De niño Roberto Gómez Bolaños era bajito, chato y delgaducho. La mayoría de veces se le veía jugando futbol en las polvorientas calles de Benito Juárez, delegación del Distrito de México. Por su complexión delicada algunos amigos se burlaban de él, pero, para sorpresa de todos y sin importar las consecuencias, se caía a los golpes con ellos. Quería demostrar su hombría.
No obstante, la valentía se esfumaba cuando caía la noche. Le tenía miedo a la oscuridad y cada vez que se iba a dormir era un martirio por qué siempre pensaba que iba aparecer algo bajo su cama, lo cual no era así.
En el colegio volvía a mostrar su lado viril, se enfrentaba a los chicos más grandes. Lo brabucón le sirvió, aunque su mamá nunca se dio cuenta de que era peleador. En Peso Paja, la división más ligera en el campeonato nacional de boxeo mexicano, fue subcampeón, y campeón dos veces. Nadie le ganaba. Hasta que ingresó en el campeonato aficionado de Guantes de Oro y le metieron una paliza. Hasta ahí dejaría el boxeo.
A mediados de los 40 perteneció a la selección de futbol del Instituto de México en quinto y sexto de primaria. En ese momento llegó un nuevo entrenador, el costarricense Rodolfo Muñoz, reconocida figura del Real Club España y otros clubes aztecas en las ligas mayores de fútbol de México. “Butch”, como le decían al entrenador tico, se dedicó a Roberto y lo formó. El chico se convirtió en una estrella. En el barrio lideró una pandilla, Los Aracuanes. Todos los integrantes eran deportistas: beisbolistas, basquetbolistas, nadadores, atletas y futbolistas. Las chicas se derretían al verlo, una de ellas fue Graciela Fernández, ex esposa de Roberto, quién lo vio junto a su cuadrilla en un bar y él la invitó a bailar.
-¿Quieres bailar?- preguntó Roberto en tono conquistador.
La chica se sonrojó, “me está sacando a bailar Roberto Gómez Bolaños”, pensó. Tiempo después sería la novia de Roberto y su esposa.
Rodolfo Muñoz, viendo el progreso del adolescente con 15 años, lo mandó a jugar a las inferiores del Club Deportivo Marte, equipo que formaba parte de las ligas mayores de México, y campeón esa temporada 1942-1943.
El equipo alterno, formado por juveniles, se enfrentó a varios clubes profesionales, como el América, el Atlante o el extinto Real Club España. Jugaba de delantero en la punta derecha. Era gambeteador, no se dejaba quitar el balón fácilmente, pero cuando iba al cuerpo a cuerpo la mayoría de veces lo desplazaban. Se convirtió en goleador de su equipo. “Era muy aburrido, porqué lo único que sabía hacer era meta y meta goles, todo el tiempo”, aseguró Roberto Bolaños en un especial de la cadena Bio en su 83 aniversario.
Roberto intentó e intentó, pero sus escasos 1.61 metros y 48 kilos no le permitieron ascender en el equipo. No siguió la carrera del fútbol. “Él fue un gran jugador de fútbol. Yo creo que pudiera haber sido profesional si hubiera tenido más corpulencia correspondiente, pero no era muy finito de estatura”, explicó en el mismo especial José Luis Ramírez, amigo de infancia.
No tuvo fortuna con el fútbol, pero era tal la pasión que escribió el guión de “Chanfle”. Lo protagonizó y tuvo la oportunidad de ser figura en el estadio Azteca. Uno de sus anhelados sueños.
@JuanCachastan