He pensado en el amor y en las diferentes formas de amar. Pasado el tema del amor y la amistad, la revista Mall Pocket, en su edición número 27, decidió abrirle espacio a ese espinoso tema del que poco se habla pero del que constantemente se vive: la tusa.
Luis Carlos Ávila, director editorial, hace la introducción del tema contando la anécdota, supongo, de un amigo. El tipo le cuenta como su ex novia le terminó bajo la excusa de una frase, que para los hombres inclusive para las mujeres, es poco entendible: “te dejo porque no te costó nada conquistarme”. Y es que entender y digerir esa oración es un compromiso a fondo, quien logre descifrar dicha afirmación, se llevará los aplausos. Sin embargo, y a una escala menor, el mensaje puede ser interpretado por la falta de detalles que tuvo él con ella. Porque enamorar no es cuestión de un solo día, sino de todos los días. Por eso reparar el daño, a veces, se vuelve difícil.
Y cuando se torna de gran magnitud, es mejor tirar la toalla y entrar en los aposentos de la tusa. Pero entonces vendrían las inquietudes a rondar por la cabeza de si “luchar” o “parar”. Para ello, es mejor evitar hacer el ridículo llamando a las 3am a contarle lo enamorado que estás; la canción “la quiero a morir” de Sergio Vargas, en la mayoría de veces, es cómplice. Además, porque descubres que la música que antes no te gustaba, es la que, precisamente, hoy te acompaña. Día o noche, la melancolía se aloja en lo más alto.
Todos, seguramente, hemos pasado por una situación similar, es más, las rupturas amorosas hacen fuerte al rival, con excepciones. La frase “nadie se muere de amor” sirve para estabilizar a quien está en la inmunda. “Véame, yo hace rato no estoy con ese patán” es la excusa casi que perfecta para salir del atolladero, porque si esa persona pudo “yo” también puedo. Pero aunque no haya consejo que valga por más que se quiera a esa “supuesta” alma “gemela”, es importante hacerlo saber, y más, cuando hay un proceso que antecede las penas de amor.
“No armes drama mi sol” es la columna de Ivethe Piñeros que explica cómo pasar el trago amargo tras dejar una relación, tal vez, de años. Para ella, y pese a ser conceptos banales como “acepta el duelo, llora, diviértete”, la mejor estrategia es salir a comprar ropa, dejar el celular a un lado y compartir con aquellas personas que levanten tu estado animo. No es nada del otro mundo. Por el contrario, es un remedio efectivo que se consuma en meses y no en años, como las tusas que he escuchado por ahí. He visto, inclusive, a mi mamá llorar por hombres. Es obvio que me parte el corazón, y a cualquiera, cuando se enfrenta a ese muro invisible a darse golpes de cabeza y a echarse culpas innecesarias.
El amor emborracha en segundos y deja una resaca de años. Por ejemplo el comediante Tato Devia lo explica con una simple frase: ” en el amor sirven más las huevas que la plata”. A veces no sirve la “parla” , sino el dinero. Y esa irrefutable verdad explica el aborrecimiento. Sin embargo, dos mujeres, a quienes les guardo la identidad, me dejaron sorprendido cuando me contaron que la tusa a una le duró dos años y a la otra, tres años. Debe ser poco, supongo, a comparación de ex parejas que han convivido. Por otro lado, el tiempo de la tusa no puede ser recriminable, porque en ese breve espacio de soledad, los lamentos se vuelven atracciones, y es justo en ese momento cuando el ser humano vuelve y se la juega. Ocupa de nuevo un lugar en los recintos del amor.
¡Y son atracciones! Porque retoma la idea de compartir las metas, los triunfos y las ilusiones con el otro, aunque tengan poco o mucho en común. Es prescindir del acompañamiento. Es remediar todo aquello que nos hace infelices. Es ver en la otra persona, un cambio. Es enseñarle a amar. Es reparar un daño. Es no resignarse y aceptar la condición en la que puede ella o él estar. Es volver la melancolía, felicidad. Es buscar en el amor la atracción y la seguridad para avanzar.
Habrá muchos espacios para decirle a esa otra persona lo importante que es, o para insinuarle la tusa próxima a la que se va a enfrentar. Es relativo. Lo bueno de todo esto, es que a “grito herido” podemos concluir si los improperios del amor nos hacen más fuertes, mejores personas, o más cabrones y posiblemente rudos.