Ya conoces la secuencia: un hombre vestido de naranja, rodillas en tierra, dice frente a la cámara las palabras que le han ordenado pronunciar. A sus espaldas el verdugo presta guardia mientras anuncia la ejecución que sucederá en 72 horas si el gobierno del país que representa la víctima no cede ante las exigencias del delirante grupo extremista. Ya conoces la consecuencia: al primer video le sigue un segundo video en que el inocente sentenciado a morir culpa al presidente de su nación porque sus actos —por acción u omisión— han obligado al verdugo a cumplir su amenaza, luego un cuchillo al cuello, la tortura rebanando vida. Luego la dantesca imagen del cuerpo decapitado con la cabeza sobre el pecho (o espalda, no sé ni quiero mirar) y la amenaza del verdugo de que las muertes seguirán. Una escalofriante película que siempre queda en “continuará…”
¿Recuerdas los rostros de James Foley, Steven Sotloff, David Haines…?
¿Has visto a los japoneses Kenji Goto y Haruna Yukawa?
A esta hora de la era que vivimos la cámara con que registran sus movimientos es tan eficiente como el filo del cuchillo o la bala con que atacan. Memorias de sangre disparan imágenes de odio que buscan propagar miedo. Y más sangre.
¿Hemos vuelto a un oscuro medioevo? ¿Otra vez en nombre de dios —de cualquier dios— alguien llamará justicia divina a lo que solo es terrorismo? Ningún dios está pidiendo ofrendas de sangre, no te confundas, aunque nunca se haya dejado de matar con la excusa de una creencia. Hoy, cuando el color de las banderas de los yihadistas son tinta de cada periódico en el mundo es necesario pronunciarse en contra de todo lo que pueda leerse como guerra santa. Porque ninguna guerra es santa. Y conviene ser claros y contundente al momento de decirlo.
Es necesario procurar entender y no propagar más prejuicios que solo consiguen distanciarnos más: ser musulmán no es lo mismo que ser terrorista, así como ser colombiano no equivale a ser narcotraficante. Que cada aeropuerto en el mundo no comience ahora con que cada mujer con burka va a estallar en la calle, ya sabemos los colombianos lo que significa llevar con nosotros el pasaporte por el que nos exigen visa en más lugares que al que nació en el país de al lado. La nación de la discriminación no conoce fronteras.
De cuando en cuando recuerdo a los niños que juegan con amigos imaginarios y pienso que los dioses de cualquier confesión religiosa son justo eso: amigos imaginarios. La ficción cumple con igual propósito para el infante que para el creyente: le permite la ilusión desentirse acompañado.
No hablo de una religión en particular. Hablo de todas, en realidad.
Pero esa compañía del dios que invoquen no es en ningún caso justificación válida para despreciar, agazapados en la fe, la vida de los demás porque no compartan las mismas creencias. Dios no es argumento, es excusa.
Las cruzadas ya fueron, ya pasaron.
Que un día el odio haya pasado también.
@lluevelove
IMAGINA
(John Lennon)
Imagina que no hay paraíso,
Es fácil si lo intentas,
Ningún infierno debajo de nosotros,
Arriba de nosotros,
solamente cielo,
Imagina a toda la gente
Viviendo al día...
Imagina que no hay países,
No es difícil hacerlo,
Nada por lo que matar o morir,
Ni religiones tampoco,
Imagina a toda la gente
Viviendo la pida en paz
Imagina que no hay posesiones,
Me pregunto si puedes,
Ninguna necesidad de codicia o hambre,
}
Una hermandad del hombre,
Imagina a toda la gente
Compartiendo todo el mundo...
Tu puedes decir que soy un soñador,
Pero no soy el único,
Espero que algún día te nos unas,
Y el mundo vivirá como uno solo.