Con 21 años, Claudia López quería estrenar su ciudadanía votando en las elecciones de 1990. Pero sus tres candidatos presidenciales Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro, la violencia los dejó llegar. Terminó elegido, sin su voto, César Gaviria, pero nació su furor político. Junto con 24 jóvenes más y se propusieron modificar la Constitución del 89 que acababa de celebrar los 100 años de firmada y buscar un pacto de paz con una nueva constitución. Junto con Fernando Carrillo, hoy Procurador general, que se convirtió en el rostro del movimiento de la Séptima papeleta, lograron votarla en las elecciones de marzo de 1990 y un imperativo para el Presidente electo, César Gaviria convocar a una Asamblea Nacional Constituyente.
El movimiento de la Séptima papeleta fue un laboratorio de futuros dirigentes como ella, Carrillo, Fabio Villa, Pedro Viveros, Oscar Guardiola, Alejandra Barrios y Catalina Botero y otros, pero también un semillero de futuras amistades como la que entabló Claudia con Catalina Botero y Alejandra Botero. Esta última fue quien le abrió el horizonte académico y le mostró el camino para poder estudiar en El Externado. Se matriculó en la Facultad de Relaciones internacionales después de haber intentado sin éxito entrar a Derecho en la Universidad Nacional y descartar una beca para estudiar medicina en Varsovia por la caída el muro de los países comunistas. Inició Biología en la Universidad Distrital pero se retiró aburrida.
Fue la mamá de Alejandra Barrios quien le dio la oportunidad de su primer trabajo como consultora de Naciones Unidas en el programa Hábitat. Claudia, que a diferencia de sus otros compañeros vivía en el extremo Sur de la ciudad, en el barrio Nueva Candelaria de Ciudad Bolívar, recorría sus calles destapadas, una vez terminaba clase, para recolectar información con la que la ONU podría determinar el monto de un proyecto de vivienda para la localidad. Fueron cuatro meses en donde dejó de atender restaurantes, trabajar como payasa, titiritera y recreacionista en el parque Bosquechispazos.
Su contrato con Habitan le permitió ayudarle a su mamá María Del Carmen Hernández, la tenaz maestra del Distrito de la que le había aprendido la lucha sindical y cuyo esfuerzo solitario le permitió a Claudia y sus otros tres hermanos, Carolina, Jason Eduardo y José Luis acceder a la universidad. Los griegos, como ella misma los llama, porque estudiaron música y filosofía. Cuando el contrato terminó, Claudia quedó de nuevo en el aire. Cursaba arto semestre.
Fue entonces cuando apareció Enrique Peñalosa en el horizonte. Supo a través de su vecino Andrés Pacheco, que en la campaña del hoy alcalde, buscaban una investigadora. A pesar de la n necesidad, Claudia López pensó en dejar pasar la propuesta. Había conocido a Peñalosa tres años atrás cuando fue su profesor de Economía en la carrera en el Externado pero no hubo empatía: era un pedante.
Intento otras opciones laborales pero nada resultaba. Volvía a caer en la depresión pesada que la rondaba con su primer recuerdo: ver, a los tres años, como su hermanita Martha caer un hueco cuando intentaban saltarlo. A la niña la sacaron muerta y el matrimonio entre sus papás, Reyes López y María del Carmen, empezó a resquebrajarse desde ese día. La separación llegó cuando ella tenía ocho años. Desde ahí se fue a vivir con su mamá y lo único que le quedó de su padre fue la pasión Galanista.
No tuvo pues más remedio que aceptar la oferta laboral del pedante profesor y se presentó a la entrevista. Le dejó en claro que aunque trabajaría profesionalmente para él, su voto estaba decidido por Antanas Mockus. Seis meses después de estar en la oficina de Peñalosa se había convertido en hincha suyo: había cambiado su opción política. Padeció en carne propia la derrota contra Antanas Mockus, Claudia López se desplomó con la misma tristeza que despidió a Bernardo Jaramillo Ossa, el primer candidato presidencial por el que iba a votar, cuando se enteró de su muerte. A partir de allí surgió un vínculo que superó la esfera política.
Cuatro años después, Claudia López se la jugó nuevamente por Peñalosa en la elección en la que resultó ganador Peñalosa. Se impuso a un rival fuerte con arraigo popular: Carlos Moreno de Caro. Con Peñalosa, Claudia López debutó como funcionaria pública en la dirección de Acción Social de esa alcaldía. A partir de entonces nada la detuvo de cara a la actividad pública: columnista del Tiempo, la Silla Vacía y participación en múltiples foros. El encuentro con León Valencia, entonces director de la Fundación Arco Iris que estaba empeñado en la investigación sobre los vínculos de políticos y paramilitares le marcaron una nueva ruta. DE allí resultó el libro TY refundaron la patria. Fue Claudia, entonces cercana a Gina Parodi, quien influyó en su posición radical contra la presencia de Mancuso, Ernesto Báez y Ramón Isaza en el Congreso cuya posición crítica determinó la fractura de Parody con el entonces Presidente Uribe.
Su pasión por la política la trajo de vuelta de la Universidad de Northwestern, en Chicago, donde completaba un doctorado para aspirar al Congreso. Fue uno de los palos electorales del 2014, saliendo senadora con Angélica Lozano como fórmula para Cámara, quienes defendieron abiertamente los derechos de la población LGTB, con 81.045 votos. La abultada votación la catapultaron a ser un cuadro directivo del Partido verde.
Apenas se estrenaba en el Senado cuando Enrique Peñalosa resolvió en esos mismos años, lanzarse a la Presidencia para atajar la reelección de Juan Manuel Santos. Claudia no dudó en apoyar la campaña presidencial de su mentor con una intensidad y compromiso que salía a las calles a entregar volantes, con la camiseta puesta, a hablar con la gente y convencerlos de que Peñalosa era lo mejor.
De nuevo lo acompañó cuando Peñalosa decidió lanzarse a la Alcaldía de Bogotá en el 2015, al extremo de aceptar la jefatura de debate. Sin embargo la contienda marcó su divorcio político. El guiño del Presidente Uribe y el apoyo de Germán Vargas y Cambio Radical a su amigo Peñalosa, la forzaron a irse con su contrincante del Partido Liberal Rafael Pardo con una frase que retumba aun en las redes: “Quiero a Peñalosa como amigo pero prefiero a Pardo como alcalde”. La radicalidad y convicción de López no podían resistir una amalgama política en la que Álvaro Uribe, uno de sus principales centros de ataque en el debate de la parapolítica, fuera un jugador central. Hasta allí llegó una alianza que al final políticamente nunca pelechó.