Fotos y video: Jorge Gallardo
Salimos de casa. Por la calle diez dirección de la plaza. Dando tumbos por entre el andén y la calle para esquivar los carros al tiempo que dibujábamos con nuestros cuerpos la misma música que cantábamos. Ahora caminamos en sentido contrario y vos me preguntás que cómo la veo. Y yo te respondo que pienso, después de tanto tiempo de haber ensayado la armonía, la percusión por las buenas ideas y con la cacerola enferma de tanto padecer; que nos esperaba, sin saberlo, este precioso momento.
Aterrizando sobre la carrera séptima fundimos nuestra voz con el aliento del pueblo. Así fue que se formó, mirá, qué bullerengue sabroso. Y duró más de cuatro horas. No fueron balas sino tambores, ollas, zapateos, maracas y cotorreos. Respondíamos, no por medio de virtuales avatares y mensajes lumínicos de internet, sino con el pellejo envuelto en ruana y las gargantas erguidas hacia el cielo abierto, ante las altas cortes y al señor presidente quien días atrás negaba la existencia de los problemas, imagínese usted el descaro; pero eso le ayudó para que nos diéramos cuenta de los ridículos y perversos intereses del gobierno, ejerciendo poder sobre lo que es nuestro. Ah, que qué era lo que gritábamos? bueno, unos pedíamos chicha, otros maíz pero en realidad todos exigíamos a las multinacionales fuera del país. Ellos no entienden ni se molestan por entender que vivimos en una tierra fértil cultivada en armonía durante miles de años por nuestros ancestros. Aquí no hay nada que no de fruto. Y entonces ¿por qué nos están obligando a comprar semillas alteradas genéticamente? (ver -documental 9.70-) Dizque para mejorarlas, pero ¿qué mejoras le vamos a hacer a la naturaleza si es ella la vida misma?…
!!!!Llegaron las Tanquetas!!!!!! Llegaron las Tanquetas!!!! Me gritaba Jorge al oído, al tiempo que la marea de indignados nos arrastraba hacia ellos. Ellos con las armas, nosotros con el alma. Se escuchaban sin cesar los cantos por más de quinientos años reprimidos, el ta-ka-tá de las ollas y las cucharonas vacías, el silencio en los peones que se abultaban en las esquinas protegiendo el camino al dormitorio de monSantos.
-No entiendo por qué sigues reclamando al gobierno que arregle tu vida- debería decirme el policía, pero es que nunca comprendo lo que dice mientras golpea mi frente o me dispara gases no amigables con el medio ambiente, o cuando viene a confiscar los alimentos tratándome como un delincuente por cultivar arroz. Ellos al parecer no son parte del pueblo, renunciaron a su derecho a la consciencia.
Así pues, óigase bien, el maracón se embriagó, se emoborrachó, hasta con dyembé y kena se puso a bailar, acompañados por cientos de tiestos.
Se lo venimos diciendo muy claro al gobierno si usted no está con nosotros entonces nosotros no estaremos con usted. Y construiremos nuestro hogar así sea ilegal hacerlo. O en el cartel de Johana: “Las semillas no tienen dueño”. Nosotros tampoco. Sabemos del riesgo que corremos al reclamar verdadera paz, pero ya no tenemos miedo. Se ha visto cómo el ESMAD hace masacres en el campo, cómo se judicializa en campo alegre a los arroceros por cultivar nuestro alimento. Sí, el suyo y el mío, que ahora no nos vengan a tratar de guerrilleros.
Como periodista que no soy le vengo contando, no lo que sucedió, porque no soy omnipotente, sino lo que viví. Y si le soy aún más sincero… Me urgió un poco de agua, así que salí del océano por un momento, otra vez por la diez subiendo. Soñaba con alcanzar la casa, beber agua y sentar las palabras en su punto de ebullición. Pero no se imagina usted el miedo, la soledad, el silencio; no en mí sino en la calle desierta, débil y abandonada, tensa y potencialmente peligrosa. Me sentí irrelevante, indefenso, cuando tres cuadras atrás tenía aliento. Todavía retumbaba el eco de la bulla, cada vez más lejos. El cacerolazo desde aquí parecía un “evento cultural” promovido por la alcaldía de Bogotá y parecía que a nadie, en este crucigrama que es la ciudad, le importase gran cosa. Hemos de reconocer que de un tiempo para acá éste se ha convertido en un espacio controlado para la manifestación de desamores; peatonalizada la séptima marchamos sobre un paso comercial y por más que gritemos no nos escuchará todo el pueblo. Debemos hacer de la protesta una forma de comportamiento en donde nos manifestemos constantemente honestos y abiertos con nuestros vecinos, frente a lo que nos concierne a todos. Para esto no es necesario ningún tipo de violencia… Entonces me sentí desilusionado cuando tan solo dos o tres cuadras a la redonda reinaba aún el silencio, el mismo que en los rostros de los militares al acecho. Toda la calle debería estar en zaperoco. No conquisté la colina, era perseguido y vigilado. Entré a la tienda de la esquina de la diez con cuatro para rescatarme del desamparo. Una cliente se asustó con mi presencia. Yo en cambio volví sobre mis pasos y saludé con decencia. Calmada la sed, la mirada prevenida del tendero se posó sobre mí. Comenzó como preguntando con recelo ¿usted hace parte de algo? Terminamos dándonos la mano y bendiciendo, el uno al otro, nuestra senda; porque hablamos, y sin haber aclarado en ningún momento si éramos diestros, ambidiestros o izquierdos: compartimos, como se comparte la papa, las palabras. Así supe entonces que no éramos solo los de allá en la plaza. Ya los viejos desgarraron las voces en su tiempo, hoy aprendemos de ellos.
A todos nos afecta la situación agraria. Si al campesino le sale más costoso producir papa porque los obligan a comprar semillas “certificadas” para cada cultivo e insumos de las industrias extranjeras (ver resolución 9.70 del ICA), pues va a tener que venderla más cara, pero con el tratado de libre comercio entra papa más barata, por el simple hecho de que Norte América tiene una capacidad mayor de producción, no necesariamente de calidad (para eso es que necesitan la modificación genética $$$) y con los aranceles y aduanas abolidas, entonces el rolo, el paisa, el costeño, el caleño, el bumangués; todos dejaremos de alimentarnos de la papa producida en nuestra propia tierra y compraremos para incrementar la economía extranjera. Y si usted no entiende o no reconoce lo que significa la soberanía alimentaria debería darle vergüenza. Si quiere comer transgénicos para que sus hijos nazcan dependientes de químicos y de toda la industria que ahora busca tomarse nuestro país… Que no? Ah, pues entonces entérese de lo que está sucediendo por que nos sucede a todos. No se conforme con las noticias malintencionadas y des informantes de CARACOL o RCN, busque usted mismo la verdad en la realidad. Únase paisano por las justas causas a nuestra caminata, eso sí aquí no nos vamos a dar bala sólo tiene que empacar ruana y maracas.
Podremos entrar en razón y no sólo exigir sino también construir dignidad para mejorar nuestra calidad de vida, si hay un momento para hacerlo es ahora; después de todo vivimos en un paraíso de biodiversidad y fertilidad cultural.