¿Cuál democracia? Esto parece una suciocracia

¿Cuál democracia? Esto parece una suciocracia

Vivimos bajo una forma de organización política corrupta, autoritaria, déspota, en donde no existen límites para retener el poder

Por: jose fernando yepes vargas
mayo 03, 2018
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¿Cuál democracia? Esto parece una suciocracia
Foto: La Portada Canadá

Hoy en día en un país como Colombia no podríamos estar hablando de democracia en víspera de las elecciones presidenciales, cuando vemos, bajo el estado de estupor de la nación que se consume como fuego bajo la lluvia, cómo la guerra sucia hace parte de las estrategias de las campañas que asisten a los candidatos presidenciales.

Existe una falsa creencia que mutó, convirtiéndose en un gran axioma, y es pensar que el poder recae sobre los poderosos y son ellos los que están llamados a gobernar. Esta es una brutal y completa mentira, más refiriéndonos a la democracia, donde la realidad es que el poder recae sobre el constituyente primario (el pueblo), donde a través de mecanismos de participación ciudadana se confiere o no por parte de un pueblo legitimidad a sus representantes.

Sin embargo, solo vemos intereses egoístas por los cuales se hacen elegir a través de mecanismos corruptos y vergonzosos, aunque contrario a esto debería ser la voz de un pueblo. Ellos deberían representar los intereses de aquellos que confiaron y sellaron tal confianza con su voto, cosa que parece entenderse de manera lógica. No obstante, la realidad no puede ser contraria a estas afirmaciones, vemos hoy una suciocracia, una forma de organización política corrupta, autoritaria, déspota, en donde no existen límites para retener el poder.

Los ojos de un país se fijan con gran morbo sobre esta contienda a la expectativa de quién será el ganador, como si se tratara de cualquier pelea callejera, y los contrincantes con su pecho inflado y sus crespas erizadas como buenos gallos de pelea, inocuos espectadores, están a la expectativa. No saben el daño que le hacen al país, un país que no quiere saber nada de conflictos, que busca la paz como mecanismo alterno de solución de conflictos; mientras tanto, las propuestas políticas pasaron simplemente a adornar sus portales web o peor aún, el próximo presidente de esta dolida y sufrida nación sea el sobreviviente de esta disputa.

La Constitución Política de Colombia establece que todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político (elegir y ser elegidos). Esto quiere decir que sí existen salidas al autoritarismo, al despotismo, al desmembramiento de un pueblo que exige justicia, que llora de hambre, que camina sobre la miseria, donde la pobreza nos abriga del frío de la noche, bajo los techos improvisados que no alcanzan a cubrir del aguacero de necesidades —como la falta de educación, un sistema de salud que cubra apropiadamente las dolencias que padece la sociedad civil, un trabajo digno que mejore la calidad de vida de los ciudadanos, un techo donde el tejido social y familiar se fortalezca como núcleo fundamental de la sociedad—.

Se debería estar hablando de las necesidades de un pueblo cansado de andar, suplicar, levantarse siempre, permanecer, pero que no se da por vencido; que lucha contra las adversidades diarias, que figura como invisible dentro del contexto histórico de la sociedad civil colombiana, que a pesar de que las políticas de gobierno parecen ocultarse de ellos tienen esperanza.

Para aquellos que carecen de voz dentro de un realidad social y politiquera hay esperanza. Existen hombres y mujeres que creen que este país merece un cambio, que es hora de una transformación social, política, y económica, donde exista una verdadera inclusión, donde la igualdad y la justicia sean políticas de estado. Hoy creemos que puede ser diferente, que como ciudadanos merecemos respeto, que como pueblo merecemos respeto, que la democracia merece respeto. Debemos llevar un mensaje de esperanza, de creer que será diferente. Depende de ti, de mí, de ellos y de nosotros que logremos transformar la historia de este país.

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