Me acuerdo de su arrogancia en los consejos comunitarios impostando la voz de su guía, de su luz, de su farol. Era el clon de Álvaro Uribe. Y con su voz trataba de sonar tiránico hablando en diminutivos y la gente lo quería porque ese muchachito de 30 años, de camisa por dentro, estudioso y de buena familia, iba a ser el digno reemplazo cuando Uribe decidiera bajarse del trono.
Decían que entraba y salía de la Picota cuando se le daba la gana para apretar a los testigos de Agro Ingreso Seguro. Este prototipo del Colombiano de Bien iba a misa cada domingo y le cumplía a los amigos que lo habían encumbrado en el poder. Era agradecido y buen hijo. Por un error fue Juan Manuel, de los Santos Santos de Bogotá, candidato del uribismo. El expresidente se lamentó desde el principio; a su ex ministro de defensa le quedaba más difícil de manipular que a Arias. Y así fue.
Un año después de haber perdido el poder, Uribe tuvo que ver cómo a 'Uribito', su hijo putativo, le daban muerte política y ocuparía una cómoda celda en el Cantón Norte. Pero Arias se voló a Miami, a trabajar en una fábrica de paneles solares, a posar, de perseguido político.
Hoy lo agarraron y los uribistas se rasgan las vestiduras llamando a Santos traidor, dictador, castrochavista. Mal día para agarrar a 'Uribito'. Los más sagaces incluso hablan de una conspiración. Uribe tuvo el descaro de decir que Santos ejerció presión para su captura. ¡Como si un presidente colombiano pudiera tener algún tipo de injerencia en la política norteamericana! Óscar Iván Zuluaga se atrevió a decir en su momento que Arias había revolucionado el agro colombiano.
La imagen de Andrés Felipe Arias, pálido y triste, constrasta con los años en los que se creía el dueño de Colombia.
