Cruzar la página

Cruzar la página

Por: VILLA
marzo 26, 2014
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Ciudad Caótica

CRUZAR LA PÁGINA
Por VILLA.
@ciudadcaotica

Sería absurdo e incoherente desconocer que el triunfo de Angelino Garzón en la Gobernación del Valle, de Antonio Navarro Wolff en la de Nariño; de Antanas Mockus, de Luis Eduardo Garzón, -del paso de Clara López en su encargo- y de Gustavo Petro Urrego en la Alcaldía de Bogotá; de Jorge Iván Ospina en la de Cali; de Alonso Salazar y Sergio Fajardo en la de Medellín y ahora en Antioquia, entre otros, en su momento, tuvieron un significado histórico y esperanzador, entre un gran sector de la población colombiana, que veía con buenos ojos que otras miradas administraran la cosa pública y abrieron la puerta para que el proyecto democrático, continuara, desde lo local y la periferia, con gente preparada para gobernar, en su carrera, no sin pocos obstáculos, ojalá hacia el poder nacional.

Las realizaciones de cada uno de sus gobiernos, tuvieron alto impacto en el desarrollo a escala humana en dichos territorios. Ejemplos hay muchos, para la muestra la política educativa, alimentaria y nutricional en el Valle del Cauca con las huertas caseras, la cultura del emprendimiento y la articulación con la universidad pública; los presupuestos participativos como ejercicio de democracia directa en Pasto y Nariño con Navarro, el plan Bogotá sin hambre y la Bogotá sin indiferencia de Lucho Garzón, Antioquia la más educada con Fajardo, la Medellín Solidaria de Salazar, las 21 megaobras en la sultana del valle, y la Bogotá Humana atacada por miles de flechas pero que avanza con Gustavo Petro y permanecerá hasta el 2015, que han permitido una mayor inclusión social, el acceso progresivo a la prestación de servicios públicos domiciliarios de calidad y, más que todo, a la dignidad, a través de la ruta al goce efectivo de derechos.

Vale la pena resaltar que con la continuidad del proyecto democrático en la capital se logró la educación gratuita hasta el grado once, la posibilidad de seguir una carrera intermedia en la misma institución educativa, el acceso equitativo a una nutrición equilibrada en un amplio núcleo de población vulnerable, de víctimas, de niños, niñas y adolescentes en la capital, (al punto que hoy no muere un niño por hambre en la Bogotá Humana), así como concentrar esfuerzos en la construcción de requeridas obras de infraestructura para hacer la ciudad más atractiva a la inversión nacional y extranjera, ahondar en la descentralización de la gestión local, implementar un modelo de ciudad de derechos basado en la seguridad humana, en el enfoque diferencial, en el reciclaje y en la movilidad a través del sistema integrado de transporte público que incluye el Metro para Bogotá y poner a la gente como centro del desarrollo con la lucha contra la segregación, el fortalecimiento y recuperación de lo público, que es de todos, y enfrentar el cambio climático y el calentamiento global con un desarrollo sustentable en armonía con la naturaleza.

Hoy todos estos personajes que encarnan a su manera un proyecto democrático, se encuentran en orillas distintas, tratando de aportar en la tarea de construir paso a paso un nuevo país. Desde esta tribuna, viendo cómo crece la audiencia, como diría Zalamea, de la población indignada frente al cierre de espacios para incidir, -como lo que se lamenta ocurre en Bogotá con la arbitraria destitución a Gustavo Petro por encima del sistema interamericano de derechos humanos y del principio de equilibrio de poderes-, es el momento de avanzar en una propuesta de unidad en torno a propósitos comunes que generen esperanza, como base para la anhelada apertura democrática que permita avanzar hacia una paz duradera que pasa por la justicia social, así como posibilitar una política de alianzas y de dialogo social, que supere el tema electoral, sino que camine erguida hacia articular lo social con las bases populares y avanzar hacia un país de instituciones legítimas e incluyentes, pluralista, democrático, en fin, más humano.

Este frente amplio, variopinto, diverso, pluralista, multicolor, de concertación de la nueva Colombia de avanzada, deberá mirarse a los ojos, sin egoísmo, con alegría para cruzar la página, superando viejas rencillas y diferencias ideológicas, buscando llegar a consensos que permitan, desde los escenarios en que se mueven como pez en el agua, y con el apoyo de otros actores sociales, económicos, políticos y de opinión, converger en propuestas eficaces de solución de las necesidades más sentidas y reales de nuestra población, a través de una actitud de deliberación reflexiva que dé ejemplo de que siempre existirá algo que nos una, un objetivo común que se representa, entre otros asuntos, en el desarrollo de nuestra nación y la libertad de nuestros ciudadanos, así como en la promoción y realización de los derechos fundamentales y de los distintos mecanismos para superar la ‘trampa’ de la pobreza y la anomia que nos corroe, para de esta manera poder, en el corto y mediano plazo, consolidar el Estado Social y Democrático de Derecho en Colombia.

Si han coincidido en otros espacios y escenarios, ¿por qué no lo pueden hacer ahora desde sus diversas orillas?, de manera que se amalgamen en la búsqueda de construir, en forma colectiva, un bloque democrático por la justicia, el poder popular, la equidad social, la calidad de vida y la reconciliación nacional. El llamado es a que tiendan puentes, crucen páginas, únanse, lean las nuevas realidades y asuman este sueño, compromiso y reto de avanzar hacia otro país posible en paz con justicia social; con fundamento en nuevas ciudadanías que emergen desde las redes sociales de resistencia y de formas de gobernabilidad y de multitud, que se sintonicen con los anhelos nacionales y respeten los debidos equilibrios y garantías de una democracia para ejercer el derecho al disenso y a las propuestas alternativas. Si continúan, como dirían los abuelos, tirando para su propio cabestro, se condenarán a la eterna marginalización, a la lejana vocación de poder y a ver, como convidados de piedra, en su franja de confort, cómo los deja el tren y se consolida la piedra de un poder hegemónico de elites extractivas y excluyentes que por siempre conservarán sus privilegios por encima del poder constituyente que le da vida a la democracia.

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