El muro de Berlín dividió a las familias y a los amantes furtivos; decretó la nulidad de los noviazgos inconclusos; y separó a los alemanes durante 30 años. Pero ese día mágico, casi macondiano; el esperpento de alambre de púas y polvo de ladrillos se disolvió en el aire como Remedios La Bella.
Solo quedaron unos arrumes de escombros que hoy son un atractivo turístico y le recuerdan a la humanidad qué tan ruines e inútiles son las ideologías fallidas.
Cuando las sábanas que envolvían a La Bella se confundieron en la gasa blanca de las nubes del otoño y volaban al infinito; allí mismo empezaba un periodo de cambio, que algunos llamaron posmodernismo, que se extendió hasta el derribamiento de las torres gemelas.
Durante ese tiempo se reafirmó el fracaso también de todos los demás relatos, que no lograron que la humanidad alcanzara la felicidad: el cristianismo, la ilustración, el socialismo estalinista y el capitalismo tardío.
No lo digo yo. Lo predijeron con años de anticipación los filósofos y orates de la época, que, como siempre, nadie les creyó; pues sin duda alguna son los únicos que nunca se equivocan.
Aunque el término posmodernismo significa muchas cosas en la literatura, el arte y la arquitectura; su rationale es aplicable a la política, en la medida que todos los relatos y petites històries anteriores habían fracasado como utopías para reformar a la humanidad.
El término posmodernismo fue acuñado inicialmente por Lyotard [1], aunque algunos digan que Friedrich Wilhelm Nietzsche fue el primer posmodernista.
Con treinta años de anticipación el filósofo francés predijo la desintegración del socialismo estalinista a causa de sus propias contradicciones internas (para él socialismo y comunismo son diferentes).
Luego del hecho consumado él escribió: "La caída del Muro de Berlín es el signo más elocuente de que el comunismo estalinista totalitario no pasó la prueba de la historia. Las masas movilizadas irrumpieron en la escena, derribaron a la burocracia, rompieron los muros y pusieron fin a todo el sistema. Nadie estuvo para la defensa del antiguo régimen totalitario".
Años más tarde Francis Fukuyama en El fin de la historia predijo que en el futuro no existirían más keynesianismos, ni neoliberalismos, y que atrás quedarían las ideologías. Estados Unidos, Europa y Japón habrían de ser tan pragmáticos como el gobierno chino.
Respecto a la economía de la China, el mismo Fukuyama [2] sostuvo que tiene una política industrial y controla los recursos para promover ciertos sectores, deshacerse de cuellos de botella y crear nuevas tecnologías, teniendo como fin promover las exportaciones. También su sistema se basa en una gran cantidad de injusticias dentro del país, que lleva a muchos actos de violencia y protestas sociales. Todo esto se ha hecho sin seguir una agenda lógica, pues solo le interesa generar ganancias. Ya no hay ideas, no hay marxismo-leninismo, que no es anticapitalista, sino que busca ganar más dinero siendo prácticos.
Este es el norte que tiene China". Fukuyama duda que el sistema chino vaya a prevalecer a la larga pues está basado en algo que no es sostenible: "es una economía impulsada por las exportaciones que depende de los consumidores de Estados Unidos. Por tal razón el gobierno chino puede ser legitimado en medida que mantenga su motor de crecimiento en movimiento.
A su vez Herbert Marcuse [3] hablaba de una nueva izquierda
Las utopías tienen su cara y su contracara. Este es el eje central de la nueva izquierda, inventada para sustituir a la izquierda stalinista con la idea de eliminar la violencia en este sistema; pues esta, no puede evitarse cuando se imponen caminos distintos a los preferidos por el ser humano real. Este sentido de utopía, produce temor debido a la acción constructivista por cambiar la naturaleza humana, lo cual conduce a resultados sumamente dañinos.
La idea de la nueva izquierda cuyo creador ha sido sin duda Herbert Marcuse quien adhiere al marxismo, pero con la enfática condición que no se lo vincule para nada con el terror estalinista.
Marcuse pertenece a la Escuela de Frankfurt junto a otros como Fromm de quien se alejó años después. A ella también pertenecieron Adorno y Benjamín. Se doctoró en la Universidad de Friburgo y sus obras más conocidas son El hombre unidimensional, Razón y revolución, La sociedad industrial y el marxismo, Ética de la revolución y Cultura y La sociedad carnívora.
En la misma forma que el muro representó la desintegración del socialismo estalinista, el derribamiento de las Torres Gemelas simbolizó la aparición de un nuevo actor: el extremismo islámico que ahora replantea la nueva lucha contra la cultura occidental.
Se inicia entonces la recuperación de Al Ándalus, o sea, el antiguo Califato de Córdoba.
[1] Lyotard, Jean Francois (2000). La función narrativa y la legitimación del saber. La condición posmoderna. Madrid, España: Cátedra. p. 57-58. ISBN 8437604664. [2] F. Fukuyama. The end of history and the last man. [3] El hombre unidimensional (One Dimensional Man, 1964).