A raíz del desencanto que existe en el país futbolero por el pobre desempeño del remedo de selección en las eliminatorias Catar 2022, se ha tratado de buscar las causas de la mediocre actuación aguas arriba del Caño de la Ahuyama que pone en evidencias los aires que provienen de las cumbres andinas con la intención asolapada y proclive del cambio de sede de la casa de la selección.
Todo esto por supuestas indiferencias de los fanáticos concurrentes al coloso del 20 de julio y al calor bochornoso de esta tórrida ciudad que hace más mellas en los jugadores del patio que en los foráneos, convirtiéndose en desventaja lo que ayer era beneficioso con la asistencia a cinco de las seis participaciones mundialistas de nuestra selección.
Mucho se ha dicho sobre la estruendosa actuación de la selección que la tiene al borde de la eliminación con más vergüenza que con gloria.
Unos manifiestan que el técnico fue inferior a las circunstancias, que los dirigentes trapisonderos, otros que el rendimiento de los jugadores no ha sido acorde con las capacidades de alto nivel que vienen precedidos del fútbol europeo.
Pero, la que más eco ha hecho en el interior del país, hasta el punto que un flamante alcalde almibarado ha ofrecido su ciudad como sede, es la que aduce que la querida, amable y hospitalaria ciudad de los comelisas es fría y apática en el apoyo al seleccionado.
Sin parar en mientes que los fanáticos que asisten a los partidos son en un 70 % del interior del país, que más que verdaderos hinchas son individuos con suficiente capacidad financiera para adquirir el paquete turístico que ofrecen lis mercachifles del negocio del futbol.
Este público, que viene de parranda con querida incluida, asiste al estadio Metropolitano totalmente enguayabado y con cara de amaneció y abochornaos, eso sí, por el calor infernal, sin aportar el bullicio y la jacarandosidad propia del ethos del hombre caribe, a quienes no soportan en las ciudades del altiplano por la bulla a tutiplen de sus equipos de sonido: ¡Costeños tenían que ser!
Entonces queridos connacionales, la enfermedad no está en el escenario de la arenosa, sino en otros factores de carácter balompédicos relacionados con el sistema eliminatorio de la Conmebol y sus efectos en el futbolista colombiano, poco acostumbrado a un calendario exigente en las ligas a que pertenecen y pechichón con los requerimientos físico atléticos del jugador de hoy, con el estómago repleto, dándose el lujo de sacar técnicos relevantes en el futbol mundial por no atender sus caprichos desde su zona de confort.