«Conocer es lo mismo que amar cuando nos permite vernos a nosotros mismos y a los demás como un fin y no como un medio para algo». (A. García)
Adaptarnos a los cambios de los modelos instruccionales nos está costando demasiado, hacer frente a esa nueva filosofía de buscarle un nuevo uso a la educación. Desaprendimos esos momentos en que se consideraba la educación como esa iluminación a la que tiene derecho el humano.
El aula de la educación ha cambiado en su concepto y contexto, nos convertimos en vendedores de ideas e ideologías, los problemas de la educación no ha cambiado en los últimos veinticinco siglos, basta leer a Platón cuando criticaba la forma como se enseñaba, no se permitía al alumno disfrutar de la paideia (proceso de formación de los futuros ciudadanos), y mucho menos el acuerdo entre los diferentes pensadores, hoy maestros, pues cada quien utiliza su conocimiento para transmitir el mundo de las ideas.
El desarrollo de la identidad del alumno ha sido siempre el caballito de batalla, no solo de los maestros, sino del Estado y sus políticas educativas, la cosa es que esto nos ha ganado la batalla, los dicentes actuales no tienen y no sienten identidad ni con el entorno ni con la sociedad, es más importante las marcas, la música estridente e insulsa, violar las normas, ser parte de grupos de todo tipo; cómo hacer que esto sea sostenible o autosostenible si los gobiernos no se acercan a los estudiantes, a los lugares donde nacieron y se criaron; cómo aumentar la participación del alumnado no solo en la toma de decisiones sino en proponer nuevas políticas y cómo capitalizar todo ese conocimiento desde lo ancestral hasta lo actual, enriquecer el movimiento social para comprender hasta cuándo hay que esperar que las luces del conocimiento tengan acceso a todas las personas.
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El sentimiento es claro y generalizado no solo por sus peculiaridades sino por lo completo del asunto, pues ese proceso evolutivo generó un querer poético, es decir, romantizar la educación hasta que fue manoseada por pedagogos, por docentes y expertos en educación que consideraron que la educación debía haberse constituido como derecho inalienable y se trabajo para ello, pero en este momento actual ese derecho se ha perdido, al punto que algunos mandatarios prefieren sacrificar el presupuesto de ello para invertirlo en la guerra, o en procesos de paz etc.
“Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque esa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo…” (Rubén Darío), este lamento es una forma de decir que “ya no se aguanta más”, frente a lo que sucede con lo educativo. Hay en el ambiente un dolor insondable de esa hilera interminable de problemas que acarrean en el individuo un profundo sentimiento que no se corrige en el corto plazo, y que en lo existencial se convierte en esa frustración total.
“Envidio a todos no ser yo” en palabras de Fernando Pessoa en su libro El desasosiego, pues habrá algunos a quienes lo les duele la educación, no les interesa el desarrollar ese proceso cognitivo y de crítica del pensamiento, quienes aseguran que es mejor tener borregos, que obedezcan; frente a otros preocupados por ese cambio institucional, desde esa belleza y dolor que se siente cuando escuchamos hablar a Pablo Freire acerca de “La educación no cambia al mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo”.
El ser humano siempre busca resolver los problemas que generan ese sentimiento de incompletud, de inseguridad (E. From), en donde somos una totalidad de que algo falta, y consideramos nacer de una vez o mejor renacer de las cenizas, para entender que la educación genera individuos espirituales aprendiendo a ser materiales, en donde se rescate el conocimiento, la razón, la ciencia para despertar esa voracidad que nos convierta en hacedores de aprendizaje para toda la vida.
En otras palabras, es la posibilidad de “ir más allá de la razón sin perder la razón” a lo que se refiere Karl Jaspers. Es un fin que no termina hasta no vernos a nosotros mismos y a los demás como un medio en la vía hacia la construcción de ese futuro que requiere la escuela y a la academia.