Gina Parody tenía un retrato de Álvaro Uribe en su oficina. En la foto estaban al lado del expresidente Tomás, Jerónimo y su esposa Lina Moreno. Era el 2004 y la entonces congresista era una de las consentidas de la Casa de Nariño. La razón de tanto cariño tenía una explicación: según un viejo rumor su padre, el barranquillero Luis Alfredo Parody, uno de los mayores accionistas del puerto de Buenaventura y de la sociedad portuaria, había apoyado económicamente la campaña presidencial que Uribe le ganó a Serpa en el 2002.
Como representante a la Cámara, en donde arrancó como asesora de la Unidad de Trabajo Legislativo a cargo de la ultraconservadora María Isabel Rueda, Gina Parody ayudó a que pasara el artículo que permitiría la reelección de Uribe. Su discurso contra las Farc era durísimo y proponía la aniquilación de este grupo guerrillero por medio de las armas. En el 2004 fue ponente del Estatuto Antiterrorista que atentó contra las libertades individuales y azuzó cientos de abusos por parte de la fuerza pública.
Hace diez años Gina no creía que Uribe fuera capaz de obligar a un congresista a votar por sus intereses y lo consideraba, sin ambages, como el hombre indicado para llevar un país como Colombia. Solo la llegada de Mancuso al Senado hizo que renegara del entonces presidente.
Gina ha dejado de ser una ultraconservadora uribista
para convertirse en la ministra abiertamente gay
que puso a temblar a esa moribunda institución a la que llaman familia
Ocho años después Gina Parody ha dejado de ser una ultraconservadora uribista para convertirse en la ministra abiertamente gay que puso a temblar a esa moribunda institución a la que llaman familia. Su discurso sobre las Farc se ha moderado tanto que el año pasado fue capaz de trinar 16 veces seguidas contra el líder del Centro Democrático defendiendo la disposición del gobierno por mantener los diálogos de paz. En su Twitter se atrevió a escribir que los paramilitares eran “los amigotes” del ahora senador. Entre otros trinos aparece este, de unos decibeles casi que ensordecedores “Uribe, famoso por su micro gerencia, autoriza la entrada del asesino paramilitar Job a Palacio por la puerta de atrás, como los mafiosos”.
En lo personal me parece fabulosa la volteada de Gina. La preferimos sofisticada, progresista y afuera del closet que hetero y uribista. Lo que si me llama la atención es que sea precisamente una mujer que apoyó el Estatuto Antiterrorista la que sea tildada ahora por el procurador y por el mismo Uribe como una demoniaca castrochavista que quiere acabar con la familia e imponer una dictadura gay.
¿Éste es un país tan godo que una niña bien como Gina Parody puede ser quemada como si fuera Juana de Arco? ¿Alguien tan cercana a María Isabel Rueda puede ser acusada de progresista? En la Colombia que se apresta a elegir en un par de años a monseñor Ordóñez como presidente cualquier persona que se reconozca gay, marihuanero y ateo es candidata a ser quemada en la hoguera.
Nunca pensé que iba a estar de acuerdo con Gina Parody. Siempre me pareció una tecnócrata hábil y obediente. Ahora, en su cuarentena, se está transformando en una bocanada de aire fresco en la alcantarilla de la política colombiana. Todos tenemos derecho a la redención. A diferencia de un voltearepas descarado como Roy Barreras, Gina se cambió de bando por convicción y eso la hace respetable y admirable, eso motiva a que un abstencionista crónico como yo se anime a darle un voto si se lanza a la presidencia. Sería, viendo el machismo y la homofobia de la izquierda colombiana, una opción maravillosa.
