¿Cuál democracia colombiana?

¿Cuál democracia colombiana?

Por: Fernando Dorado
marzo 10, 2014
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¿Cuál democracia colombiana?

 

El gobierno, Santos, Uribe, la Registraduría, todos los representantes de los diferentes partidos, un día después de las elecciones legislativas salen a hacer sus balances y evaluaciones. Casi nadie pierde, todos ganan. ¡Que viva la democracia!

Pero la verdad cruda y madura es totalmente distinta. Si se le descuentan al total de votos válidos (43,58%) lo correspondiente al voto en blanco (5,21) tenemos que todos los partidos obtuvieron un exiguo 38,37%. Si a esta cifra se le restan los porcentajes obtenidos por el Polo (3,78%) y Verdes (3,94%), tenemos que los partidos de la oligarquía obtuvieron todos juntos el 30,65% de la votación. ¿Esa es la fortaleza de la democracia colombiana?

¿Y así se atreven a cuestionar la democracia venezolana que obtiene cifras de participación superiores al 70%? Definitivamente no hay nada más cínico que un politicastro colombiano de los partidos tradicionales y oligárquicos.

Pero esa situación aún admite más análisis. ¿Cómo obtienen esos votos? Los partidos gobiernistas de la “unidad nacional” chantajean a las gentes desde las alcaldías que controlan con los programas de familias en acción, los auxilios a abuelos vulnerables, etc., o con la promesa de un empleo. Otros políticos más descarados no dudan en comprar el voto en forma directa, por un tamal y una gaseosa, una hoja de eternit o cualquier otra cosa de esas. O en otros casos la extorsión y presión violenta es la herramienta utilizada.

En el fondo los politiqueros y sus patrones – los grandes “cacaos” capitalistas – saben que su democracia es precaria y que su poder es débil. Por ello es que le temen a la organización y a la movilización popular. Saben que un estallido de rebeldía – como el que se estaba acumulando en el pasado paro agrario – puede desencadenar fuerzas reprimidas y profundas existentes en el pueblo y poner en peligro su inestable y endeble poder.

El problema está de nuestro lado. Consiste en la errada concepción con que se manejan nuestras luchas populares. Por ahora predomina una visión equivocada, impulsada por todo tipo de ONGs, que se han apoderado de las direcciones de las organizaciones sociales y populares. Así es como se programan paros y movilizaciones para - de vez en cuando - negociar con el Estado pequeños proyectos de "inversión social", ya que de eso viven esas burocracias.

Esa práctica debilita el movimiento popular, lo desgasta y no educa ni entusiasma al resto de la población que ve que esos paros y luchas se hacen con una visión sectorial (paperos, cafeteros, mineros, transportistas, estudiantes, trabajadores, ambientalistas, indígenas, etc.), cada sector por su lado, con su "pliego de Peticiones y Exigencias", sin una visión de conjunto que recoja las aspiraciones del grueso de la población.

Por esa dispersión y debilidad nuestra es que aparece el poder de la oligarquía como muy poderoso y fuerte. Pero eso no es cierto y, ellos (los oligarcas) lo saben.

Debemos reorientar nuestras luchas. La Cumbre Agraria y Popular y demás eventos que se programen para construir y consolidar la Unidad, debe aprobar una verdadera Plataforma de Lucha o Programa Político del Movimiento Popular, con las principales reivindicaciones que ha levantado el mismo movimiento a lo largo de las últimas décadas.

Dicha plataforma de lucha deberá ser presentada al conjunto de la sociedad, trabajada y explicada a lo largo y ancho del país, y a la vez, ir construyendo Poder Constituyente “por la base”, “desde abajo”, en cada vereda, barrio, municipio y departamento, y sólo así, se podría convocar un gran Paro Nacional Popular que se constituya en el alimento del Nuevo Proceso Constituyente, y le notifique a la oligarquía las nuevas condiciones para convocar una Asamblea Nacional Constituyente.

Esas condiciones deben de ser precisadas desde ya: Constituyentes elegidos por municipios y grupos de municipios, con mandato ciudadano en la mano, revocables en caso de que incumplan el mandato, con realización de asambleas comunitarias para refrendar los avances y control permanente de la evolución de las discusiones.

Por ello en la coyuntura actual debemos decir todos al unísono: No! a un nuevo paro para negociar bicocas con el Estado. No! a un nuevo paro sin evaluar a fondo el estado real de nuestras fuerzas. No! a un paro “politiquero” que sólo va a ser un amague y no un esfuerzo contundente de las fuerzas populares. No! a las maniobras de las direcciones “onegeístas”.

SI a un esfuerzo consistente y sistemático por unificar al movimiento popular y trazarle un Plan de Acción que relacione nuestras luchas con la construcción de un Proceso Constituyente de nuevo tipo.

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