Cuando es peor defender un árbol que matar a una persona

Cuando es peor defender un árbol que matar a una persona

"Me conmovió ver caer cerca de mí 20 metros de vida"

Por: Xiomara Taborda Torres
junio 12, 2015
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Cuando es peor defender un árbol que matar a una persona
Foto: subida por autor

Esta mañana vi cómo morían 10 árboles, presencie como unos vasallos de la constructora Praga, cerca muy cerca al humedal La Conejera, talaban sin alguna razón válida estas formas de vida; debo admitir que nunca había sentido en el alma ese dolor tan lleno de sensibilidad por la vida, cuando vi caer muy cerca de mí 20 metros de vida, ese hecho me impulsa a escribir esto.

Las personas, en general, no conocen el valor real de las cosas. Todo lo miden con valores de cambio en el mercado, ‘el cuánto cuesta’ es lo que le importa a la gente. Claro, quién no pensaría así en un mundo en el que las personas ven en peligro su propia existencia cuándo no consiguen un trabajo, cuando no ven forma de conseguir para pagar servicios, la comida, los buses…

Vivimos en un planeta en el que hasta ahora comienza a visibilizarse para esa gente del común el valor que tiene el medio ambiente, que para el caso de esta reflexión intentaré no llamarlo recursos porque si lo hiciese tenderían a fetichizar el término. La realidad es que la gente también generalmente, no reconoce el valor y la importancia de poder respirar, de poder tomar un vaso de agua limpia, de poder tener una calidad de vida real y mediada por ese medio ambiente que en términos de recursos, se están agotando.

Las regiones en Colombia pasan por situaciones críticas, la verdad es que el medio ambiente está enfermo y nosotros los seres humanos, encarnados en la industria y el mega consumo que ésta genera, somos el cáncer de la naturaleza; tal como un cáncer puede carcomer a un ser humano en menos de un año incluso meses, nosotros hacemos lo mismo con el sistema de vida que nos brinda todo su cuidado y lo mejor de sí para nuestra supervivencia.

En las ciudades fumamos cigarrillo y botamos la colilla al piso como si nada, consumimos alimentos de paquete y botamos la bolsa, compramos y compramos cosas que no son esenciales y la basura se la lleva un camión que esconde la gran cantidad de desechos tóxicos para el ambiente, que irresponsable destruimos. ¿A dónde va a parar todo esto? Va a parar a todas nuestros sistemas hídricos. Bogotá es un gran reflejo de nuestra ignorancia e inconciencia, en la Capital consumimos agua de la mejor calidad que se pueda encontrar, esta agua nos la regalan los páramos cercanos, la naturaleza nos da nuestro líquido vital, nuestra gasolina; cuando la usamos esta va hacia las alcantarillas, que contaminada llevan el agua hacia el río Bogotá; ¿Qué le devolvemos al ambiente? Un río contaminado hasta la medula de basura, químicos, colillas de cigarro, bolsas de alimentos, uno de los ríos más contaminados del mundo.

Los humedales como parte de un sistema viviente limpian toda esa agua contaminada, la purifican y permite que vuelva a cumplir el ciclo vital, ¿y qué hace el ser humano con los humedales? Por lo menos en Bogotá, se destruyen, se construye sobre ellos, se secan para generar riqueza y especulación con la construcción y la necesidad de miles de personas sin un techo digno donde vivir.

Parece increíble nuestra incesantes y nuestro egoísmo con lo que nos rodean, hasta con las generaciones futuras que recibirán de nosotros un mundo enfermo; sin embargo, aunque pareciese increíble esto es una triste realidad generalizada en nuestra sociedad capitalista de consumo, en donde solo valemos como individuos y en donde somos capaces de ser cómplices directos e indirectos de la destrucción de nuestras casa, de nuestra única casa, del planeta tierra.

En los campos la realidad es más preocupante, en Colombia el medio ambiente es visto para los que no han nacido ni vivido en los territorios, como un medio y no como un fin en sí mismo. Las leyes mantienen establecidas unas fronteras con las que se pretende proteger ecosistemas estratégicos para la vida, no solo en los territorios locales sino en todo el país, las comunidades cedieron mucho más y se quedaron con esos resguardos que representan cantidades de tierra y territorio hasta insuficientes para conservar los ecosistemas; sin embargo, multinacionales, economías criminales, el gobierno y los actores armados quieren cada vez más.

La empresas multinacionales ya no tienen de donde sacar riqueza, los territorios que se han comido históricamente no les son suficientes y ahora van por más; zonas como el departamento de Putumayo son ejemplo de ello, a toda costa en complicidad con instituciones del Estado pretenden arrebatar a las comunidades sus derechos sobre la tierra, esto pasa también en el Cauca, Nariño, y Chocó. Esta salvajada capitalista no actúa sola, actúa de la mano del gobierno central y ahí sí que no valen los recursos naturales y su destrucción, porque es razón de Estado la explotación de la tierra sin importar las consecuencias sociales, ambientales y culturales; sumémosle a esto que los actores armados, tanto ejército como guerrillas y bandas criminales propician el clima perfecto para que esta situación se reproduzca y en el medio quede la vida y la dignidad que pervive en los territorios.

¿Hasta cuándo los seres humanos nos haremos los de la vista gorda con estos problemas? ¿Hasta cuándo seguiremos observando en silencio la destrucción de la casa que habitamos y que le dejaremos a nuestros hijos e hijas? ¿Hasta cuándo también las leyes y las armas seguirán siendo la excusa para destrozar nuestra casa? Estamos esperando seguramente el momento en el que por divina gracia, tal como una paloma embarazó a María, podamos respirar billetes y tomar como liquido vital flujos del mercado financiero para saciar nuestra sed.

No podemos seguir pensando que la corrupción es algo normal, porque no lo es; no podemos seguir pensando que todo lo que tenemos, aire, agua, tierra son recursos de vida infinitos porque no lo son; no podemos dejar que las generaciones futuras nos miren con desprecio al ver el mundo que les dejamos porque no fuimos capaces de luchar o por lo menos de imaginar otro mundo posible; es que no podemos conformarnos con respirar veneno de carro, no podemos dejar que multinacionales se roben ríos, asesinen de hambre y sed a indígenas, a personas como usted o como yo; no podemos seguir permitiendo que constructoras construyan edificios en el centro de la vida misma; no podemos seguir consumiendo como zombies todo lo que la propaganda nos muestra.

¿Acaso no se da cuenta que el cambio está en sus manos?

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