A la vida….
En Una vida en nuestro planeta, documental de David Attenborough presentado por Netflix, se muestra cómo Chernóbil, tras sufrir un accidente nuclear el 26 de abril de 1986, tuvo que ser evacuado y que, aunque hoy no hay un ser humano allí, han vuelto a nacer las plantas y los animales han regresado; eso sí, no se sabe si con alguna transformación o adaptación (mutación)… eso solo se sabrá en un largo tiempo, que es posible nosotros no lleguemos a ver. Sea como sea, lo cierto es que la vida se ha abierto camino en medio de la radiación nuclear, indicando que, aun faltando el hombre, ella (la vida) surge. Luego, la historia demuestra que no somos prescindibles (ideas tomadas de este documental y pronunciadas aproximadamente por David Attenborough).
Ahora bien, el 10 de septiembre del 2020, escribí un artículo que se tituló Carta de un filósofo colombiano a la humanidad y que gentilmente este medio me permitió comunicar. Aunque no sé a cuantas personas haya llegado esa humilde reflexión —cargada de muchas limitaciones e imprecisiones, y que tenía la pretensión de poder aportar un granito de arena ante la incertidumbre que hoy acompaña a cada uno de los seres humanos en este hermoso pero maltratado planeta—, espero que haya conseguido algo.
Con eso claro, hoy quiero hacer un ejercicio similar. Leyendo a Carl Gustav Jung, en su obra Sobre el amor (traducción de Luciano Elizaincin, Editorial Minima Trotta, año 2005), me llama la atención la siguiente afirmación: “El problema del amor pertenece a los grandes padecimientos de la humanidad, y nadie deberá avergonzarse del hecho de tener que pagar su tributo” (oc 17, 219). Pues quien se atreve a amar debe disponer de todas las fuerzas, tanto instintivas como espirituales, para que, en plena armonía, se pueda hacer de este sentimiento una realidad. Es decir, el amor se debate entre lo material y lo espiritual, y cualquier desarmonía de alguno de los dos no permite la presencia de este sentimiento.
Así pues, ¿qué le ocurre al hombre?, ¿qué le ocurre a la humanidad? Que, aunque cada uno de nosotros buscamos el amor y pareciera que tenemos idea de lo que buscamos, en la práctica pareciera que andamos en la confusión permanente, que lo hace caótico y sin embargo buscado. Ante esta realidad Carl Jung plantea cuatro elementos que considero podrían en un contexto distinto brindarnos unas posibles salidas a lo que nos ocurre.
Cuando un paciente “enfermo" acude al médico, pero su malestar es en el alma y no del cuerpo, el médico no está obligado a atenderlo y orientarlo; aunque haya jurado cumplir con el imperativo de cuidar y proteger la vida. A pesar de que el médico sí evidencia que “algo” está mal en la persona, no puede hacer nada ante este dilema: “ve que la persona no tiene amor, sino solamente sexualidad”, “que no tiene fe, porque la ceguera lo espanta”, “que no tiene esperanza, porque el mundo y la vida lo han desilusionado”, y “que no tiene conocimiento, porque no ha comprendido su propio sentido”. Frente a eso agrega Jung: ¿dónde están esos grandes sabios de la humanidad y del mundo, que no solamente hablan del sentido, sino que también lo poseen? Es imposible imaginar un sistema y una verdad que pueda curar a este enfermo.
Ante lo anterior me permito hacer el siguiente análisis:
1. “Ve que la persona no tiene amor, sino solamente sexualidad”. Será que en este tiempo de pandemia, pudimos reencontrarnos con nosotros mismos y descubrir, que las relaciones sociales que manteníamos con los nuestros “familiares” y con nuestros vecinos, incluso con quienes nos cruzábamos en el camino, solo eran relaciones; pero jamás tuvimos un encuentro; por eso hoy hemos dimensionado, el valor de dia-logar de con-versar; pues antes del pandemia pareciera que todos y cada uno “hablábamos”, “nos juntábamos”, “pero no nos encontrábamos”, pareciera que la muestra de ese afán de encontrarnos sin encontrarnos; es la forma acelerada de las redes virtuales, y hoy con profunda tristeza podemos comprender que esta “virtualidad” es solo una manera de engañarnos a nosotros mismos, pues hoy necesitamos de los otros, y ya no para utilizarlo, sino para ver su rostro, tener un encuentro humano, por eso; hemos descubierto que ya no es importante el sexo, sino el ritual que lo hace más placentero la sexualidad.
2. “Que no tiene fe porque la ceguera lo espanta”. Tener fe parece ser: que, a pesar de lo evidente, aun se puede esperar que “algo” distinto va a ocurrir, pues debido a que la construcción del conocimiento es muy limitada por la condición humana, es posible dejar en consideración otras múltiples variables, que difícilmente hemos podido concebir. En el entorno en que nos encontramos, en la repetición eterna de las cosas, en la cotidianidad permanente, donde nada parece cambiar; estas secuencias repetitivas a veces hacen que el hombre pierda la noción de que “algo” puede cambiar y ser distinto, es tanta la fuerza de la rutina, que a veces el hombre termina considerándola como una ley natural; luego lo enceguece y no le permite pensar de otro modo y por lo tanto actuar, ante el apabullante panorama, el hombre se paraliza; el miedo se apodera de él estrazándolo, hasta llevarlo a la muerte.
3. “Que no tiene esperanza, porque el mundo y la vida lo han desilusionado”. Aquí las palabras y reflexiones de Boaventura cobran vigencia, pues es tanto…el miedo que todo y cada cosa que ocurre es una incertidumbre, ya nada se puede construir para un proyecto de largo aliento, sino que se vive al favor de la suerte, y mientras crece la incertidumbre la espera y la esperanza se pierden en el horizonte; vivir se convierte en una carga y una responsabilidad ajena, el mundo ya no es un sitio para estar y ser, es más bien un lugar en el que no se quiere estar, ni ser; y los otros, lo otro, solo son otros que sobreviven, y lo otro es eso… el que está ahí, pero no para mi disfrute. La ilusión es una des-ilusión; la imaginación, la creatividad, la fantasía son solo recursos para escapar de la realidad; aunque antes se convertían para otros, en espacios para estar de otro modo con el mundo
4. “Que no tiene conocimiento, porque no ha comprendido su propio sentido”. Solo cuando los hombres podamos comprender, que no somos una “especie elegida”, “ni especial”, sino solamente una de las formas de expresión de la vida, y que perfectamente no habríamos podido existir, sino simplemente por acciones fortuitas de la naturaleza, entonces comprenderemos que somos parte de un gran mundo enmarañado de la vida; así respetaremos todas las formas de vida y sus manifestaciones, respetaremos a diferencia, y por cada especie que desaparezca, lamentaremos una y muchas veces las múltiples formas de expresión de la vida.
Solo así se comprende que vivir es solo una parte de la vida en el planeta y que lo que hagamos unos con otros (o unos contra otros) afectará a aquello que manifieste la vida e incluso a aquello que aparentemente no la tiene. De ese modo, cuando seamos capaces de comprender que nada sobra en el planeta, que todo tiene un lugar y un sentido, podremos comprender nuestro propio sentido, que no es otra cosa que vivir y ser feliz.
Luego, no tiene sentido la guerra, no tiene sentido la pobreza, no tiene sentido el privilegio de unos a costa de otros, no tiene sentido la distinción que separa y no permite la unidad, no tiene sentido la explotación del planeta creyendo que es infinito, no tiene sentido que unos tengan en exceso mientras otros mueren sin nada, y no tiene sentido todo aquello que vaya en contra de la vida y cualquiera de sus manifestaciones. Al fin y al cabo, la característica de este planeta, “hasta el momento”, a pesar de las investigaciones en el cosmos, es la vida.
El asombro…
Hay una cosa extraña
en la tierra,
pues se coloca una semilla en ella
y allí germina.
Pareciera que la tierra
Hace un acto de magia:
mezcla tierra,
aire, agua y luz,
minerales, gas carbónico.
Por este hermoso misterio se produce:
oxígeno,
se refresca el clima,
se producen las lluvias,
llegan los pájaros y los insectos.
¡Tan extraño!
¿Qué tipo de magia es esta?
Pues al producir frutos
llega y nace la vida.
Si el hombre supiera que:
cada hoja y cada planta
es una fábrica viviente.
Que en ella reside una planta nuclear
Que es capaz de producir fisiones y fusiones
para producir un fruto
sin ningún riesgo para la humanidad
¡Qué hermoso!,
todo ocurre sin el hombre.
Sin embargo, este ser,
se apodera de todo,
Incluyendo los alimentos
Y de paso… se cree dueño de la vida.
Pobre creatura: ¡cuánto desconoce?
Pues la vida sigue con él o sin el
Pobre creatura: ¿cuánta le falta aprender?
Por lo menos, para que no atente contra sí mismo.