Ni una bomba que puso un talibán en su hotel de Afganistán, ni las balas que zumbaban en sus oídos en la guerra de El Salvador hacen que se refleje tanto pánico en la cara de este curtido periodista como el momento en el que recuerda la avalancha de agua que apareció de la nada en la Calle 76 de Barranquilla, en uno de los muchos arroyos que empiezan a ser cosa del pasado en esa ciudad.
Jorge Cura iba ese día hacia el noticiero que dirige y presenta en el canal Telecaribe...”Llovía poco y se veía bajar apenas un hilo de agua por la calle, creo no haber sido imprudente, avance un poco y de pronto se vino una borrasca, tenía la ventana del carro abajo, en segundos el vehículo se llenó de agua”, dice Jorge mirando a la esquina y llevando su mano izquierda a la boca en señal inequívoca de angustia.
La de Cura es la historia de decenas de personas que no corrieron con su suerte, “A mi lado había un señor con un camión que se percató de la angustiosa situación que vivía, en segundos adelantó su vehículo, esto sirvió de dique entre la borrasca y mi carro...Fueron momentos angustiosos” dice aliviado para contar cómo el camión y su conductor se convirtieron en la mano de Dios.
Es difícil explicar cómo y porqué las calles de Barranquilla se convierten súbitamente en ríos cuando llueven y para entenderlo le pedí a Cura contar su historia y acompañarme a uno de los frentes de obra que adelantan empresas de ingeniería para encausar las aguas lluvias en la ciudad. Visítamos el frente de obra de la calle 75 que construye las empresas barranquilleras Valorcon y Jacur, que socavan el suelo y como si se tratara de la construcción de una linea para el metro, abrieron calles para que por estas puedan correr ríos subterráneos que descargan el arroyo. Es una de las más desafiantes obras de ingeniería que se adelante en la historia del país.
Jorge Cura la tiene clara: sin arroyos Barranquilla será otra ciudad ...” Esto lo iniciaron Alejandro Char y Elsa Noguera. Los mpresarios que construyen esta obra me contaron que en pocos días se levantará en uno de los arroyos “domados” un altar que rememorará a los caídos en ellos, Cura al enterarse agradece a Dios no ser hoy uno más en esa terrible estadística y lamenta que otros no hubieran corrido con su suerte.