De pronto nos vemos enfrentados a una situación impensable en que las prioridades, el afán desmedido de ocupación y nuestra rutina cambian abruptamente. Es entonces que la actividad física, a la que no podíamos renunciar, se ve desplazada por la actividad mental y nos obliga a repensarnos, a organizar nuestras necesidades de relacionarnos, a medir nuestra capacidad frente al uso de la tecnología. En general, nos enfrenta a nuevos retos y miedos, y nos hace vulnerables a todo aquello que hasta solo hace unos días era un suceso corriente de nuestra cotidianidad.
¿Por qué creer que debemos responder a un prototipo de ser humano excesivamente productivo, en que el tiempo no perdona y cada segundo es necesario para que te prepares en ser un mejor ser? Y entonces, ¿que pasó con el tiempo que era necesario para mi autofortalecimiento mental, que me permitiría afrontar estos tiempos con toda la calma y autocontrol?
Y es así que nos enfrentamos a un nuevo dilema, ¿qué es un mejor ser?, ¿es acaso aquel que está infinitamente preparado para responder a un sinfín de metas que su capacidad formativa e intelectual se lo permiten?, ¿aquel que es capaz de predecir o argumentar las disyuntivas a las que nos veremos enfrentados en el futuro caótico que se avecina?, ¿aquel que, fortalecido en cuerpo y espíritu, puede ver cómo todo su potencial es capaz de aportar en su capacidad individual a un colectivo que construye para un mejor mañana (familia, barrio, empresa, ciudad, país, mundo, dependiendo de qué tan pequeño o qué tan grande lo quieras ver?
Démonos el tiempo para reflexionar, para reconocernos a nosotros mismos, a nuestros seres queridos, a nuestra familia y a nuestros amigos. Permitámonos ser felices en un entorno del cual solo podemos decidir nosotros mismos. Preparémonos para ese futuro, que en todo caso sí necesitará de todo lo mejor que podamos aportar.