En el siglo XIX se entendía por ‘Liberal’ el pensamiento que se rebelaba contra un poder central -Estado o Soberano- que coartaba o limitaba las libertades individuales.
En la Historia de Colombia se atribuye a Santander el origen remoto del Partido Liberal por haber representado la preeminencia de la importancia de lo institucionalidad (“las armas os dieron la Independencia; las Leyes os darán la Libertad”) en contraste con Bolívar que representaba lo más próximo a un dictador o soberano.
Luego mantuvimos la denominación de ‘liberal’ por contraste con quienes encarnaban la propuesta de un Estado centralizado y fuerte dependiente de tener un líder a la cabeza.
La propuesta socialista ofreció un enfoque en el que el Estado debía defender el interés general por encima de los intereses individuales; nosotros le dimos la identificación de ‘Liberal’, a pesar de que lejos de considerar al Estado como una contraparte o como un obstáculo lo consideraba como el instrumento para adelantar ese propósito.
Desde entonces ‘liberal’ es una palabra que, a pesar de que deberían ser excluyentes, cubre estos dos sentidos. Así entre nosotros se ha manifestado designando por igual las líneas de derecha y de izquierda en el partido: la ‘Revolución en Marcha’ de López Pumarejo y ‘La Gran Pausa’ de Eduardo Santos o el MRL de López Michelsen y el Frente Nacional bajo el manejo de Alberto Lleras.
Desde el fin del Frente Nacional, cuando se perdió la diferencia ideológica entre los partidos, el Partido Conservador cedió el espacio de centro derecha y el Partido Liberal, bajo esa ambivalencia que cubría todo el espectro político, se convirtió electoralmente en el partido de las mayorías absolutas, pero manteniendo la división entre tendencias de izquierda y derecha como característica de esa colectividad (incluso por eso perdió el poder con Belisario Betancur).
Dentro de la rivalidad por quién representa mejor la opinión pública, los medios se dedicaron a promover el desprestigio de ‘la clase política’; naturalmente quien más la encarnaba era el Partido Liberal. Una transformación era necesaria y para eso se citó a una Constituyente del Partido.
En ese momento en el mundo occidental la dialéctica histórica había llevado a que con la ‘izquierda’ se identificaba a la socialdemocracia, y con la derecha al modelo neoliberal.
Tras un año de trabajo la Constituyente del Partido Liberal produjo unos estatutos definidamente de carácter socialdemócrata, inspirada en buena parte en los estatutos de PSOE español: participación de sectores no políticos en todos los órganos; consultas populares obligatorias para las candidaturas a los cargos de elección; autonomía de los sectores para elegir sus representantes; secretario general y miembros de los tribunales elegidos por el Congreso del Partido; separación de la responsabilidad ideológica de la electoral ;etc.
Sometidos a consulta popular estos fueron aprobados por 2.5 millones de liberales.
El miedo de Serpa de sufrir otro fracaso lo indujo a desfigurar la identidad aprobada y en el Congreso que aprobó su segunda candidatura hizo un pacto para aceptar como director del Partido a César Gaviria, como vicepresidente a un miembro del Partido Conservador y a lanzarse bajo el nombre de Convergencia renunciando al de ‘Liberal’.
La trayectoria que se derivó fue:
Directores: Serpa Candidato y Director entrega a Gaviria; Repiten Serpa candidato, Gaviria Director; Gaviria renuncia y entrega como decisión personal a Pardo, Pardo Candidato; Pardo entrega a Simón Gaviria; Simón Gaviria entrega a Serpa; Serpa entrega a Cesar Gaviria.
Y el resultado en votaciones presidenciales: 2002=33%; 2006=11%; 2010= 4%; 2014 no logró poner candidato; 2018 menos del 4%.
A esto se adiciona la crisis nacida de las actuaciones ilegales de sus directores:
Pardo escogido no por elección sino por designación de Gaviria emite mediante resolución unipersonal los estatutos que habían sido abucheados y rechazados en el Congreso anterior. El Tribunal de Garantías -órgano de control del Partido- declara ilegal tal proceder; Pardo apoyado en dichos estatutos ilegales destituye al Tribunal de Garantías. Demandado ese trámite, el Consejo de Estado confirma la decisión del Tribunal de Garantías calificando de violación a la moral pública, contra el interés general, deshonesta, etc. esa actuación.
En instancias de reposición, de apelación, de aclaración el Consejo de Estado en tres diferentes salas ratifica su fallo.
Una tutela presentada fue rechazada por las dos instancias y la Corte Constitucional no consideró estudiarla.
Alejandro Linares, usando el turno de presidente de la Corte,
sin que existiera aún la sentencia y el día anterior al Congreso del Partido Liberal,
produjo un comunicado en el que derogaba la sentencia del Consejo de Estado
Sin embargo, en una acción inusual y sin consideración a evidentes impedimentos (por sus vínculos con el Partido Liberal y con César Gaviria), el magistrado Alejandro Linares propone el recurso extraordinario de insistencia. Estando aún más impedido por haber manifestado posición previa, asumió la ponencia; y usando el turno que le correspondió de ser presidente de la Corte, sin que existiera aún la sentencia y el día anterior al inicio del Congreso del Partido Liberal, produjo un comunicado en el cual decía que derogaba la sentencia del Consejo de Estado.
Con esto la situación jurídica queda en el limbo pues, no existiendo texto, no podía haber sido suscrito por los otros magistrados, ni cumplido el término de ejecutoria, ni notificación. Todas las decisiones tomadas en ese Congreso que se rigió por los estatutos desechados son por fuera de la ley.
Entonces a la ambivalencia respecto a la alineación del Partido, y al fracaso que lleva preguntar si aún existe, se adiciona el limbo jurídico en el cual se encuentra.
Quién sabe entonces a cuál ‘Partido Liberal’ renuncian quienes promueven la noticia de su retiro.