Continuación de “Cartagena: Ni heroica, ni fantástica”
Después de ver las distintas opiniones de los lectores vi que muchos no están de acuerdo con que yo me atreva a decir que Cartagena no es ninguna heroica. En este breve artículo trataré de explicar el por qué de mi afirmación. (Y por cierto, también me quedaré corto en este texto).
Lo que dije en el artículo anterior, publicado en El Universal como “La lógica del equilirbio”, y en Las2Orillas como “Cartagena: Ni heroica, ni fantástica”, fue lo siguiente: “Describiré un poco el panorama tan obvio de esta ciudad que blasfema la historia al llamarse a sí misma Heroica y que con mucha prepotencia e ignorancia se cree ahora fantástica.”
Tal vez no nos hemos fijado bien sobre el mal uso de las palabras, especialmente en la conjugación del verbo ser en la frase «Cartagena es heroica». Si corregimos el error, teniendo en cuenta los criterios histórico-sociales que sustentan mi sencilla y obvia tesis, escribiríamos «Cartagena era (o fue) heroica». En la vida, en el mundo humano, en la historia, e incluso en la naturaleza, las cosas que se ganan se pierden, y en algunas cosas las cosas que se pierden vuelven. En este caso, Cartagena ha perdido todo heroísmo que pudo tener y quién sabe si algún sea capaz, no sólo de recuperarlo, sino de transgredirlo y llegar más lejos.
¿Qué tipo de heroísmo puede tener una ciudad donde no existe la verdadera política, donde unos parásitos mediocres juegan a hacer política, pero lo que realmente hacen es degradar la práctica política a la sucia y asquerosa politiquería estructurada por una red de corrupción e ignorancia?
En Cartagena nos echamos la historia encima, como esas personas que se amarran al pasado, recordándolo como fanáticos religiosos; no viven el presente y pierden su tiempo mientras descuidan lo que más importa: El ahora. Mientras sigamos mirando atrás repitiendo como bobos que somos ciudad heroica, mientras siga pasando el tiempo y nos importe más ese relato de independencia extraña en vez de atender correctamente nuestros problemas como ciudad, seguiremos siendo esclavos de la ignorancia, y esclavos, sobre todo, de las familias millonarias de la ciudad, de esas que no les importa que a 10 minutos del tan aplaudido, vendido y prostituido Centro Histórico, vivan seres humanos y animales en condiciones de pobreza real e indignante.
Además, quiero recordar que Cartagena es también Olaya Herrera, Nelson Mandela, El Campestre, San José de los Campanos, El Bicentenario, La boquilla, San Francisco, El Socorro, El Rodeo… y la lista continúa, y sí, Cartagena también son todos esos barrios que para la gente que vive por encima del estrato 4 son barrios corronchos, gente de oriente, esa que no es «gente bien» porque son más pobres, porque en su mayoría son negros, porque aquí en la ciudad, a nivel de estructura de poder político, aún se piensa que los blancos son los que merecen y tienen, por derecho divino y natural, ser más y mejor que los negros.
Esto es así, he escuchado a personas pertenecientes a los altos estratos sociales decir cosas despreciativas de la gran mayoría de la ciudad de Cartagena. Si bien se han hecho campañas de afrodescendencia, y ese es un tema que se está manejando con buena energía, es necesario reestructurar las bases de nuestra sociedad.
Aquí suceden cosas como la remodelación de un puente pequeño, donde el proyecto (según el cartel puesto en la obra) tenía un costo de 48 millones de pesos aproximadamente, y durante todo el tiempo de trabajo del proyecto, solamente 2 o 3 señores mayores de 50 años, sin uniforme, arreglaron algunas fisuras superficiales, hicieron algunas barras dañadas, y pintaron, por su puesto, con pintura barata. No me digan que ese magnífico trabajo de remodelación profesional y calificada, bajo la dirección de algún excelente ingeniero civil costó 48 millones de pesos. Habiendo tanta crisis ambiental, tanta necesidad de intervención social en sectores donde la violencia empieza desde la infancia, tantos embarazos prematuros, crisis en el sistema de transporte, falta de apoyo a deportistas locales, falta de apoyo a gestores culturales, y muchos, pero muchos más problemas, y cada vez más profundos y graves, los políticos petulantes de aquí, aspiran tan sólo, a hacer pendejadas como la del puente que mencioné, para robarse algunos millones… lo triste, es que muchas veces esa plata se la terminan gastando en putas, trago y desorden.
¡Qué heroicos son nuestros políticos cartageneros! ¡Sus políticas son loables! ¡Viva Cartagena la heroica que mantiene a la gran mayoría de sus ciudadanos en situaciones de pobreza!
He entrevistado a algunas empleadas de servicio, mototaxistas, vendedores de fritos, de jugo, carretilleros de fruta, etc, preguntándoles cuánto necesitan diariamente para sobrevivir y mantener el estilo de vida pobre que llevan. “12 mil o 15 mil, para pasarla raspa’o”, me dijo una «muchacha», como le dicen aquí a las empleadas domésticas. Y sobre este asunto el DANE tuvo el descaro de afirmar que una persona que reciba 6.947 pesos diarios no puede ser considerada pobre (ya escribiré sobre esto también).
¿Tengo que explicar más o es que nos falla la vista y la memoria?
Cartagena es una ciudad donde la miseria se multiplica diariamente; donde los políticos roban y hunden a las personas que intentan hacer algo mejor.
Vaya heroísmo podrido el nuestro.
@jpsuspension