“Jamás debe un hombre contar todo lo que hace, porque es algo para la muerte del mismo hombre” dice José Gregorio cuando se refiere a las prácticas espirituales que realiza. “Cuando alguien camina puedo sentir qué tipo de persona es. Es más, a muchas reuniones no puedo entrar descalzo porque me muero. En un congreso, por ejemplo, hay tanta ira, hay tantas buenas cosas, que las energías humanas son como los son rayos que pegan en mi cuerpo. Soy el que quito las malas energías, el que construyo la paz, y nadie sabe cómo me siento.”
“Cuando llego a mi casa de esas reuniones puedo pasar 5 días en la cama botando todas las malas energías. En esos momentos no quiero hablar con nadie, no porque tenga rabia, sino porque tengo que botar todas esas energías personalmente y no a otra persona. En esos momentos mi cuerpo está mal. No me junto con mi pareja en esas ocasiones, no quiero que ella me pregunte sino hasta que yo hable. Esa es mi vida, y transmitir todo eso a los niños, y más ahora que nos van a entregar nuestra tierra y vamos a tener un resguardo, para lo que quiero que la gente de mi comunidad esté muy bien preparada.”
“Estamos pidiendo al gobierno nacional que nos de esta tierra para nosotros, para tener independencia. Eso anhelamos y por eso queremos cultivarnos viejos, niños y jóvenes impartiendo el conocimiento de la meditación."
“Hice una meditación el año pasado. Salí sin comentarle a nadie. Me fui muy lejos y muy solo a cacería antes del 24 de diciembre. Me sumergí en la selva y tuve contacto con los espíritus. A las 3 de la tarde, en una playa totalmente solo, vi los árboles inclinarse y la información de todo el mundo vino a mi. Vi la masacre y el llanto de la naturaleza. Cuando terminé caí al piso y al levantarme no quería comer animal, porque se convirtieron en la propia carne del hombre que estaba meditando. A las 11 de la noche un ave golpeó mi brazo y lo enfermó con un frío que botó. Según mi sueño si el frío llegaba hasta mi corazón, podía morir. Desde el 24 de diciembre hasta el 1 de enero estuve enfermo.”
“No soy un chamán, soy una persona que trata de encontrar este mundo. Los chamanes tienen contacto. En esta comunidad los chamanes ya murieron, uno de los más fuertes fue mi abuelo, el papá de mi mamá. Mucha gente venía a consultarlo, y yo peleaba por él, porque no le pagaban. Él me reprendía, me decía que estaba hecho para eso, y que si alguien quería y podía reconocerle su sanación, era cosa de ellos.”
“A mi me bautizaron pero soy más de mi propia cultura, y yo se la enseño a mi hijo, el hombre. A la niña le enseña mi mamá, que es su raíz. Ella quizás no me cree a mi porque estoy al lado de un computador, en cambio mi mamá teje al tiempo que va dando la instrucción. Mi hija debe tejer para estar dentro de la tradición, y yo no estoy en el tema del tejido, mi plan es la construcción de la política para mantener esa identidad.”
“Adicional a lo que enseñan los profesores y la lengua tikuna, la enseñanza de la comunidad debe ser muy tradicional, y para eso lo que hacemos es crear eventos de ritualidad para los niños. A futuro queremos una educación autónoma, en los contenidos y en el presupuesto.”
Terminamos el día profundo y suave con José Gregorio en su comunidad de San Martín de Amacayacu, visitando su chagra, la escuela y el cementerio, en el que nos dice “Yo no quiero que me pongan aquí, quiero que me entierren en una vasija al lado de mis antepasados.”
Fotografía: Hervé Neukomm