Crónicas desde una cáscara de huevo (II)

Crónicas desde una cáscara de huevo (II)

Historias en tiempos de coronavirus

Por: Alexander Ortega Marin
abril 03, 2020
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Crónicas desde una cáscara de huevo (II)
Foto: Pixabay

Era el lunes 16 de marzo, escuchaba la radio y me sentía perdido. Se repetían los datos sobre cuántas personas habían muerto, y cuántas estaban infectadas. Frente al alarmismo de este demonio invisible del virus, todavía el lunes, nos resultaba pueril que solo nos pidiesen lavarnos las manos y no salir de casa. La confusión era peor en las redes sociales de acuerdo a las ciudades del mundo. En Barranquilla todavía lo tomaban folclóricamente, pues la gente creía que el virus no resiste al calor y moría si se le exponía a temperaturas de 26 y 27 grados. Ya fuese un vendedor de papas en el centro de Riohacha en Colombia o fuera un bailarín de ballet en Berlín, el mundo se nos había vuelto un jolgorio de pánico saliendo de la pantalla de los teléfonos. Cuando miraba mi teléfono, pensaba en lo leído en los libros de Yuval Noah Harari, historiador y autor de los best seller Sapiens y Homo Deus. El historiador había escrito en una de sus páginas que si un virus peor aparecía dentro cinco años, nosotros estaríamos más protegidos y mejor equipados que nuestros antepasados. Pero resulta que el virus COVID-19 emergió y yo me estoy preguntando desconcertado dónde demonios está la vacuna. Sin embargo, creo que los historiadores y los científicos no tienen las mismas nociones de tiempo que nosotros. En la larga historia de la humanidad, ¿qué es un siglo de muertes en la desaparición total de una enfermedad atroz cómo la peste negra?

Ver: Crónicas desde una cáscara de huevo (I)

Noah Harari nos recuerda que en la historia de las grandes pandemias, la peste negra aparece como las más honorables. Se declaró en año 1330, por la bacteria de una pulga que picaba a animales y a personas, Yersenia pestis. Más de un cuarto de la población euro-asiática fue diezmada. En Inglaterra, de cada diez habitantes murieron cuatro. Florencia, en Italia, perdió la mitad de sus habitantes. ¿La lección? La peste negra reguló el crecimiento demográfico precipitando la caída de la Edad Media y la llegada del Renacimiento. Los propietarios de tierras se vieron obligados a arrendar o pagar salarios a sus agricultores.

Entre los antecedentes de las grandes epidemias la llegada de los europeos a América modificó el curso de la historia. El 90 % de la población americana fue diezmada. No deja de ser aterrador la forma como se expandió la viruela. El 5 de marzo de 1520 una flotilla española de 900 soldados salió de Cuba en dirección a México. Francisco de Eguia, hermoso, gallardo, con sus ojos verdes brillando al sol, llevaba en su cuerpo atlético una bomba de microbios que en menos de quince días acabo con el villorrio de Zempoala. Los indígenas asustados huyeron, y en un par de meses la viruela ya estaba en todo México. La ciudad contaba con 22 millones de habitantes, pero en diciembre del mismo año la población fue reducida a 14 millones. Con el transcurso de algunos años, los españoles propagaron la gripa y la rubeola. Para 1580 había en México menos de dos millones de habitantes.

Nos sigue contando Noah Harari que siglos después, en el año de 1778, el capitán Cook, en compañía de sus hombres, introdujo en la isla de Hawái el primer gran paquete chileno de la historia. Medio millón de habitantes, que habían estado aislados de las enfermedades americanas y europeas, recibieron un bouquet de patógenos tales como la gripa, la tuberculosis, la sífilis, la tifoidea y la viruela. Para la época, también era frecuente que los marinos en sus barcos sufrieran y murieran de una extraña enfermedad. La Némesis de los mares del pacifico: el escorbuto. La enfermedad hacía que los marineros perdieran sus dientes y sufrieran de hemorragias en diferentes partes del cuerpo por el debilitamiento de los vasos sanguíneos, especialmente los capilares. Los marineros a bordo de barcos convertidos en cementerios enloquecían de dolor y gritaban hasta morir. Desde 1747, James Lind ya había sospechado que la peste de los barcos era producida por la ausencia de cítricos en la dieta de los marinos. Años después, Cook le dio la razón a Lind, imponiendo dietas con zumo de limón en sus barcos. La enfermedad era producida por la falta de vitamina C.

Noah Harari es categórico al afirmar que la humanidad se ha vuelto más vulnerable a las enfermedades debido a los múltiples contactos, pero el impacto de estas olas de enfermedades virales ha disminuido en los últimos siglo: “La mortalidad infantil nunca ha sido tan baja: menos de cinco por ciento de los mueren antes de haber alcanzado la edad adulta. En el mundo desarrollado, la tasa es inferior al 1 %. Este milagro, en las palabras de Noah Harari se debe al progreso sin precedente de la medicina del siglo XX. En este siglo contamos con vacunas, antibióticos, una mejor higiene y una mejor infraestructura médica” (Albin Michel 2015 20)

"Una bala, un revolver y el rostro suplicante de tu mamá”.

El historiador también nos recuerda que en 1979 la Organización Mundial de la Salud afirmó que la viruela había sido la primera enfermedad borrada sobre la faz de la tierra. Hoy nadie es vacunado contra la viruela. También sostiene que cada año en el mundo emerge una nueva peste. Si uno analiza los datos, los títulos informativos de la prensa tienden a fatalizar los hechos. La SARS del 2002 hizo pensar en una nueva peste negra. En el 2014 el ébola se catalogó como la urgencia de salud más grande de los tiempos modernos, pero luego en el 2016, la OMS declaró que la enfermedad había sido vencida. Incluso el sida, la enfermedad más desconcertante de nuestro milenio, creo el pánico por casi dos años, ya que de repente muchas personas comenzaron a morir sin saber cuál exactamente era la razón. El sida no se dejaba comprender puesto que había otras personas a las que el VIH no mataba directamente, sino que las consecuencias lentas sobre el sistema inmunológico hacían que una persona contaminada pudiese vivir por mucho tiempo sin presentar síntomas y contagiar a otras personas. Hoy en día existe el medicamento milagroso de la Prep, el cual protege el sistema inmunológico contra el VIH, pero a la vez, ha puesto a la vanguardia, entre los gais, las relaciones sexuales sin preservativos.

Lo curioso de la Prep es que si alguien se contagia con algún tipo de las enfermedades sexuales, sus usuarios tienen la certeza de que una inyección, gratuita, y además costosa para el sistema de salud, puede curarlos para seguir en la fiesta de contagiarse con sífilis o una gonorrea. Este ejemplo yo creo que le otorga la razón a Noah Harari cuando insiste en decir que las antiguas enfermedades mortales de otros tiempos amenazan hoy cada vez menos a la salud de las personas. Estamos acostumbrados a que nuestros seres queridos se mueran de enfermedades como el cáncer, problemas cardiacos, o simplemente de viejos. Por eso Noah Harari es optimista cuando afirma que cada vez que la humanidad se enfrenta a un colapso sanitario, el ser humano acumula nuevos conocimientos. En la carrera mortal entre microbios y científicos, los últimos van más rápido, afirma.

Sin embargo, en Francia, la cantidad de contagios es cada vez más grande y el conteo bien puede explotar en tres o cuatro días, y a nivel global, posiblemente ya sea demasiado tarde, para reversar la expansión del virus. Debido a la necesidad de confrontar la crisis, el sistema económico se paró bruscamente. Juan David Barrera, el hombre de los datos duros en París, como en la mayoría de los análisis serios que he escuchado, no cree que sea fácil adaptarse a las consecuencias de este freno inesperado. Mientras me daba su punto de vista desde el otro lado del teléfono, la ciudad, poco a poco, se iba inundando en un vapor de aplausos saliendo de la ventana de los apartamentos en toda Francia: desde el martes 17 de marzo hasta el día en que se acabe el confinamiento, los franceses saldrán a aplaudir a sus médicos a las ocho de la noche. De repente y hasta mañana, de un portazo violento, se cerraron las iluminadas ventanas de cuerpo entero de mis vecinos: el ámbito se llenó, otra vez, de un silencio fúnebre, triste. Y Juan David volvió a tomar impulso para decirme que es posible que la situación se tome la psicología de la gente y que probablemente, cuando el contagio llegue a niveles de una amenaza inminente, abastecerse en los centros comerciales se volverá mucho más complejo. "¿Eres pesimista?", le pregunté.

“Soy pesimista porque yo he visto muchas estupideces en Facebook. Yo no tengo la certeza de que mucha gente entienda lo que significan las estadísticas de infectados y de muertes. La única opción que tenemos ahora es acatar las normas. Quizá todavía haya tiempo para que el número de los contagios sea inferior a la capacidad que tienen los hospitales para cuidar a los enfermos. Puede que ya estemos condenados a ver morir 100 millones de personas, pero es preferible que estas muertes ocurran de manera uniforme a lo largo de dos años dentro de un sistema que atienda a todos los enfermos, y no de un solo golpe con un sistema de salud que solo puede atender a un 10 % de ellos. Estas cifras van a seguir creciendo, y a pesar del éxito que hubo en China, no creo que la tasa de contagios llegue a cero en el mundo. La cifra de 60 % de contagios que en algún momento te expuse, no es la excepción: es lo típico. Esa idea de que uno de los parientes de cinco de nuestros amigos se vaya a morir, tal vez, a mucha gente no le diga nada.

Si esta cifra de muertes no te dice nada, piensa en el siguiente juego: tomar dos revólveres de cinco balas cada uno, poner una en uno de ellos y, sin saber dónde está la bala, apretar el gatillo de un revólver contra tu madre y el del otro contra tu padre. Ser indiferente a este escenario del virus es equivalente a estar dispuesto a jugar esta ruleta rusa: una bala y el rostro suplicante de tu papá o tu mamá".

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