastante lamentable. Sin embargo, más lamentable resultó ser la reacción de algunos usuarios de redes sociales como Facebook y Twitter, quienes, lejos de mostrar solidaridad tras el acontecimiento, se han pronunciado con burlas y condena en contra de las víctimas.
Si bien es cierto que quienes resultaron muertos o heridos por este accidente terminaron así a causa de sus propias decisiones, también lo es que existe un trasfondo económico, político y social que en muchos casos conduce a las personas menos favorecidas por el Estado hacia los oscuros atajos de la marginalidad y el crimen. No se trata de culpabilizar al Estado o sustraer la responsabilidad de cada uno de los afectados; sino de mostrar hasta qué punto la sociedad colombiana se encuentra enferma de violencia e indolencia.
Este país se muestra más conmovido por las desgracias sufridas por una exreina de belleza o por la “tragedia familiar” de la vicepresidenta que por el rastro de sangre que se extiende a lo largo del territorio nacional, a pesar de que acá la vida vale tan poco que hay quien se arriesga a morir por un par de galones de gasolina; donde un sicario puede matar a alguien por cien mil pesos; donde se votó no a la paz; donde desde el primero de enero hasta mayo ocurrieron 188 feminicidios (Observatorio feminicidios Colombia) y hasta el 30 de junio fueron asesinados 153 líderes sociales (Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz),