Creo en la educación virtual, tanto que gran parte de mi formación se ha realizado de esta manera. Entre sus ventajas están una mayor flexibilidad en el manejo del tiempo, la disponibilidad permanente de recursos de aprendizaje, la facilidad para promover el trabajo colaborativo, el fomento a la autonomía, el desarrollo de habilidades digitales y la posibilidad de personalizar el aprendizaje.
Naturalmente, para que las ventajas de la virtualidad se materialicen, el acceso a dispositivos tecnológicos, una buena conectividad y la alfabetización digital son esenciales. Además, se requieren ejercicios rigurosos de diseño instruccional y tecnopedagógico que encajen en modelos académicos y de gestión adecuados. Estas condiciones no siempre se cumplen.
Recientemente, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) publicaba en su cuenta de Twitter cifras poco alentadoras para el país, especialmente en estos tiempos de pandemia y de estudio en casa. De acuerdo con esta entidad, a corte 2018 solo los departamentos de Valle del Cauca, Risaralda y Antioquia, además de Bogotá D.C., contaban con cobertura de internet mayor al 50 %. El promedio nacional se ubicaba en 43,4 %. En cuanto al porcentaje de hogares con personas entre 5 y 18 años que asisten al sistema escolar, era mayor al 90 % para los estratos 4, 5 y 6, pero menor al 74 % para los demás, con un preocupante 17,6 % para el 1, en el que se concentra la mayor cantidad de personas, y un escaso 43,0% de promedio nacional. Es decir, a pesar de los avances significativos en infraestructura de telecomunicaciones realizados en años recientes, aún existe una enorme barrera tecnológica que impide el uso de la virtualidad para todos. El panorama es terrible pensando en la emergencia actual.
Por el lado de la alfabetización digital, el diseño instruccional y el tecnopedagógico el asunto no mejora. La preparación para afrontar modelos de formación en los que se hace uso de la tecnología, y el diseño de programas y experiencias educativas pensados para la virtualidad aún es escasa en el país. Lo que hemos vivido en estos meses de estudio desde casa es mayormente una versión improvisada de la formación virtual en la que, especialmente durante los primeros días, se intentó mantener la misma dinámica de sincronía utilizada en la presencialidad. El centro ha estado en las herramientas, lo que ha hecho que términos como Zoom, Meet y Teams se popularicen, mientras que la pedagogía y la didáctica resultaron ser las grandes sacrificadas. Esto, especialmente para los niveles de educación básica y media, es un despropósito.
En el corto y el mediano plazo la virtualidad y los modelos mixtos serán la mejor alternativa para continuar formando en todos los niveles. Pero si no se reconoce la necesidad de pensar diferente, de diseñar programas para estas modalidades considerando las dimensiones tecnológica, pedagógica, comunicativa y organizacional, irremediablemente aumentará la brecha de calidad entre quienes tienen mejores recursos tecnológicos y aquellos que no. La afectación será mayor para los niños y costará más superarla en el largo plazo.