Por mi compromiso con la seguridad vial y mi interés personal sobre el motociclismo de mi país, lamentablemente todos los días me entero de incidentes, accidentes y fatalidades viales a nivel nacional.
Es triste y muchas veces abrumador ver imágenes muy crudas de usuarios de moto, en su mayoría muy jóvenes, perdiendo extremidades o partiendo de este mundo sin concluir algunos sueños o recorriendo los maravillosos lugares que yo he podido conocer.
Sin embargo, lo ocurrido el domingo en la vía a La Vega materializó todos mis miedos: una joven mujer, madre y motociclista, que sin conocerla me reflejó su compromiso con su propia seguridad al llevar prendas de protección y mantener una velocidad acorde a la vía que recorría y que muchas veces yo mismo excedo, encontró la muerte a manos de otros apasionados por las motos, que sin pensar en su propia seguridad y en busca de emociones fuertes protagonizaron tan fatal desenlace…
Para la mayoría de los que ya llevamos algo de tiempo en este mundo de dos ruedas es evidente que el desordenado andar de los causantes del accidente fue el motivo de la muerte de esta mujer.
No obstante, fue desgarrador oír un audio, que se replicó en varias redes sociales, donde un hombre tuvo la osadía de responsabilizar a esta mujer de su propio deceso, argumentando que ella, quien nada tenía que ver en esta alocada carrera de orgullos, no tenía que asustarse ni moverse para darles paso y para que siguieran poniendo en riesgo más vidas.
Tan poco o nulo sentido común manejan algunos moteros que aquel que cumple lo mejor posible las normas (y no me incluyo) es quien debe abstenerse de usar las vías para que estos den rienda suelta a su prepotencia y falta de técnica para andar.
Sentí muchas cosas al ver los videos del grupo de usuarios de motos de ese día, un grupo tan grande, sin liderazgo, donde cada quien arrancaba a lo maldita sea. No se discriminaron cilindrajes o experiencia. Varios llevaban trajes de competencia solo para sancocharse las güevas, porque "pilotos” no son. Un verdadero piloto no corre en las vías, usa las pistas.
Todos gritaban y maldecían pero muy pocos brindaron alguna ayuda real (no se conocían). Fueron tan cobardes que a pesar de echarle la culpa a la occisa, sí tuvieron tiempo de esconder las motos, alterando garrafalmente la escena de accidente. Como motociclista me avergüenzo de sus acciones, pero nunca podré desconocer que cuando empecé en este mundo también me dejé llevar por los excesos. Uno de los varios accidentes que he tenido me recordó lo frágil que soy y el dolor que puedo causar a otro actor vial, pero con una gran diferencia con la gran mayoría de usuarios de la motocicleta: tengo mis documentos al día, mi Soat vigente y un seguro adicional que, sin ser obligatorio, me permitirá en caso de un infortunio un respaldo. Además, esto lo complemento con una actitud preventiva, conducción a la defensiva, cediendo la vía o bajando la velocidad cuando no se puede andar. Y cuando salgo en grupo me preocupo por el que va a mi lado, estoy pendiente de su conducción o de corregirlo si es necesario.
Andar en moto no es solo llegar más rápido que un carro, poder usar espacios más pequeños o infringir más fácil las normas sin que se den cuenta, es sentir a cada momento que soy frágil y que solo yo soy responsable de mis actos, nadie más.