¿Cuál democracia?

¿Cuál democracia?

"Aquí no se trata tanto de Mockus o de Ángela María sino de la representación simbólica que tienen sus curules"

Por: Alejandro Castillo
abril 26, 2019
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¿Cuál democracia?
Foto: Las2orillas

Controversia, un álgido debate y preocupación por el respeto a los derechos políticos han generado las pérdidas de las curules del senador de la Alianza Verde Antanas Mockus, quien llegó al senado con la segunda votación más alta en toda la historia de vida republicana colombiana, y de la representante a la Cámara Ángela María Robledo, cuya curul es producto del Estatuto de Oposición.

Los colombianos se han acostumbrado a hacer de la política un asunto de personajes y no de proyectos que piensan determinadas formas de sociedad, incrementando los puntos de polarización recientes. Aquí no se trata tanto de Mockus o de Ángela María sino de la representación simbólica que tienen sus curules. Antanas ha marcado, desde los tiempos del Grupo Federici en la Universidad Nacional, un acontecimiento para la discusión de la educación, la cultura y la cultura ciudadana y ha sido un referente sobre las prácticas decentes en la sociedad. La curul ocupada por Ángela María, por su parte, es producto de una necesidad histórica de dar la palabra a los sectores políticos excluidos. Es precisamente el Estatuto de Oposición, producto de los acuerdos de paz entre el gobierno y la antigua guerrilla de las Farc, lo que pretende equilibrar la balanza de la desigualdad en la representatividad política que ha venido ocurriendo desde el Frente Nacional, en 1958.

Quienes insisten en hacer del ejercicio de la política un asunto de personajes políticos y no de proyectos de sociedad se repliegan en la ciudadanía de dos siglos atrás cuando los decisiones definitivas eran tomadas por hombres ilustres que sabían leer, escribir y pensar. Las últimas elecciones en Colombia siguen demostrando que aquello que nos motiva a elegir a los líderes políticos no lo es tanto la propuesta del proyecto transformador de la sociedad y el interés de las ciudadanías por involucrarse en la participación política sino el carisma de los hombres y las mujeres que postulan sus nombres.

El filósofo y sociólogo Cornelius Castoriadis definía la democracia como las condiciones dadas en un Estado para hablar y argumentar sin que la vida esté en riesgo. ¿Qué democracia nos habita en Colombia? Vemos constantemente como los movimientos ambientalistas, animalistas, campesinos, étnicos, feministas, de género, estudiantiles, culturales, académicos, entre otros, luchan para que sus voces sean escuchadas, resisten y proponen cambios estructurales en un país que está marcado por una fobia a la diferencia y unos discursos estatales que privilegian la muerte. Tanatocracia es el nombre de la forma de gobernabilidad cuyas acciones se dirigen a acabar con la vida de los seres humanos y sus posibilidades de buen vivir y no bastándole con ello se dedica también al exterminio de la naturaleza, sus animales, sus selvas, sus ríos, sus montañas. Tanatocracia es el nombre de la muerte en la política.

No es extraño que los militantes del Centro Democrático digan "plomo es lo que hay" o "te quitas esa camiseta o te pelamos". Es la misma voz de sus dirigentes que expresan no patear perros muertos y que tenemos asesinatos aplazados y buenos muertos o que le contraargumentan a su contraparte llamándole "sicario, sicario, sicario". Solo una política de la vida puede combatir las lógicas de la muerte que se están instalando hoy en día. No es necesario quitarle la vida y la posibilidad de expresar todo gesto corporal al otro para asesinarlo, basta con negarlo, silenciarlo, mutilarlo, enajenarlo. Es lo que nos está sucediendo en Colombia. Niegan la diversidad sexual, cultural y étnica, asesinan nuestros líderes sociales que son también líderes ambientales y educadores de sus territorios y ya han comenzado a silenciar las voces de la oposición en el congreso. No les bastará con ello. Vendrán, en este año electoral, a negar, silenciar, mutilar, asesinar a los líderes regionales que postulen sus nombres para gobernaciones, alcaldías, asambleas, concejales.

Una gran parte del pueblo colombiano está demostrando no solo que está emberracado y que está dispuesto a tomarse las calles las veces que sean necesarias sino que frente a tanta agresión del establecimiento aún no pierde la esperanza y camina sin miedo. Esa gran parte del pueblo que proviene de todas las regiones del país, de todos los estratos económicos y de todas las etnias es la que si continúan con su esperanza viva lograrán establecer el debate por la democracia: qué y cuánta democracia tenemos en Colombia, y cuánta es necesaria-

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