Después de 4 días de protestas el presidente Duque anunció el retiro de la reforma tributaria, que fue la gota que rebosó la copa de una nación azotada por el hambre, la pobreza y el abandono que caracteriza a nuestro nefasto Estado. Además de la ineptitud del gobierno para manejar la pandemia y la mezquindad de la clase política, el descarado y sistemático abuso policial terminó de desgarrar el aguante que le quedaba a la sociedad colombiana para intentar salir de la crisis.
No es ninguna novedad que la oligarquía criolla solo vela por sus intereses políticos y económicos, lo que resulta novedoso es la magnitud del clamor popular. El panorama social es tan desolador que todos los sectores y gremios del país se unieron en contra de la que seguramente es la reforma más lesiva para la clase media en mucho tiempo, una reforma que nos iba a cobrar por trabajar, comer, pensionarnos, sobrevivir y hasta por morir. Sin embargo, aunque novedoso, es fácilmente comprensible, las estrategias de cierres y toques de queda que se emplearon para hacer frente a la COVID-19 están acabando con las pequeñas y medianas empresas y con el comercio de barrio que es el sustento de mucha gente.
En lugar de gestionar vacunas para acelerar la reapertura económica y social del país, el gobierno se dedicó a despilfarrar fondos del estado en herramientas de represión y otras nimiedades insignificantes como un programa de televisión sin sentido y campañas de propaganda para mejorar la imagen de un presidente que asesina de hambre y a balazos a la población civil. En palabras más coloquiales, no hay empleo, ni oportunidad, ni justicia, ni vacunas, ni siquiera garantías para la vida, y la gente se cansó, se cansó y salió a las calles a reclamar por la absurda cantidad de problemas estructurales que enfrentamos.
¿Y la respuesta de los gobernantes? Como es costumbre, la más estúpida de las respuestas posibles. Miedo represión y muerte. Es increíble e inquietante observar el comportamiento de la fuerza pública. Las redes sociales están desbordadas de pruebas audiovisuales en las que se observan miembros de la policía y el Esmad abriendo fuego indiscriminadamente contra los manifestantes. Urge un debate de control político sobre la más vergonzosa y repudiable institución colombiana, la policía que cada que puede sale a la calle a matar, torturar, desaparecer y hasta violar.
Las calles se mancharon de sangre en las ciudades y el pueblo colombiano llora sus muertos en medio de su desgarrado clamor de dignidad. ¿Realmente se retira la reforma o simplemente planean maquillar la situación? ¿Quedará en la impunidad la muerte de las aproximadamente 40 víctimas fatales reportadas por organizaciones de derechos humanos que han muerto por balas oficiales del Estado?
Esperemos que pronto cese la horrible noche para Colombia y el bien germine finalmente. Hasta entonces, ¡viva el paro nacional! Por nuestros muertos ni un minuto de silencio, ni un solo paso atrás.
