Definitivamente, el manejo parcializado de los medios de desinformación de masas sigue cumpliendo las tres funciones que las agencias de inteligencia estadounidenses les han enseñado para sostener el régimen: mentir, desviar-ocultar, culpar al presunto enemigo. El hecho que Joe Biden haya atizado el problema manifestando públicamente que “esto no es una protesta, es una insurrección” muestra claramente que no desea realizar una autocrítica sana, honesta y verdadera frente a la realidad crítica en su nación.
En primer lugar, una insurrección es un movimiento organizado con fuerte poder civil y militar que intenta cambiar un sistema y su gobierno a través de una planificada movilización que va de lo local a lo nacional. Posee líderes reconocidos con experiencia política y armada para coordinar acciones desestabilizadoras fuertes. También puede ser alentada desde el exterior aportando financiación, armas, sicarios, bloqueos, como es lo que sucede en Yemen, Siria, Venezuela, y otros países soberanos.
En este caso, nada de ello se cumplió, puesto que fue una masa anómala que puede calificarse como revuelta, convocada por redes sin carácter secreto o clandestino, cuyo objetivo fue protestar en contra de la elección de Joe Biden como presidente de EE. UU., y de ningún modo subvertir el régimen estadounidense. Por el contrario, esta masa está aferrada a un sistema neoliberal arraigado y a los valores del racismo, xenofobia, agresión a otras naciones (muy similar a los "demócratas"), dispuestos a agredir para expresar sus frustraciones políticas.
En segundo lugar, se desvía el centro de la disputa y se oculta la esencia de tal modo que, incluso siendo cierto, los congresistas acusan a Donald Trump de haber alentado esta invasión por la fuerza de la sede de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, que se ha saldado con cuatro muertos y decenas de heridos y detenciones. Sin embargo, no han hecho ninguna reflexión respecto al modelo eleccionario sujeto a múltiples manipulaciones, interpretaciones y de carácter indirecto como hace muchas décadas.
En tercer lugar, el término insurrección se refiere a una sublevación o alzamiento generalizado, lo que no ocurre con la mayoría de ese pueblo. Es desarrollada por una organización reservada, clandestina o pública que no ha podido ser controlada, lo que es imposible en un estado policial como lo es EE. UU., donde esa colectividad decide rebelarse contra las autoridades o el orden establecido con un programa claro que puede conducir a una revolución, es decir, el cambio de estructuras. Ver a Batman y vikingos en el Congreso no indica un peligro.
Lo ocurrido fue un estallido motivado por una causa específica sin un plan de acción concreto a mediano o largo plazo, ya que si es considerada rebelión sería desde que iniciaron todas las protestas reprimidas a sangre y fuego contra el asesinato de afroamericanos, las que nunca pidieron el levantamiento, sublevación o rebelión del pueblo.
El análisis sobre este hecho es localista y corto, ya que la reflexión es que si se gime tanto y la llaman insurrección, ¿por qué no piensan en el genocidio, masacres, golpes de estado, saqueo, etcétera, que han provocado durante décadas en el mundo? Es quejarse de tan poco proporcionalmente cuando se comete crímenes de lesa humanidad y sicariato internacional.
La presunta democracia es imprescindible tocar, puesto que durante un siglo y medio las élites estadounidenses se han repartido el poder, sin dejar que corrientes alternativas prosperen y con una represión a todo aquel que intente una visión progresista. Eso es autocracia disfrazada. No se puede mentir más porque esa es la verdad de un imperio que ha aterrorizado al planeta con sus acciones.
Finalmente, nadie puede dudar que la ley de compensación ha funcionado castigando a un individuo prepotente, desidioso, arrogante, autor intelectual de crímenes de lesa humanidad, explotador e inestable siquiátricamente. Por tanto, lo fundamental es analizar el tipo de mandatario cada vez menos formado que llega a la Casa Oscura, llamada así por numerosos analistas al ser un centro de confabulación para el deterioro del progreso mundial.